lunes, septiembre 21, 2009

La economía del cartón

Estoy viviendo mi quinta cartoná, algunas colecciones ya han sacado a la luz la entrega número 3 y, sin embargo, todavía no he dicho esta boca es mía. Algo pasa.
Los cartones son los de siempre, es decir, no hay nada nuevo bajo el sol y D. José Manuel Lara continúa sacando como primicia, por poner un ejemplo, el Curso de Inglés Nuevo (Sexta edición), que encargó a los chinos hace 12 ó 14 años y que exhibe septiembre sí, septiembre no.
Las novedades se pueden contar con los dedos de la mano manca del asesino de la mujer del Fugitivo y la imaginación de los editores es equiparable a los que componemos el último eslabón de la cadena (eslabón perdido en un futuro próximo).

Hablando de quiosqueros y quioscos… Hace pocos días, Gepetto se acercó a comprar su periódico y estuvimos comentando lo lejos que quedan las vacaciones.
- ¿Se ha fijado usted en los quioscos de Granada?
- No. Hace tiempo que a Granada sólo voy al aeropuerto y antes no me fijaba en detalles.
- Lo tienen todo a mano sin necesidad de invadir la acera.

Los constructores de los quioscos de Granada son los que crearon Kioskator en Almería y los quioscos estándar de la misma ciudad. Es de suponer que hayan aplicado técnicas similares para conseguir un puesto de venta que sea cómodo para los vendedores y sus clientes en vez de ser, ni cómodo ni incómodo (les importa un pimiento), hecho sólo a satisfacción de los que negocian alrededor del quiosco, excluido el titular. Aunque he de decir que este verano he sufrido una enorme decepción: el sueño de mi vida, mi palacio de diarios y revistas ocupaba con sus cajas casi 3 metros de la anchura de la acera del Paseo de Almería. En su interior se ubicaban ingentes contenedores de helados, refrescos, tabaco y cualquier producto vendible en lata o paquete. Del techo colgaban 3000 bolsos/as, cubos y palas de plástico para que los niños disfruten en la playa y otros utensilios que, con suerte, se le puedan endilgar a los veraneantes. Si ese es el futuro de Kioskator, mal lo tenemos.

Volviendo a la cartoná. Después de sudar la gorda y las estrecheces propias de la falta de espacio en mis dos primeras temporadas, se sucedieron otras dos temporadas benévolas y de una cierta rentabilidad. Uno presume de modestia pero estuve seguro de haber inventado la pólvora por el hecho de devolver precipitadamente los números de poco valor y haber acertado en cercenar con buen ojo los excesos de otras entregas. Ya entrados en octubre, Salva me sacó de mi error.
- Señor Quiosquero. Estuve hablando con el chaval de SADE y me comentó que la cartoná empieza a ir de baja. Cuando ha visto que suspiraba aliviado me ha dicho: “Ustedes no se pueden quejar. Como no han cerrado por vacaciones, le mandan el género normal. A los que han cerrado, como devolvieron todo antes de irse, ahora tienen que compensar las cuentas y le mandan género a porrillo para compensar lo antes posible el coste de las devoluciones”.

O sea, las distribuidoras mandan los cartones en función del saldo de la cuenta que mantienen con cada punto de venta. Si aplicásemos ese método a rajatabla, cuanto menos venda un quiosco, más género le mandarán y viceversa. Que tomen ejemplo Zapatero y su Ministra de Economía o que fichen al que maneja las finanzas de las distribuidoras.
Aunque, quizás, Salva interpretó mal.

miércoles, septiembre 16, 2009

Cocó

Empiezo a creer que hay crisis económica de verdad. Estaba seguro que mis problemas de cuenta de resultados eran coyunturales, promovidos, tal vez, por la incapacidad de mis ejecutivos. Ayer mismo pude comprobar que la crisis se ha generalizado. A dalr se le ocurrió hacerme una visita y salí zumbando a Superwaiter a tomarme un café TGV (o sea, cagando leches). El bar estaba a tope: Amedo, el Catedrático, Ramón Macià… Hasta el Súper estaba sentado entre sus parroquianos. Delante de cada uno se extendía el vacío; casi me dio vergüenza pedir un café.
El Súper se levantó arrastrando los pies, como si le diese igual todo. Al pasar junto a mí susurró:
- No lo digas a nadie pero es el peor día que recuerdo. Hoy no saco ni para pagar la luz.

El resto de la gente siguió con su conversación. De política, por supuesto. En medio del corrillo estaba la única mujer de la tertulia. Cocó es una francesita que, de un tiempo a esta parte, frecuenta Superwaiter e intenta entrar en las tertulias locas del centro. Solitaria y taciturna, recuerda al retrato del existencialista que nos pintaban los estudiantes cultos de los años sesenta y tantos.
- A mí me gusta más Beglusconi que Sapatego; es más simpático.
- Son todos unos chorizos –es Amedo-. Se ponen a parir unos a otros y luego sólo falta que se besen.
- Aquí haguía falta Sagcosí.
- Eso –interviene el Súper desde detrás la barra-. Por lo menos presumiríamos de tener una “presidenta” de postín.
- A ver, Súper, piensa –me gusta pasar desapercibido pero soy incapaz de desperdiciar la oportunidad de alcanzar algo de notoriedad-. A ti y a mí ¿qué nos calienta que esté cañón? Nosotros necesitamos un modelo robusto del que sea imposible enamorarse.
- ¿Te refieres a…?
- Exacto. Fraulein Merquel.
- ¿Cómo te llamas tú? –pregunta Cocó-.
- Antuán.
- ¿Toni?
- Antuán, coño, Antuán. Me llamo Antuán aquí y en la Xina.
- ¿Y te gusta Angela Megquel?
- No me gusta Angela Merquel. Me gusta el material alemán: duro y resistente. ¿Te acuerdas, Súper, de aquel tío que se tiró media vida de Ministro de Asuntos Exteriores de Alemania? ¿Gensher o algo así? El tío tenía cuatro diputados del Partido Liberal y, una vez apoyando a los socialdemócratas y otra vez apoyando a los democratacristianos, siempre salía de ministro.
- En Alemania sólo hay dos partidos que cuenten –el Catedrático-.
- Sí, pero eso desde que el Partido Liberal se cambió de chaqueta en una moción de censura que puso a Helmut Schmidt (esto lo he copiado) en la calle y a Helmut Kohl en el poder.
- Pero Genscher siguió siendo ministro.
- Por los favores prestados a ambos partidos; en las siguientes elecciones, sin embargo, la hostia del Partido Liberal fue morrocotuda y acabó por desaparecer.
- No me gustan los alemanes; son demasiado gueguegos.
- Pero hacen las cosas bien –el Súper-. El producto alemán dura más que ninguno.
- No es que dure más que ninguno, es que dura para siempre. Que se lo pregunten a los judíos que pasaron por el crematorio: que yo sepa no ha resucitado ninguno.

Se me había acabado el tiempo del café y salí de estampida. Detrás de mí, los parlamentarios gritaban a coro. No sé si pedían la oreja del toro o la del torero.

domingo, septiembre 13, 2009

Recarga de móviles

Introducción

Corría el primer trimestre de 1983 cuando el gerente de la empresa para la que entonces trabajaba me presentó las líneas maestras a seguir durante el ejercicio en curso. Nuestra empresa acababa de cumplir un año de andadura y las expectativas de futuro no eran muy halagüeñas; éramos fabricantes de software y, por entonces, sólo había dos alternativas: o la empresa que tenía o adquiría un ordenador contaba con equipo de desarrollo propio, o se inclinaba por un paquete estándar, en cuyo caso se ponía en manos del creador del paquete. Nosotros estábamos en medio, es decir, nos dedicábamos a chapucear cualquier programa con vocación de convertirse en algo que realmente ayudase en la gestión de una empresa.

Mi gerente nos presentó lo que iba a constituir la revolución de la informática: el Personal Computer. El personaje en cuestión era una maquinita en forma de paralelepípedo con una o dos ranuras frontales destinadas a contener sendos floppy disk de cinco pulgadas y cuarto, una sola cara y densidad sencilla (o sea, 360 kbytes por unidad), al que se le conectaba un monitor y, opcionalmente, una mini impresora con posibilidad de trabajar con hojas sueltas o papel continuo que arrastraba por fricción y que, a la que te descuidabas, montaba un atasco descomunal. La guinda la ponía un artilugio que, arrastrado sobre la mesa, hacía mover un puntero sobre la pantalla del monitor: es lo que se dio en llamar ratón o, para los entendidos, maus. Aquel bicho, capaz de almacenar hasta 720 kbytes (el Spectrum con el jugaba dalr apenas tenía 48), costaba alrededor de las 500.000 pesetas (equipo completo, es decir, doble unidad de disquete, impresora monitor y ratón) frente a las 29.500 del Spectrum.

Con la visión de futuro que siempre me ha caracterizado, preconicé el fracaso más estrepitoso que pudiesen albergar los anales de IBM. Como es sabido, hoy día en cada mesa de cada despacho hay un PC; y en cada casa de cada vecino hay varios PC. Hasta yo, que tan a cachondeo me tomé el invento, intercambio la minitorre del quiosco y la maxitorre de casa, pasando por el portátil, que es el nexo de la infección vírica que cíclicamente afecta a mis ordenadores.

De mi “no experiencia” con los PC podría escribirse un tratado de varios volúmenes. Me detengo, sin embargo, en un pequeño detalle que provocaba mi hilaridad cada vez que lo recordaba. Entre los distintos cometidos que he desarrollado frente a un Ordenador (con mayúscula), sin lugar a dudas he obtenido los mayores logros como “puteador de programas”, es decir, obligar al aparato a operar con los datos más ilógicos que pudieran ocurrírseme. Y, falsas modestias aparte, era muy bueno. Por tanto, no es extraño que saliese elegido para probar la primera aplicación para PC que el mercado nos puso a tiro.
Acostumbrado a la pantalla de fósforo verde, los colorines del monitor del PC me provocaban dolor de cabeza; dolor de cabeza que se transformó en dolor de mandíbula producto de las continuas carcajadas que la operativa me producía.
- Introduzca número de cliente
- 5322
- Ha introducido el número 5322. Si es correcto, seleccione YES; en caso contrario, seleccione NO (aún no se había inventado el verbo clickar)
- YES
- El cliente 5322 es Periquillo el de los Palotes. Si es correcto, seleccione YES; en caso contrario, seleccione NO (de aquí surgieron los verbos yepar y nopar)

Resumiendo: entrar un pedido en el ordenador era algo lento y laborioso pero, salvo para inútiles totales, era casi imposible equivocarse. Han tenido que pasar 26 años para que reconozca cuánta razón llevaba el inventor del yepeo y el nopeo.

Trama

Cuando me hice cargo del quiosco, se vendían unas tarjetas para recargar los móviles. Eran tarjetas que dejaban un 5% (más o menos) de beneficio y que ni se vendían demasiado porque si el previsible cliente quería una tarjeta de 10 €, el quiosquero sólo tenía de 30 y, si el cliente la quería de 30, el quiosquero sólo disponía de tarjetas de 5 €. Por eso mismo, en el momento en que Marina anunció el Zapatófono, Quiosquero solicitó su aparato. Creo recordar que en junio-julio de 2005 ya hacíamos recargas en módulos de 5 € de Movistar, Vodafone y Amena. El porcentaje era algo más bajo que en la venta de tarjetas pero se pagaba a posteriori y no había riesgo de pérdida o robo de material. Un año después, tras unas gestiones un tanto rocambolescas, instalé el zapatófono de CSQ. Mejoraba ostensiblemente los porcentajes y anulaba el riesgo de un corte de servicio por no poder hacer frente a una factura circunstancialmente abultada por exceso de recargas. En repetidas ocasiones, la comercial de Marina me ha ofrecido el oro y el moro si volvía a trabajar con ellos, he hecho un par de recargas por ver si se cumplían las promesas y he vuelto a desconectar el aparato al ver que me aplicaba el moro pero, en ningún caso, el oro.

Y en éstas, la Asociación Profesional de Vendedores de Prensa de Barcelona y Provincia ofrece trabajar con nuestro propio terminal, con unos porcentajes similares o mejores a los que me venían aplicando, y la posibilidad de rappels de consumo una vez el terminal estuviese amortizado. El 25 de marzo de 2008 suscribí (firmé) el nuevo contrato. Tengo copia del mismo aunque el lugar donde debería estar la firma de D. Luís García, Director General de CSQ, aparece en blanco.
Después de sucesivas demoras en la instalación del nuevo aparato, un año después de haber firmado el documento antedicho, se presentó en mi quiosco una persona que dijo ser enviada por la APVPBP.
- Vengo a instalar el TPV
- ¿Qué TPV?
- El de recarga de móviles.
- ¿El de CSQ?
- El de la Asociación.
- ¿El de CSQ?
- Bueno, éste –y me dio un sobre-.
Mientras el operario enchufaba el aparato, abrí el sobre. El proveedor había pasado de ser CSQ a GM Vending.
- Me tiene que firmar una copia.
Al precio que se está poniendo el kilo de firma, intenté leer el documento, tiempo que aprovechó el técnico para explicarme cómo funcionaba el nuevo cacharro. Como es natural, ni me enteré del contenido del contrato ni del funcionamiento del terminal.
-… y cuando tenga que hacer una anulación, llama a este teléfono y allí le darán las explicaciones pertinentes.
Eso fue todo.

Leí el contrato y, aplicando mis conocimientos en derecho, saqué tres conclusiones:
· El contrato tiene una duración de 1 año prorrogable, salvo que se diga lo contrario por escrito y con un mes de antelación.
· Después del primer año GM Vending puede cobrarme “servicios auxiliares” si facturo menos de 1.000 € mensuales.
· Los porcentajes a percibir por el quiosquero se marcan unilateralmente desde el otro lado.

Aunque el contrato viene fechado el 02/01/2009, la firma real se produjo en el mes de marzo. Pero, eso ya lo he aprendido en un curso acelerado de derecho, la fecha que vale es la que está escrita en el documento.
La página 4 incluye un anexo con los márgenes establecidos por cada compañía de teléfonos móviles. El contrato viene acompañado de dos misivas fechadas el 12 de enero la primera y el 27 de febrero la segunda, en las cuales el señor Juan Daniel Araiz, Director General, nos comunica que el porcentaje establecido por Movistar se reduce en un 0,25% y el de Orange en un 1,50%.

Apenas el técnico instalador se hubo marchado, hice una carga de 5 € al móvil de Salva y llamé al teléfono que me habían indicado para que me enseñaran a anularla. Tuve que introducir unos códigos en el aparato y después, la señorita del otro extremo del hilo, me pidió que desenchufara el alimentador y lo volviera a enchufar. El aparato quedó catatónico e inhábil para cualquier operación; en otras palabras: se fundió. Días después pasó un técnico que certificó su defunción y me dijo que me lo cambiarían. Y quedé en estanbay hasta que tuve que hacer una gestión en la Asociación, conté el caso y, al día siguiente, me instalaron otro aparato que funcionaba y que permitía anular las recargas.

Quedé sorprendido por el porcentaje (17%) que anunciaba GM Vending para las recargas de Lebara. A mí me estaban dando el 7% y pensé que era un error de impresión. La primera recarga me sacó del error (17%). La segunda recarga me volvió a la realidad (8%).

Desenlace

Cada vez que entro en un comercio me maravilla encontrar que, todos aquellos que se precian, utilizan el mismo lector de código de barras que tenemos instalado en mi quiosco con el añadido de un artefacto donde lo depositan cuando se encuentra en estado de reposo. Yo también tengo el mismo artilugio pero no me cabe en ningún sitio y no me queda más remedio que reposar el lector en el primer sitio que pillo y el zapatófono de Marina es ideal. Un día de julio me equivoqué y dejé el lector sobre el terminal de GM Vending. No sé cuántas veces repetí la operación pero, cuando me di cuenta, el aparato había escupido un palmo de papel: Vodafone Inglaterra (Turistas-Pines no se pueden anular). El paréntesis contiene la trascripción del manual (una hoja a simple cara) de instrucciones. Fueron 5 € pero pudieron ser 500.
Al contrario de la risa que me producía la exigencia de yepar cualquier orden transmitida a un antiguo PC, la imposibilidad de nopar la emisión de un pin me puso de una mala leche descomunal.
Para colmo, como surgida por encanto, hizo su entrada en escena la comercial de Marina a quien le conté mis cuitas y (una vez más) me consiguió las mejores condiciones posibles para su datáfono, condiciones que mejoraban las de GM Vending y CSQ, sobre todo en las compañías más extendidas (Movistar, Vodafone y Orange). De nuevo Marina mentía. Vodafone y Orange bajaban medio punto y se quedaban a la altura de CSQ, y MoviStar seguía por encima de la competencia pero me daban algo menos de lo prometido.

Los zapatófonos de Marina BCN y GM Vending duermen el sueño de los justos y en mi quiosco trabajamos con CSQ que, como tiene la versión de carga vía Internet, no ocupa espacio, a la vez que me permite hacer un seguimiento exhaustivo del historial de operaciones. GM Vending queda a la espera de que incorpore las opciones yepar-nopar.

Conclusiones.

· Seguimos siendo ignorados por todos los estamentos. Incluso la Asociación de Vendedores se permite cambiar de proveedor sin tener en cuenta a sus afiliados. El porqué del cambio es claro: GM Vending daba mejores condiciones que CSQ. Pero un quiosquero no puede firmar un contrato (quedando en su poder una copia en blanco) y éste se convierta en agua de borrajas y se pierda en el limbo de los justos. Se avecinan tiempos en que muchos quiosqueros van a sufrir las consecuencias de una firma a la ligera y van a aprender de golpe que no se firma nada que no sea en presencia de su abogado. Como en las películas de gangsters.
· Es muy poco elegante que en el acto de la firma de un contrato, un quiosquero reciba el anuncio de que dos de las compañías con las que va a trabajar han bajado sus porcentajes.
· Ningún terminal, por simple que sea, puede permitir la emisión accidental de un ticket. Y, en caso de que así fuera, debe ofrecer la posibilidad de anulación. Apuntamos la circunstancia para cancelar el contrato en diciembre.
· La palabra de los comerciales no vale un pimiento ni para sus propias empresas. Oí en directo la negociación de mi comercial con su empresa y me ofreció los porcentajes que le dijeron. En la primera factura la compañía los modificó a la baja. Empresa tachada.
· Aunque parezca mentira, en el mundo del quiosco se obtienen mejores resultados negociando individualmente que de forma colectiva. Mantendremos nuestros contactos con CSQ mientras nos trate como hasta ahora.

martes, septiembre 08, 2009

Novecientos dos

¡Bienhallados!

Los que nos dedicamos a criticar al prójimo caemos con frecuencia en el pequeño pecado de soberbia de ver con claridad la paja (o mota) en el ojo ajeno mientras ignoramos olímpicamente la viga en el propio. Despedíamos el curso dando caña a Marina BCN por su maquiavélica idea de poner a disposición de los quiosqueros un 902 como teléfono de atención al cliente. A pesar de que, antes de redactar la filípica, averiguásemos los desperfectos que el mentado número podía ocasionar en nuestra boyante economía, y llamásemos al anterior teléfono normal (al extremo de cuyo cable, una máquina parlante nos comunicaba que debíamos llamar al nuevamente mencionado 902), acabamos de comprobar que nos precipitamos al entrar a matar a la primera.

Por cuestiones que no vienen al caso y que no me apetece relatar, hemos prolongado nuestras vacaciones durante una semana y estamos todavía asimilando las “novedades” de la Cartoná’09. E intentando amontonar los pocos papeles (albaranes y facturas) que Salva ha tenido a bien ir guardándome durante su calvario. Habitualmente, todos los impresos que llegan al quiosco siguen un proceso similar: se separan por distribuidoras, se clasifican por fecha a ojo de buen cubero, se taladran por uno de sus laterales y pasan a formar parte de una carpeta hasta que ésta se llena, momento en el que se archivan definitivamente en el contenedor de basura tras haber sufrido un destripe integral. Por pura casualidad, la primera hoja de uno de los montones era un comunicado de Marina BCN de fecha ligeramente posterior a la publicación de mi crítica. El comunicado nos informaba a los quiosqueros que volvían a estar disponibles los antiguos teléfonos de Marina Press y que la suspensión del servicio del correspondiente 93361XXXX había sido circunstancial y mientras duraba el traslado (desde Press en adelante es lo que yo imagino que ha pasado).

En definitiva, podemos comunicarnos con Marina BCN dentro de la cobertura de nuestra tarifa plana y, salvo letra pequeña que yo no conozco, utilizar el 902 con fines caritativos. Mil perdones por la precipitación.