jueves, mayo 27, 2010

Las Sartenes de San Ignacio

SADE, tal como esperaba, ha respondido con rapidez. Si el viernes 21 denunciábamos tres errores, el martes 25 ya habíamos recibido la factura de rectificación. Podríamos decir que, esta vez, eran ellos los perjudicados pero podrían haber aplicado una rectificación a medias: cargo de los libros mal abonados y mantenimiento de portes. No vale. Si cuando se equivocan en mi contra los pongo a caer de un burro, cuando rectifican y hacen las cosas como deben, sea a favor mío o a favor suyo, he de aplaudir y loar su rectificación

A veces, algún colega me ha insinuado si las distribuidoras no me hacen a mí un trato especial para evitar que me meta con ellas en el blog. No, no es por eso. A las distribuidoras les importa un pimiento lo que yo pueda decir u opinar de ellas, aunque reconozco que, en alguna, si me han hecho un trato especial; pero ¿hay muchos vendedores de prensa que protesten una factura porque le devuelven 100 de más? Por ahí va el tráfico de influencias.

En otro orden de cosas, los Ángeles de Dalr se defienden como pueden. Les falta tiempo para introducir los albaranes, las pasan canutas cuando un albarán no les cuadra, mandan revistas al proveedor que no toca (pero que hubo una época en que tocó), el quiosco es un batiburrillo de publicaciones y no tienen tiempo de cuadrar las facturas. Les echo una mano cuando puedo (se entiende que la mano sólo se dedica a resolver problemas administrativos). Esta semana me ha costado Dios y ayuda cuadrar la factura de Logística de Medios. Sobre la forma de trabajar de Logística se podría escribir una enciclopedia de varios tomos y es probable que algún día abordemos la tarea; de momento es suficiente con mostrar cómo queda una de sus facturas después de pasar por mis manos.

1

2

3

4

5

6

Cada tachadura o anotación en el papel no tiene por qué ser un error, se trata de un punto de posible conflicto que a mí me ha obligado a realizar una labor detectivesca. La última hoja la ocupan las amalgamas, es decir, publicaciones recibidas mediante un solo albarán (lo que envía Logística ¿se puede llamar albarán?) pero que se facturan en ocho semanas distintas, u otras publicaciones que hay que analizar y averiguar qué número de entrega están facturando o abonando.

La estrella de la semana ha sido el cuadre de las sartenes. Conozco la historia de San Lorenzo, mártir cristiano que pusieron a rostir en una parrilla; cuando ya llevaba un rato sobre el fuego y el olor a pinchito se extendía por los alrededores, parece ser que San Lorenzo dijo:
- Ponedme del otro lado que por esta parte ya estoy asado.
Y se achicharró tan pancho.

San Ignacio es más moderno y comedido. A San Ignacio no lo asaron en una parrilla; debieron hacerlo al ajillo y en sartén. En varias sartenes, porque sólo a mí ya me habían traído varios juegos, cada uno de ellos compuesto de sartenes de distintos tamaños: para filetes y costillas, para tajadas varias, y una para hacer tortilla al Sacromonte con los sesos y menudillos del santo.

No es esa la razón de que saque a San Ignacio a la palestra; es que no me cuadraba. Tuve que ir al albarán original: los Ángeles habían cometido un pequeño error y le habían aplicado el porcentaje habitual del 25%. Digo porcentaje habitual porque es una locución que utiliza mucho una de las distribuidoras, y si hay porcentaje habitual, significa que pueden aplicarse porcentajes no habituales. Pues bien, el porcentaje no era el habitual del 25%, ni del 24, ni del 22, ni del 21, ni del 20; el porcentaje era del 20,36%. Y pregunto, ¿por qué exactamente con 36? ¿En base a qué cálculos se establece el porcentaje de las promociones? Si se hubiese aplicado el porcentaje habitual, la ganancia del vendedor de la promoción habría sido de 4,48€ por unidad vendida; aplicando el 20,36, la ganancia se reduce a 3,51€. ¿Le parece a Logística de Medios que ganar 4,48€ en una sola venta puede perjudicar la salud del vendedor activo y del pasivo? ¿Quién, cómo y por qué establece los porcentajes de las promociones? ¿Si hay un pacto previo, por qué algunos quiosqueros no lo conocen?

A Dalr le importa un güevo el euro perdido en el trapicheo (sólo hubo un cliente que encontró adecuado gastarse 20€ en sartenes) pero se están dando muchos precedentes en la modificación de porcentajes a la baja sin que nadie dé explicación alguna del motivo y así “nunca seremos los dueños de nuestro negocio (Dalr)”.

viernes, mayo 21, 2010

Cometieron tres errores

La película “Cometieron dos errores” es un seudo-spaghetti western de Clint Eastwood en el que, cosa rara, no participó Sergio Leone. Quizá por eso, cierto crítico apostillaba que el título de la película debió ser “Cometieron tres errores”; el tercer error era haberla rodado.

Películas del oeste al margen, hoy tenía el propósito de iniciar la serie que tratara de “los depredadores” que acechan alrededor del quiosco con uñas y dientes afilados pero, cuando uno se dedica al arte u oficio de comunicar, muchas veces tiene que cambiar planes e improvisar ante noticias, si no de mayor calado, si de más pronta caducidad y que requieren, por tanto, mayor urgencia de publicación.


La imagen es una factura real; capada pero real. La factura tiene tres líneas: un albarán complementario por valor de 4,51€, un albarán de reclamación de -100,58€ y una línea de trabajos auxiliares. La pregunta del millón: ¿cuántos errores hay una factura de tres líneas? Exacto: tres.
1.- Error número 1: El albarán complementario corresponde a una reserva garantizada que, en efecto, se hizo cuando el quiosco estaba a mi nombre. Yo no tengo quiosco, luego ese albarán debió llegar a nombre del nuevo titular o no llegar. Lo único cierto es que no me lo pueden enviar a mí dado que ya no existo como quiosquero. Me temo que hasta que no haga personalmente las gestiones oportunas ante Planeta DeAgostini, me seguirán llegando facturas. Aunque si dejo de pagarlas me cortarán el servicio y se acabará el problema; probablemente los clientes dejarán de recibir su reserva garantizada… ¡que se jodan!
2.- Error número 2: El albarán de reclamación corresponde a una reclamación anulada; o eso creo. Cuando me enviaron los packs de libros de Sant Jordi, detecté que faltaban ejemplares en uno de los envíos e inmediatamente envié el fax de reclamación. Al día siguiente Salva sacó de debajo de unos periódicos una caja de libros que coincidía con la lista reclamada. Nuevo fax al proveedor diciendo que los libros habían aparecido y que, por tanto, quedaba sin efecto la reclamación anterior. El proceso de reclamaciones debe seguir el método FIFO, es decir, primera entrada, primera salida (First input, first output), seguramente amontonadas por estricto orden de llegada e independientes del cliente que hace la reclamación. Al segundo fax se llegará esta semana, aunque como el texto hace referencia a la reclamación de ayer lo mismo no se enteran de qué reclamación estoy hablando y me pagan los 100 euros que valen unos libros que ya he vendido o devuelto.
3.- Error número 3. Dado que a mí no me han traído nada, tampoco deberían cobrarme trabajos auxiliares y como al punto de venta ya le han cobrado una semana de portes en esta nueva factura están duplicando el cobro (mangando), salvo que la semana ya no tenga ni cinco (Stalin), ni seis (Stalin), ni siete (Yhavéh), ni ocho días (Señor Conde de la Marina Press y Grande de España), sino que hayamos pasado a la semana de 14 días (Xavier Sabaté).

La factura deja claros varios aspectos:
1.- No está previsto que un quiosco cambie de titular o la experiencia les ha enseñado a las distribuidoras que los quiosqueros, cuando nos retiramos, nos llevamos a casa los clientes con reserva garantizada. Con lo exiguo de la pensión y la congelación salarial de los pensionistas, unos y otros vamos a comer lo que se comió Mahoma (que el Innombrable tenga en su gloria).
2.- No son unos chorizos; de serlo no me hubieran pagado 100€ por unos libros que he reclamado y devuelto (las dos cosas), circunstancia que debería constar en mi cuenta corriente informática donde el programa adecuado detectaría la circunstancia y rechazaría la reclamación. Si ha colado, sugiero al señor Xavier Sabaté que ponga en la puta calle a todo el equipo informático por incompetente.
3.- Los programas informáticos tienen funciones que actúan de forma automática: si a un quiosquero le llevo un pedido, le cobro portes. Los programas informáticos tienen funciones que no actúan de forma automática: si a un quiosquero le llevo un sólo pedido no es posible que el repartidor haya ido al quiosco todos los días de la semana.
4.- Los portes (con perdón, los trabajos auxiliares) no dependen de las veces que el transportista va a llevar género al quiosco sino que están asignados a tanto por factura.
5.- Si una factura como la que muestro sale a la luz, es que todos los componentes del equipo son tontos del culo. Esto lo digo bajito y con la boca pequeña porque la última vez que lo dije, estos mismos sujetos me enviaron al inspector amenazándome con cortarme el servicio si los seguía insultando. Aunque bien mirado lo puedo decir alto y claro ya que es justo lo que quiero, que me corten el servicio de una puñetera vez.

Cachondeítos aparte, estoy seguro que, después de la misiva que les he enviado resaltando los errores detectados, se va a emitir una nueva factura en la que me cobrarán los libros y me abonarán los portes. Pero quiero que quede clara una cosa que demuestra hasta qué punto un quiosquero está sometido a sus depredadores: si la factura fuese correcta y lo sería de no haber cometido el segundo error, es decir, si a un a un quiosco se le hubiese servido un pedido de 4,51€ con una sola publicación de 5,99€ de PVP, tendría que pagar 33,59€ de portes que debería cubrir con su ganancia de 1,48€ y esto sería legal por mucho que nos pueda parecer que semejante factura constituya un robo a pluma armada.
Tiene miga.

lunes, mayo 17, 2010

Los quiosqueros

Como he hecho en muchas ocasiones, advierto que no pretendo sentar cátedra ni que mis verdades alcancen el grado de verdades objetivas. Una vez más afirmo que cuento aquí lo que a mí (y sólo a mí) me ha sucedido y las enseñanzas (subjetivas) que de tales sucesos he sacado, sin pretender que estos conocimientos deban ser considerados como la Biblia de los quiosqueros. Es simple y llanamente mi opinión.

quiosquero, ra.
1. m. y f. Persona que trabaja en un quiosco, especialmente de periódicos. (Definición objetiva de la Real Academia Española de la Lengua)
2. m. y f. Mamillorónfero (que llora mucho y mama poco) ungulado (con pezuñas, çiervo). Subespecie humana en vías de extinción. (Definición subjetiva de Quiosquero).

Las definiciones son suficientemente claras pero, quizás, habría que matizar qué queremos decir con la expresión “en vías de extinción”.
Un ser vivo se extingue cuando las palma el último de su especie (verdad de Perogrullo) y esto puede producirse por uno de dos motivos:
a) Por inanición: un cambio brusco del hábitat hace disminuir drásticamente el alimento de la especie y sus individuos la cascan esmayaos.
b) Por deglución: un cambio brusco del hábitat permite un aumento desmesurado de los depredadores de la especie, y sus individuos van cayendo bajo las garras y comillos de tales depredadores.

No parece ser ninguno de ambos motivos la causa principal de la desaparición de los quiosqueros. Es cierto que el alimento escasea: se venden muchos menos diarios y revistas que hace unos años (un montón de años). Es cierto que la naturaleza presenta nuevos alimentos, pero estos son poco nutritivos: tarjetas bus, recargas de móviles, loterías varias… Es cierto que los depredadores son potentes, pero no más que antes, ni mas glotones ni más tontos, con el añadido de que saben que el quiosquero es el único alimento de que disponen y no conviene liquidar la especie en tanto que difícilmente obtendrán otra víctima que se deje zampar tan mansamente.
Se podrían enumerar muchas más razones con resultado deductivo similar. El gran problema o la causa última que pone en peligro la especie es la tendencia del quiosquero al canibalismo, llevado a tales extremos que ha inventado la autofagia, es decir, la capacidad de devorarse a sí mismo.

En las pocas horas que compartí con Kioskero absorbí conocimientos equivalentes a varios meses a pie de quiosco. Y no es porque Kioskero sea un manual de ciencia; es porque es expresivo en sus explicaciones y se le entiende todo, y yo estoy acostumbrado a recibir una educación descriptiva en la que se me pongan ejemplos tangibles que mis desgastadas neuronas puedan recordar y relacionar con facilidad.
- ¿Sabéis –dijo- cuál es la empresa más antigua que existe? ¡La Iglesia! ¿Y por qué la Iglesia lleva 2000 años en pie? Por su uniformidad. Uniformidad de uniforme. Cuando un sacerdote se pone la sotana, el alzacuellos o el cleryman, cuando se pone el uniforme, sabe exactamente quién es, para quién trabaja y qué tiene que hacer en cada momento. El uniforme lo sitúa y lo distingue de los demás. Y eso es lo que nos falta a los quiosqueros: uniformidad.

Y es que los quiosqueros hablamos de unidad cuando queremos decir uniformidad, pero no nos referimos a la misma uniformidad que Kioskero; nos estamos refiriendo a uniformidad de pensamiento. Y si la unidad no es posible, la uniformidad (de pensamiento) no es deseable. Y lo que los quiosqueros queremos es que los demás colegas piensen como nosotros o sean fieles a la forma de pensar que nos dictan nuestros líderes. Mientras discutimos si son galgos o podencos, los verdaderos depredadores van dando mordiscos a nuestro alrededor, ya sea valorando el módulo (IRPF) del quiosco por encima del valor real de nuestras ganancias, ya sea cobrando portes abusivos, ya sea embarcándonos en aventuras a sabiendas de que no pueden llegar a buen fin si no hay un diálogo previo entre todas las partes.

Mientras los quiosqueros no vistan cada mañana el uniforme que los distingue de otros profesionales, mientras los quiosqueros antepongan los problemas individuales a los del colectivo, mientras los quiosqueros esperen que la administración les saque las castañas del fuego, mientras los quiosqueros no entiendan que ellos y solo ellos tienen la llave de su futuro, al quiosco seguirán llegando los productos que nadie quiere distribuir por su escasa rentabilidad, seguirán sometidos al capricho de sus depredadores y acabarán autoinmolándose porque "ni son dueños de su negocio ni su negocio es negocio" (Dalr dixit).

lunes, mayo 10, 2010

Los puntos sobre la íes

Yo debería estar tomando el sol sentado en un banco del parque, mirando cómo corren los chiquillos y admirando la paciencia y otras cosas de sus madres. Estoy, sin embargo, frente a la pantalla de un ordenador que pide a gritos que le haga a fondo una limpieza booleana o que compre otro más sencillo y más actual. Y estoy aquí porque podría pasar miles de años en un quiosco y no se secaría la fuente de las sorpresas, ni dejarían de retorcerme las tripas los abusos que las malas personas (ya sabéis a qué acepción del diccionario me refiero) ejercen sobre los pardillos o novatos en el oficio. Dalr lleva 5 años de mili pero para las distribuidoras es un número, un número nuevo y, por tanto, candidato a financiar gratis a las empresas que viven del quiosco o de la sangre del quiosquero.
Hay una cosa que tengo segura: NO SOY QUIOSQUERO EN ACTIVO Y PUEDO DECIR LO QUE SE ME ANTOJE SIN LA AMENAZA PERMANENTE DE UN CORTE DE SERVICIO. Si alguien se considera injuriado puede acudir a los tribunales de justicia y allí nos veremos las caras. Pero de lo demás, punto pelota.

A mi madre le gustaba la radio porque podía ir haciendo la tarea diaria mientras escuchaba a Farina, Antonio Molina, Marifé de Triana, Concha Piquer o al reventao de Antonio Machín. La televisión la agobia; tiene que estar sentada ante el aparato y no entiende la mitad de lo que cuenta. Sin embargo le gusta ver el programa de Juan y Medio en Tele Sevilla, digo Canal Sur, tanto si trata con niños como si trata con adultos, y en su ausencia, es capaz de aguantar La Tarde. Estos días atrás, al llegar del cole, le conectaba Canal Sur y, si ya había acabado Juan y Medio (casi siempre), la mandaba a Antena 3 con Cristina. Uno de esos días tropecé con un intento de entrevista en Zahara de los Atunes a la abuela del presunto hijo del padre de Paquirri (vayan deduciendo parentescos) y me quedé a verla. Reconozco mi pecado: me reí con las expresiones de la vieja. Lo que vino a continuación fue una crítica feroz a Belén Esteban porque había dicho públicamente que “por su hija mata”. No me gusta la susodicha, es más, me repatea los higadillos, pero no encuentro base para meterse con ella por esas palabras. Es lo que haría yo y lo que hace cualquier ser vivo con sentido de la paternidad o maternidad.

La i es el quiosco; el punto, la represalia. La i incorpora su propio punto; mejor no añadirle puntos adicionales.
Si no se entiende bien recomiendo la lectura de El Embargo de José María Gabriel y Galán.

Señol jues, pasi usté más alanti
y que entrin tos esos,
no le dé a usté ansia
no le dé a usté mieo...
Si venís antiayel a afligila
sos tumbo a la puerta.
¡Pero ya s'ha muerto!
¡Embargal, embargal los avíos,
que aquí no hay dinero:
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no le sirvieron;
y eso que me quea,
porque no me dio tiempo a vendello,
ya me está sobrando,
ya me está gediendo!
Embargal esi sacho de pico,
y esas jocis clavás en el techo,
y esa segureja
y ese cacho e liendro...
¡Jerramientas, que no quedi una!
¿Ya pa qué las quiero?
Si tuviá que ganalo pa ella,
¡cualisquiá me quitaba a mí eso!
Pero ya no quio vel esi sacho,
ni esas jocis clavás en el techo,
ni esa segureja
ni ese cacho e liendro...
¡Pero a vel, señol jues:
cuidaíto si alguno de ésos
es osao de tocali a esa cama
ondi ella s'ha muerto:
la camita ondi yo la he querío
cuando dambos estábamos güenos;
la camita ondi yo la he cuidiau,
la camita ondi estuvo su cuerpo
cuatro mesis vivo
y una nochi muerto!
¡Señol jues: que nenguno sea osao
de tocali a esa cama ni un pelo,
porque aquí lo jinco
delanti usté mesmo!
...

jueves, mayo 06, 2010

Marina instituye la semana de ocho días

El programa de Preuniversitario de los años sesenta debió incluir 39 temas en la disciplina de Matemáticas pero como resultaba un número bastante absurdo, algún iluminado redondeó añadiendo el cuadragésimo capítulo que denominó El Calendario. Don Manuel Bravo, mi profesor, además de ser un verdadero malafollá granaíno, era un excelente educador. Prueba de su malafollá es el hecho de que, en pleno curso, se vio afectado por una parálisis facial que le torció ligeramente la boca y cuando le preguntábamos qué tal se encontraba contestaba con mala leche contenida:
- Como los peones de ajedrez, ando p’alante y como pal lao.
Como educador era un genio. De su mano recorrimos los principios de la matemática de conjuntos, mariconada que no se incluyó en bachiller hasta la reforma de Villar Palasí, los números congruentes, las ecuaciones diofánticas, los giros en el plano y en el espacio, la representación de funciones y treinta y tantos temas más que podían caernos en suerte en el Examen de Madurez (¡ahí es ná!). El calendario lo dimos de pasada: reforma juliana con la inclusión del año bisiesto cada cuatro, reforma gregoriana con la supresión de tres bisiestos cada cuatrocientos años, y pare usted de contar. Hasta se habló de un proyecto (americano, cómo no) con un año de 364 días, 13 meses de 28 días y 52 semanas exactas. Todos los años empezarían el lunes 1 de enero y acabarían el domingo 28 de diciembre. Para completar el ciclo solar, se añadiría un día festivo denominado “fin de año” que no sería ni lunes ni martes ni ná de ná y que estaría situado entre el 28 de diciembre y el 1 de enero. Los años bisiestos tendrían un día adicional festivo que tampoco sería ni lunes ni martes ni ná de ná, y que se situaría entre el 28 de junio y el 1 de julio. Todas las fiestas religiosas pasarían a celebrarse en domingo y, así, todo el mundo se regiría por el mismo calendario laboral. Salvo las fiestas del régimen o fiestas patrias, que cada país marcaría las suyas propias. Obviamente, este calendario tropezó con la Iglesia, la Mezquita y la Sinagoga y quedó en idea sugerente.

Una vez superada la Prueba o Examen de Madurez, he leído sobre algunas de las diversas formas que han utilizado los hombres para medir el tiempo y, casi siempre, éstas han dependido del sol o de la luna; de ahí que hablemos de año solar, año lunar o año lunisolar. Para no hacernos pesados, diremos que el año solar es el nuestro, el cristiano (gregoriano), de 365 días los años normales y 366 los años bisiestos. El calendario musulmán se rige por el año lunar de 354 días, lo que explica que el Ramadán vaya variando respecto a las estaciones. El calendario judío es lunisolar, es decir, cada año tiene 354 días dividido en 12 meses, pero para evitar que la Pascua judía retroceda hasta el invierno, cada vez que hace falta, se celebra un “año preñado” que es un año con 13 meses que ajusta el desvío estacional.
De lo que he encontrado poca información es de la duración de una semana, aunque el Génesis deja claro que Dios estableció que una semana se compone de seis días de trabajo más uno de descanso, por más que investigadores modernos (seguramente ateos) quieran hacernos creer que los judíos copiaron la semana de siete días durante su cautividad en Babilonia. Lo que no admite discusión es la magia del número siete, que se repite en todas las culturas y en todas las épocas: los siete sabios de Grecia, las siete colinas de Roma, los siete pecados capitales, las siete más siete obras de misericordia, las siete maravillas del mundo, las siete notas musicales, los siete colores del arco iris… los siete días de la semana y los siete “planetas” que se mueven en el firmamento y que pueden verse a simple vista (Sol, Luna, Marte, Venus, Mercurio, Júpiter y Saturno). Sólo conozco dos casos en la historia en que se atrevieron a modificar la semana de 7 días: la revolución francesa que dividió el año en 36 décadas de 10 días cada una, y el régimen soviético que estableció primero la semana de 5 días (se cargaba sábado y domingo y, por tanto, el día del Señor para judíos y cristianos) y, más tarde, la semana de seis días porque cinco días de trabajo eran demasiado poco…
Y ahora, Marina Press, que se atreve con la semana de ocho días: siete de trabajo y uno de cobro.

Me explico.
Cuando un quiosco cambia de titular, se ha de establecer un día como comienzo del quiosquero entrante. Hasta el día anterior, el género servido pertenece al titular saliente y a él debe facturársele; a partir de ahí, es el nuevo quiosquero quien responde a albaranes, devoluciones y facturas. Por exigencias del guión de algunas distribuidoras, el cambio ha de hacerse en la madrugada del domingo al lunes, siempre después del cierre dominical y antes del inicio del nuevo día. Marina Press factura el sábado, es decir, que la factura de cada semana incluye las entregas que se han hecho desde el domingo anterior hasta el sábado en curso, al tiempo que recoge las devoluciones habidas contando siete días hacia atrás desde el jueves precedente (inclusive). Por tanto, la primera factura de Dalr debía de ser de 6 días, a saber, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado. La factura de Quiosquero debería ser la correspondiente al domingo que precedía a la toma de posesión de Dalr. Y, en efecto, a la semana siguiente llegaron 2 facturas: una chiquitita para Quiosquero y otra voluminosa para Dalr. Como en esta vida (la que se vive alrededor de un quiosco) a uno ya le ha pasado casi de todo, hice unas sencillas operaciones:
a.- Factura de Dalr.
16,21€ de portes / 2,70€ por día = 6 días
b.- Factura de Quiosquero.
5,40€ de portes / 2,70€ por día = 2 días
c.- Número de días de entrega
6 días de Dalr + 2 días de Quiosquero = 8 días a la semana
¡Voilà!
Ante tal transgresión bíblica, el inquisidor Quiosquemada ha lanzado al Tribunal del Santo Oficio a investigar. Por el momento, Marineo Marinei no se ha retractado.

Es claro que Marina Press no hace las cosas porque sí y ofrece la demostración matemática para todo aquél que la quiera ver. No soy ni Euler ni Euclides ni Fermat, pero voy a intentar dar una explicación clara y concisa de la obviedad del teorema.
Primer paso.- La Noche del domingo al lunes, Marina Press cambia los códigos de los clientes entrante y saliente.
Segundo paso.- Como ambos clientes deben coexistir durante una semana al menos, Marina Press mantiene el código del anterior titular.
Tercer paso.- Todos los cambios de servicio se han de solicitar a través de Marina Press, salvo los de Vanguardia que, por ser del grupo del señor conde, se han de comunicar directamente a Vanguardia. De aquí se deduce un axioma secundario: el señor conde no se fía de Marina Press.
Cuarto paso.- Marina Press avisa a Vanguardia de que en el quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent hay un nuevo titular.
Quinto paso.- Para que no se quemen los circuitos de las mentes pensantes del Grupo Godó, Marina Press oculta a Vanguardia que las suscripciones domiciliadas en el quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent pasan al nuevo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent.
Sexto paso.- En la madrugada del lunes, el repartidor de Marina Press deja los diarios que corresponden al nuevo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent.
Séptimo paso.- El repartidor de Marina Press retorna a la Zona Franca y carga las suscripciones de Vanguardia y Mundo Deportivo.
Octavo paso.- En la madrugada del lunes, el repartidor de Marina Press deja las suscripciones de Vanguardia y Mundo Deportivo que corresponden al antiguo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent.
Noveno paso.- Como consecuencia, el lunes de la semana de marras se ha desdoblado en dos días, de donde se deduce la institución de la semana de ocho días.
Décimo paso.- Durante el día adicional, Marina Press comunica al Grupo Godó que, en adelante, las suscripciones del antiguo titular del quiosco de la calle Bruc/Consellde Cent se librarán a nombre del nuevo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent. Con ello se restablece la semana de siete días y se pone a cero la variable que ha de iniciar un nuevo ciclo.

¿Cómo? ¿Qué la demostración no es correcta? ¡Entonces Marina me está robando!
Aunque, tal vez, habría que matizar. En la factura de esa semana y sucesivas, muchas de las devoluciones de artículos que llegaron a mi nombre han quedado en el limbo. Puede que las vayan acumulando para darme la sorpresa final o que ese sea el precio de mi manumisión porque lo que está claro es ya dejé de ser esclavo del señor conde.

martes, mayo 04, 2010

Los hombres de Harrelson

Tal como explicó dalr, en esta nueva etapa del blog se atenderá más a la información que pueda surgir alrededor de los quioscos que a las anécdotas que en ellos acaecen. Pero seguiré contando chorradas, de quioscos o no, en Decúbito Supino.

De momento, adelanto que hay material para redactar una tesis sobre las dificultades, mangancias y otras yerbas que conlleva el simple cambio de nombre del titular de un quiosco. Ahora estoy inmerso en ultimar los trámites de mi nuevo contrato laboral y allanar el camino para que mi actual empresario lo encuentre expedito y no tenga problemas para ingresarme la nómina. En cuanto acabe, iniciaré una serie de artículos que pueden ser del interés de futuros quiosqueros.

LOS HOMBRES DE HARRELSON
Leer en Decúbito Súpino.