jueves, septiembre 30, 2010

Códigos de barras

· Introducción
Sin ánimo de ser exahustivos, iniciamos una serie de artículos tendentes a informar sobre las herramientas que facilitan el trabajo de cualquier comerciante pero que, en el caso de los quioscos, se transforman en un problema más de los muchos a los que debemos enfrentarnos. Por una parte, pretendemos que los vendedores de pensa y revistas conozcan estas herramientas, cómo deberían utilizarlas los proveedores y qué debemos hacer para que su uso redunde en nuestro provecho. Por otra parte, pensamos que muchas veces los proveedores hacen las cosas de una determinada manera sólo porque no han pensado en la utilidad que los demás pueden obtener y que, si supieran, por ejemplo, la diferencia que hay entre colocar un código de barras blanco sobre negro en vez de negro sobre blanco, es posible que no tuvieran inconveniente en echar una mano al vendedor entusiasta que se compró un lector láser y ahora le sirve de bien poco.

· Código de barras
Tal como su nombre indica, es una forma de codificación en la que alternan barras claras y oscuras (mejor blancas y negras para no tener problemas con el lector) de modo que puedan permitir una lectura binaria de las mismas. Como en todo sistema binario, el blanco va a representar ausencia y se interpreta como 0 (cero) y el negro representará presencia y se interpreta como 1 (uno). No quiere esto decir que un número o serie de caracteres alfanuméricos se haya de convertir a binario y de ahí generar las barras según los ceros y unos resultantes; cada sistema de código de barras establece lo que se conoce por módulo, que se entendería como la combinación mínima de barras (blancas y negras) necesarias para definir un dígito o letra; en buena parte de los casos, un módulo está formado por dos barras blancas y dos barras negras, insuficiente para representar los 10 dígitos, las 26 letras del alfabeto latino y los caracteres especiales necesarios, problema que se solventa combinando barras de distintas amplitudes. El ancho de barra es siempre proporcional al ancho del código completo y, si a la anchura mínima establecida le asignamos el valor X, la anchura de cada barra será X, 2X, 3X o 4X. Algunos autores definen el código de barras como la versión impresa del Morse, donde los espacios (barras en blanco) serían el punto y las barras (negras) indicarían raya (aquí habría que determinar que hay rayas de distinta duración o longitud).

Con la aparición de los ordenadores y los lectores láser, el código de barras ha simplificado enormemente la identificación de productos, el control de inventarios, el trabajo en el punto de venta, la generación de albaranes y toda aquella operación que dependa de la unidad de producto comercializada: precios, pesos, tamaños, denominación… Es, en definitiva, el código de producto representado gráficamente. En lo que a quioscos se refiere, todos los productos editoriales están identificados por un código único que se puede transformar en código de barras.


La AECOC (Asociación Española de Codificación Comercial) es el organismo español encargado de suministrar el código de barras de productos manufacturados y, en general, de cualquier producto que se comercialice, salvo publicaciones editoriales (de momento y para este artículo). Cataluña tiene su propia agencia, la ACCB (Associació Catalana del Codi de Barres).
Es preciso destacar dos recomendaciones de la AECOC:
1.- El Código de barras ha de situarse en lugar bien visible
2.- Combinación de los colores del fondo y de las barras. El objetivo es que los lectores de códigos operen con la máxima fiabilidad; así, la combinación aconsejada, y la más extendida, es la de barras negras sobre fondo blanco Las combinaciones denominadas legibles han de tener el fondo de color blanco, amarillo, naranja o rojo, y las barras deberían ser de color negro, azul, verde o marrón oscuro. Las denominadas ilegibles y, por tanto no recomendadas, son las que combinan fondo blanco y barras claras o las de fondo oscuro, en especial barras blancas con fondo negro.

Existen distintos métodos para crear códigos de barras, siendo EAN-13 uno de los más extendidos. En cualquier caso, todos ellos están diseñados con el objetivo de que los lectores cometan el mínimo de errores posible, y el mínimo es 0. Para ello, incluyen un carácter de inicio y un carácter de terminación, así como un dígito verificador. Los caracteres de inicio y terminación indican al lector el sentido de interpretación del código, lo cual permite que el resultado sea el mismo tanto si se lee al derecho como si se lee al revés. El dígito verificador se obtiene por combinación de operaciones de los demás números, de modo que si no coincide el dígito calculado con el impreso, se produzca error de lectura y obligue a repetir la operación.

· EAN-13
Como hemos dicho en el párrafo anterior, el European Article Number (EAN) es el sistema de código de barras más extendido en Europa. Estados Unidos utiliza el sistema UPC (Universal Product Code), cuya versión estándar utiliza 12 dígitos. Este código era de obligado uso en el comercio minorista USA.
El código EAN-13 tiene la siguiente distribución:
Tres primeros dígitos: Identifican el país o agencia que concedió el código y es independiente del país productor. Los productos cuyo código se solicita a la AECOC empiezan por 84 y van desde el 840 al 849. Si el código se solicita a la ACCB, empezará por 15 (150 a 159). Hasta hace poco, si se quería comercializar un artículo en USA había que solicitar un código UPC a la agencia americana.
El que el código de barras empiece por 84 no quiere decir que se haya fabricado en España; sólo es indicativo de que fue la agencia española quien lo concedió.
Código de empresa: Es el número formado por entre 5 y 8 dígitos siguientes. Identifica al propietario de la marca.
Código de producto: Formado por el resto de dígitos del código hasta el duodécimo. Identifica el producto y es utilizado libremente por el propietario de la marca.
Dígito décimo tercero: Es el dígito verificador y se obtiene a partir de los 12 primeros números, contando de derecha a izquierda; se suman entre sí los que ocupan posición par, se suman entre sí los que ocupan posición impar y el resultado se multiplica por 3, y se suman ambos resultados. Si el resultado es múltiplo de 10, el dígito verificador es 0; para el resto de casos, el resultado se resta del múltiplo de 10 inmediatamente superior: la diferencia es el dígito verificador.


Desde 2005, EAN y UCC (Uniform Code Council), agencia que asigna los códigos UPC, se han fusionado con la idea de general un único código de barras utilizado mundialmente. La agencia resultante ha sido GS1, que se puede traducir como Global Standard, Global System o Global Solution: el 1 es para despistar o resaltar que será la empresa número 1 en concesión de códigos de barras. De momento, la única repercusión palpable la constituye el hecho de que los lectores que sólo tenían capacidad para detectar 12 dígitos (UPC) no detectan el código EAN-13 y hay que cambiarlos. No afecta a los comerciantes españoles ya que nuestros lectores son capaces de leer códigos UPC y códigos EAN.

· Aclaración
Siempre repito lo mismo y no me importa hacerme pesado. Mis artículos no son científicos; son la interpretación que yo he hecho de cosas que he vivido, leído u oído y, por tanto, no deben entenderse como la Biblia del Quiosco. Aunque, a veces, intente documentarme, están sujetos a error y no deben tomarse más que como ideas o macutazos que es conveniente comprobar.

Continuará...

lunes, septiembre 27, 2010

Quiosqueros del mundo


Por circunstancias que no vienen a cuento, y que ni yo mismo sabría explicar, me he pasado una parte importante de mi vida liderando pequeños grupos sin tener la sabiduría, la templanza ni el valor que el liderazgo requiere. Fui un niño movido pero no revoltoso y las madres de mis amigos sabían (¡pobres!) que, mientras sus hijos estuviesen con Quiosquerico, no harían gamberradas de las que se tuviesen que arrepentir. Fui un joven prudente (acojonado) y los adultos confiaban en mi carácter serio y responsable para dormir tranquilos mientras el grupillo de mozuelos buscaba “novia” por los pueblos vecinos; hasta suponían que cuidaríamos de sus hijas de las acometidas deshonestas a que las someterían los ligones sinvergüenzas. Fui un alumno estudioso y nada follonero, a quien el resto del internado respetaba y quería porque estaba dispuesto a dejar mis deberes por hacer con tal de explicarle la solución matemática de un problema a cualquier compañero con dificultades. Y fui un empleado y jefe (cuando se terció) con autoridad moral sobre los compañeros, en base a que, donde no llegaban ellos, Quiosquero lo hacía posible sacrificando el sueño de una noche o el descanso de un fin de semana.
He subrayado autoridad moral porque ésa fue la única cualidad que pude exhibir para sustentar el liderazgo. Porque, cuando se escapaba una torta, era mi cara quien la recibía ya que, por aquellos entonces, el líder encabezaba siempre la manada. Por el contrario, si alguna vez había que repartir un caramelo, cada cual se llevaba su parte alícuota. Reconozco que, en alguna ocasión en que las cosas se pusieron serias, mis muchachos sacaron pecho y defendieron tanto mi honor como mi integridad. Sin embargo, al echar cuentas sobre los tiempos pasados, sólo puedo presumir de un par de docenas de amigos, de los que, por los menos, docena y media son amigos de la infancia y primera juventud: Juanico el de Lola, Paquito el de Amalia, Juanillo el de la Maritina, Paquito el Rosa, Refalillo, El Letri, Constantino, Elnán Cortés, los hermanos Justo, Garbancito… A algunos de ellos hace más de 30 años que no los he visto, pero es igual; sentiré una alegría inmensa cuando los encuentre.
Y no hay más. Ni compañeros de colegio, ni compañeros de universidad, ni compañeros de trabajo… Quedan recuerdos pero no hay personas que los fundamenten. En 55 años, dos docenas de amigos y la familia… Poco bagaje para tan largo recorrido.

Quiosquero y Enrique

Y, hete aquí, que paso 5 años, 59 meses para ser exacto, al frente de un quiosco y me llueve la gente que me aprecia y a quienes aprecio. Los clientes son el ejemplo más directo; casi me da corte pasar a saludar porque soporto bastante mal las muestras de afecto, sean falsas o sinceras, y acabo al borde de la emoción. Se podría decir que es natural, dado que son personas con las que he tratado cada día.
Lo realmente sorprende son los quiosqueros, personas a las que en su mayoría no he visto en mi vida y que sólo conozco por los comentarios que me han dejado en el blog. Ellos me conocen algo mejor porque me han leído en profundidad; igual que yo conozco a los que escriben en blog propio. Pero no deja de maravillarme que me presente en cualquier ciudad española, visite un quiosco y diga quién soy, para entablar una relación que, a cualquiera que nos observe, le parecerá que viene de bastante tiempo atrás. Y si tengo localizado al colega y aviso con un mínimo de tiempo, busca el hueco necesario y echamos un rato que en nada se diferencia con el que echaría con Juanico el de Lola o Juanillo el de la Maritina. Nos entendemos a la perfección porque nos aquejan problemas similares y, ya sea en Barcelona, Santander o La Coruña, quienes nos putean son los mismos aunque pudieran responder a distintas siglas (la mayoría de las veces, ni eso).
Es lo que he sacado de estos 5 años: amigos. Amigos por los que no me importa hacer 300 ó 400 km. para estar una o dos horas con ellos y vivir momentos dulces mientras comentamos circunstancias amargas. ¡El sacrificio ha valido la pena!

Marta


Miguel y Quiosquero


Miguel y Quiosquero


Quiosquera, Quiosquero y Lurdes


Quiosquera, Marta, Quiosquero y Lurdes


Marta, Miguel, Lurdes y Quiosquero


Marta, Miguel, Quiosquera, Quiosquero y Lurdes

martes, septiembre 14, 2010

Coche Ferrari El País

Leemos en las páginas de AVECOMA y el foro El Vendedor de Prensa que la promoción del Coche Ferrari patrocinada por los diarios El País y AS se librará en los quioscos con un porcentaje de descuento del 15%. Una vez más las empresas editoras se chotean de los vendedores y consideran que el que un quiosquero supere los 5€ de ganancia en una sola venta puede ser perjudicial para su salud.

Los paquetes de cigarrillos advierten que el tabaco perjudica la salud del fumador activo y pasivo. Pasivo… Es una palabra que me encantó mientras fui fumador. Ya que yo pagaba unos impuestos exorbitantes que benficiaban a todos los españoles, es de justicia que también se repartan el humo; es decir, si soy yo quien paga y todos se benefician, no es justo que sea menda el único afectado por el cáncer de pulmón. Aquí, de joderse, nos jodemos todos.
Desde el punto de vista del no fumador, él, que no participa en el placer del cigarrillo o en el placer de molestar a los demás con el cigarrillo, tiene derecho a preservar sus pulmones. Y en esta disyuntiva, el gobierno, que no tiene güevos de prohibir la venta de un veneno de toxicidad demostrada, saca una norma, más populista que efectiva, según la cual al fumador se le limitan los espacios en los que se les permite dar por saco al prójimo. Y para compensar el ingreso que deberían proporcionarle los cigarrillos no fumados, sube los impuestos del tabaco. O sea, el fumador activo tendrá que pagar más y joder menos.
Yo, Quiosquero, ciudadano libre en teoría, puedo decidir y decido que a ese precio no me juego mi salud, tanto más cuando se reduce sensiblemente mi capacidad de socavar la salud de los demás, y dejo de comprar tabaco.

Pues con la promoción del Coche Ferrari debería de ser lo mismo. Los sexudos (por lo que tocan los cojines) expertos financieros del Grupo Prisa han llegado a la conclusión que aplicar el 25% de rigor a la promoción mencionada perjudica la salud de los vendedores.
Yo, quiosquero, ciudadano esclavizado en la práctica, no puedo decidir si a ese precio me merece la pena trapichear con el producto. Y esto no es una teoría. Cuando algunos quiosqueros de Barcelona nos negamos a vender dos o tres publicaciones para forzar una negociación sobre unos portes abusivos, todas las distribuidoras a una, y con la connivencia de las empresas editoras, nos cortaron el servicio y las alas; mantuvieron los portes en límites cuasi insoportables y retrocedieron un año los derechos conquistados (léase cartillas).

Lo que ninguna distribuidora ni editorial puede impedirme es que convenza a mis clientes (si los tuviera, que ya no es el caso) de que no les interesa rellenar la cartillita de la promoción porque si tienen algún problema yo no voy a hacer nada por solucionárselo dado que no me pagan lo suficiente.
Y no dudemos de que si alguien no pincha la muñeca, sólo joderán los de siempre.

martes, septiembre 07, 2010

Me lo han escrito: coleccionar, vender.

Del verbo coleccionar: yo colecciono, tu coleccionas...
del verbo vender: yo vendo, tu vendes,..., ellos se ponen las botas.

Mi querido quiosquero, compañero de fatigas:

!Por fin han llegado, ya están aquí¡
Como cada temporada, al filo del otoño, los jardines se llenan de hojarasca y nuestros kioscos se visten de lujo con los mejores “cartonazos” de las colecciones anunciadas en la tele.
Nuestra profesión se renueva cada año. Siéntete contento, se solidario, hazte ONG.

Con solo levantarte cada mañana y meterte en el kiosco durante más de diez horas, casi todos los días del año, estas ayudando a que la Cuenta de Resultados de nuestra S.A, de Ediciones y Distribuciones se acreciente más y más, tanto como para que puedan continuar dándote las migajas de sus pingües beneficios.

Levántate cada mañana y haz de hombre anuncio; de escaparate de sus lanzamientos. Por un precio irrisorio, publicítales bien los Números Uno. Búscales tu acera mas transitada de público. Ponlos a cubierto dentro del kiosco cuando llueva. Recógelos por la noches; vuelve a exponerlos mañana otra vez. Procura que no te manguen ninguno .

¡Aupa, despierta! que tienes que conseguir clientes para sus colecciones. Ayúdales a puentearte (¿o será putearte?). Que sean ellos los que vendan las colecciones completas. Tu dedícate a lo tuyo: las estampitas, los sobresitos...

Recomiéndaselos a tus “clientes”. Haz uso de tu rudimentario marketing para convencerles. Ilusiónales con las ventajas de hacer la colección completa. Y al final siéntete feliz si consigues colocárselos.

Que no se te olvide que en el interior, el fascículo lleva un regalito para ti. Sí, un regalito envenenado en forma de Boletín de Suscripción. Eso sí, ¡sé optimista! No hay mal que por bien no venga: eso te librará de tener que vender la colección completa al cliente. Que lo hagan ellos y de esta forma cooperas en su engrandecimiento. Ayúdales a empujar un poquito más esta puta rueda que algún día terminará por triturarnos a todos.

¡Arriba, que es tarde! y hoy toca devolver los que, a pesar de tu esfuerzo y el de la tele, no has podido vender. Ya sabes, hay que buscarlos entre ingentes cantidades de cartón, arreglar los que estén rotos, anotarlos, empaquetarlos, etiquetarlos... No te sale la cuenta ¿te habrán robado alguno? ¿estarán aún en plazo para devolverlos? y finalmente, cruza los dedos y respira hondo para que te abonen todo lo que envías.

Bueno lo dejo aquí, que tengo que continuar echando de comer a los tiburones

Juan Romero Cruz
Lucena-Córdoba

jueves, septiembre 02, 2010

Mala conciencia

Llevo un par de días durmiendo mal. Una vez publicado el post “Mierda seca” me ha quedado un cierto regomello que me impide dormir a pata suelta; a lo peor me he pasado. No me gusta la frase: “Yo duermo con la conciencia tranquila”. Con la conciencia tranquila sólo duermen quienes no tienen conciencia. Los que sí tenemos, aun cuando sea poca, solemos dudar si fuimos justos o no y eso nos crea problemas de sueño.
Esta noche volveré a dormir intranquilo: ahora tengo la duda de haber sido demasiado considerado con los senescales del Señor Conde. El motivo no es otro que, en contra de los consejos de médicos, familiares y amigos, me he pasado por el quiosco. Y lo he visto… He visto el tomo 6 de la promoción Enciclopedia de Economía y Finanzas.

Entre mis clientes, los tenía buenos, malos y regulares. Gaius Caesar era de los buenos. No es que comprase mucho, es que hacía colecciones importantes, es decir, de las que cada volumen subía un pico. Cuando los Ángeles de Dalry se hicieron cargo del quiosco, Gaius acababa de empezar la Enciclopedia de Economía y Finanzas: 20 volúmenes a 12,90 (salvo el primero que casi era regalado) más El Mundo de Catalunya o Expansión. Una fortuna.
Gaius no suele pasar por el quiosco los fines de semana; lo hace el lunes o el martes y entonces retira sus encargos. La semana que tocaba entregar el volumen número 6 no pasó ni el lunes ni el martes y las chicas, novatas todavía, devolvieron los ejemplares sobrantes sin tener en cuenta la reserva. Cuando Gaius pasó con su recorte en busca de la enciclopedia se encontró que el tomo había volado. Le pegó un chorreo de mil pares de demonios al ángel que estaba de guardia y reclamó su reserva. Hay una cosa que los Ángeles de Dalry han aprendido y es que, por mucho cupón que se recorte al diario, toda promoción que se pida a Marina Press cuarenta y ocho horas después del día de venta fijado ve incrementado su precio en el valor del correspondiente diario. Me pidieron consejo. Dado que Gaius es cumplidor y, además, todavía faltaban 14 tomos por salir, era rentable que el quiosco asumiera el coste del diario; así lo dije y así hicieron los ángeles: pidieron a Marina Press la entrega número 6 la Enciclopedia de Economía y Finanzas.

Cada semana Gaius preguntaba por el volumen atrasado. Cada semana Gaius recibía la misma respuesta. Casi cada semana los ángeles reclamaban el pedido. Y, al fin, el pedido llegó. Fecha: 22/05/2010 (esa es la fecha en que el citado tomo se puso a la venta; la fecha de pedido debió ser el 26 ó 27/05/2010). Fecha de suministro: 23/08/2010.
Gaius estaba de vacaciones…
Llegó septiembre y con el mes volvieron los veraneantes. Entre ellos, Gaius. El ángel de guardia le mostró los dientes en una sonrisa distendida y le dio la buena nueva: ¡Ha llegado el tomo que esperábamos! Gaius se quedó parado.
- ¡¿Ya para qué?! Antes de irme de vacaciones llamé a la editorial y me dijeron que me lo mandaban en una semana. Tengo en casa el aviso de correos para que pase a recogerlo.
- ¿Lo devuelvo entonces?
- No. Espérate. Hoy o mañana averiguaré si puedo devolver el que me han mandado y si no hay problema me llevaré éste.

No sé cómo acabará el episodio pero estoy seguro de que Gaius intentará no quedar mal con la editorial por si tiene que recurrir a ella en otra ocasión, cosa harto probable, en cuyo caso el quiosco se comerá 14,10 mancusos (diario incluido) porque Marina Press considerará que el pedido es en firme y no admitirá la devolución.


Preguntas tontas:
¿A dónde mandaría cualquier comerciante a un proveedor que tardara 3 meses en servirle un producto del que sabe que hay existencias suficientes?
¿Por qué si un particular pide a la empresa editora un número de una revista que cueste uno o dos euros lo remite a su quiosco, pero si le pide una publicación que valga doce euros se la sirve?
¿Por qué el quiosquero se la tiene que envainar siempre?

¡Viva la economía de marcado y la libre incompetencia!