El fondo de la crisis
Realmente lo que necesito es irme de tertulia con Superwaiter. Las tertulias en Can Superwaiter son como las de la radio: no valen para nada, son incapaces de arreglar el mundo, pero acabamos con la moral alta porque decimos lo que nos da la gana y nos quedamos a gusto.
Cuando yo residía en el Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago de Granada, dentro de las actividades culturales se programaban una serie de conferencias sobre los temas más diversos (de la cultura) que siempre acababan como el rosario de la aurora, es decir, hablando de política cuando no se podía hablar de política. Asistente asiduo era un catedrático de la Facultad de Medicina, al que sus alumnos llamaban el Viejo, que, una vez el conferenciante abría el turno de preguntas, cogía la palabra y nos daba otra conferencia, por supuesto, de política. Y cuando la cosa se ponía tensa finalizaba con su frase favorita:
- Si por algo me gustaba la República es porque podías llamar a un tío cabrón y no pasaba nada.
Igual que en Superwaiter. No llamamos a nadie cabrón pero decimos lo que nos parece y no pasa nada; la crisis ni se crea ni se destruye, únicamente lo pasamos en grande.
Cuando traspasé la puerta, en el bar sólo había dos personas: Superwaiter y el Niño de Dos Hermanas. Evidentemente nadie tomaba nada. Me senté en una de las mesas atornilladas al suelo (bueno, me senté en el banco corrido junto a las mesas atornilladas al suelo) y pedí un café.
- ¿Qué tal lo llevas compañero? –preguntó el Súper-.
- De salud, jodido; de dinero, flojete; pero de amores… ¡pa qué te voy a contar si sabes cómo las gasto!
- Esto va en serio. Desde la una hasta las cinco, ni un alma. Te estás tomando el primer café que pongo esta tarde.
- Pues ésta era tu hora buena.
- Tú lo has dicho: era.
- Alguien nos está engañando, Súper. A mi me dijeron que lo último que dejaba la gente era el tabaco, el periódico y el café.
- ¡Coño, el café ya ves…! Estará todo el mundo en el quiosco.
- No, si en el quiosco ya hay gente pero se limita a eso: periódico y paquete de tabaco. De lo demás…
- Pueh ha disho el gobierno que la crisih ha tocao fondo –era el Niño de Dos Hermanas-.
- Y seguramente es cierto –dije-. Pero acordaos del Prestige; el gobierno dijo que cuando tocara fondo se congelaba el petróleo y dejaba se salir chapapote. Pero el barco se fue a pique y seguía saliendo un hilillo.
- Mu güena, tío. ¿L’has leío en argún sitio o te l’acabas d’inventah?
Cuando yo residía en el Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago de Granada, dentro de las actividades culturales se programaban una serie de conferencias sobre los temas más diversos (de la cultura) que siempre acababan como el rosario de la aurora, es decir, hablando de política cuando no se podía hablar de política. Asistente asiduo era un catedrático de la Facultad de Medicina, al que sus alumnos llamaban el Viejo, que, una vez el conferenciante abría el turno de preguntas, cogía la palabra y nos daba otra conferencia, por supuesto, de política. Y cuando la cosa se ponía tensa finalizaba con su frase favorita:
- Si por algo me gustaba la República es porque podías llamar a un tío cabrón y no pasaba nada.
Igual que en Superwaiter. No llamamos a nadie cabrón pero decimos lo que nos parece y no pasa nada; la crisis ni se crea ni se destruye, únicamente lo pasamos en grande.
Cuando traspasé la puerta, en el bar sólo había dos personas: Superwaiter y el Niño de Dos Hermanas. Evidentemente nadie tomaba nada. Me senté en una de las mesas atornilladas al suelo (bueno, me senté en el banco corrido junto a las mesas atornilladas al suelo) y pedí un café.
- ¿Qué tal lo llevas compañero? –preguntó el Súper-.
- De salud, jodido; de dinero, flojete; pero de amores… ¡pa qué te voy a contar si sabes cómo las gasto!
- Esto va en serio. Desde la una hasta las cinco, ni un alma. Te estás tomando el primer café que pongo esta tarde.
- Pues ésta era tu hora buena.
- Tú lo has dicho: era.
- Alguien nos está engañando, Súper. A mi me dijeron que lo último que dejaba la gente era el tabaco, el periódico y el café.
- ¡Coño, el café ya ves…! Estará todo el mundo en el quiosco.
- No, si en el quiosco ya hay gente pero se limita a eso: periódico y paquete de tabaco. De lo demás…
- Pueh ha disho el gobierno que la crisih ha tocao fondo –era el Niño de Dos Hermanas-.
- Y seguramente es cierto –dije-. Pero acordaos del Prestige; el gobierno dijo que cuando tocara fondo se congelaba el petróleo y dejaba se salir chapapote. Pero el barco se fue a pique y seguía saliendo un hilillo.
- Mu güena, tío. ¿L’has leío en argún sitio o te l’acabas d’inventah?