martes, febrero 24, 2009

La están peinando

He pasado un fin de semana pachucho. En cama con 38. Grados Celsius, se entiende. La culpa: una gastritis vírica. Que digo yo que eso es tener mala leche. Pase que cacemos una gastritis después de una barbacoa con choricitos al infierno, morcilla malagueña y chuletas con allioli. Sea bienvenida una gastritis por meterse entre pecho y espalda una sartén de migas con longaniza. Bienaventurada la gastritis que por puchero con pringá se produzca. Pero, coño (perdón), una gastritis cuando uno se alimenta de sopita, verduras y pescado a la plancha debería ser considerado delito de lesa majestad.
El médico ha sido claro: tal como vino se irá pero como yo había ido a visitarlo se sentía en la obligación de recetarme algo y me ha dado un mejunje para atacar la sintomatología.

A Salva lo veo poco pero me comenta que el quiosco va mejorando. Marina Press sigue llevando el jueves las promociones del fin de semana; sólo que ahora, en vez de recoger los restos el martes, los recoge el miércoles. ¡Pobrecitos! Mientras tanto, el Señor Conde de la Marina Press y Grande España come con sus colegas quioscófagos en Zalacaín para poner el pan barato; o la prensa en las panaderías ¡qué sé yo…! Lo que me jode es que Logística me ha traído el Pirex el día miércoles. Si la única distribuidora que no me da problemas graves se arregosta me veo construyendo un zulo en los sótanos; para guardar material…

Y entre todo este ajetreo me toca visitar al Carpintero. El Carpintero es el médico que se encarga de mantenerme los huesos aunque sea en tenguerengue. Esta vez iba por una tontería: severo STC bilateral de predominio izquierdo.
- Nada -me dice el Carpintero-, síndrome del canal carpiano.
- ¿Y?
- Primero se te duermen los dedos, luego se te duerme todo el brazo, después te empieza a doler la muñeca, el dolor que se va extendiendo a todo el brazo, y al final, se te caen las cosas de las manos. ¿Por qué fase vas?
- Dolor que se va extendiendo a todo el brazo.
- Eso es lo que dice aquí: severo. Ya sabes la solución: amputar.
- ¿Por dónde?
- Anestesia local, un tajo desde aquí (señala justo el inicio de la palma de la mano) hasta aquí (5 centímetros más abajo, hacia el codo), se suelta en nervio, se cose y a casa. Y entonces… Imagina que estás cortando jamón, se te escapa el cuchillo y te pegas un tajo hasta el hueso. Pues bueno, lo que tardaría en curarse esa herida es lo que va a tardar en curarse la que yo te haga.
- ¿Y con eso ya estoy listo?
- No. Cuando eso se cure faltará hacerte lo mismo en el brazo derecho.
- Ya.

Total que esta mañana he ido de análisis, radiografías y electros. La chica del mostrador me ha cogido los papeles y me ha mandado al final del pasillo para el análisis de sangre. Había bastante gente en la cola del vampiro pero, por lo visto, chupaba rápido: se movía. Aun así la señora que tenía a mi lado estaba inquieta; cada vez que la señorita salía a llamar a alguien le preguntaba cuándo le tocaba a ella. Me fijé que tenía dos números menos que yo. Al final ha entrado… y ha salido.
- Señorita, señorita…. ¡mire lo que me ha hecho!
Ha vuelto a entrar en el cubículo del vampiro dejando un reguero de sangre tras de sí.
- ¡Señora, le he dicho que se apretara aquí durante 4 minutos!
- No, señorita. Su compañera me ha dicho que ya está.
- ¡Claro! Ya está. Ya le ha sacado sangre pero ahora tiene que apretar aquí.

Entre que sí o que no y que han fregado el suelo se han pasado unos minutillos aderezados por continuos apagones de luz y un ligero olorcillo a plástico quemado.
- ¡Quiosquero!
Me levanto y paso a la sala de extracciones.
La señorita del “le he dicho que se apretara aquí” me enfoca con sus gafas de concha oscura y me espeta con una cierta malafollá:
- Yo no lo he llamado.
- No sé quién me ha llamado pero me han llamado. Soy Quiosquero.
- Sí –se reafirma-, es el siguiente. Pero yo no lo he llamado.
- Usted disculpe hermana.
Y me salgo al pasillo. Tengo problemas de oído, es decir, estoy medio sordo, es decir, la mitad de las cosas no las oigo. Lo que no me suele pasar es oír lo que nadie ha dicho.
- ¡Quiosquero!
Otra vez con alucinaciones. La señora de enfrente me señala la otra punta del pasillo. Resulta que me estaban llamando en estereofónico y yo me había equivocado de altavoz. En la otra punta me esperaba el electro. El olor a plástico quemado se iba intensificando.
Mientras me despelotaba de cintura para arriba pregunté:
- El olorcillo que se respira ¿no será porque el anterior paciente se ha electrocutado?
- No, no –me ha contestado la enfermera como muy seria-. Huele porque ha habido un cortocircuíto pero ya está arreglado.

La operación ha ido bien. Mientras me vestía me ha llegado el sonido desde el otro altavoz.
- ¡Quiosquero!
Me he acordado de la frase favorita de una buena amiga.
- Un momento que lo están peinando –he respondido mientras sacaba la cabeza.

Nota: Si sabe usted o ha oído hablar de cualquier lesión o malformación de huesos, tendones o nervios, le agradecería enormemente que me lo comunicase. Estoy haciendo una lista de las posibles intervenciones quirúrgicas que todavía no he tenido el placer de experimentar.

miércoles, febrero 18, 2009

Tribunal de la Incompetencia

Si se pretende un mejor modelo de ciudad, el quiosco es un punto clave para la obtención de esta mejora. Continúen en su línea y saldremos adelante. Continúen trabajando con la misma alegría.
(Lluis Franco i Sala, presidente del Tribunal Catalán de Defensa de la Competencia. Cena de quiosqueros en el Hotel Arts. Diciembre 2006)

Recién cumplidos los 10 años aprobé el examen de ingreso en el bachiller. Mi padre, que apenas había asistido a la escuela del pueblo, pensó que ya estaba en condiciones de poder echarle una mano en su trabajo, me citó una mañana y me dio las instrucciones pertinentes.
- Cuando los canastos de tomates estén apilados en la báscula, los pesas un poquito corridos… así –explicaba mientras hacía la prueba práctica-, cuando el fiel que balancea está un poco por encima del fijo; de este modo los tomates darán un kilo de menos aproximadamente. Marca 106 kilos. En esta libreta apuntas el nombre del agricultor y a continuación el peso… en la columna que pone “peso sucio”. Cuando Papús haya echado los tomates en la pila te traerá los canastos vacíos y los tomates picados. Lo pesas, pero esta vez bien pesado: cuando el fiel basculante esté en línea con el fijo. ¿Ves? 12 kilos. Eso es la tara. Más 2 kilos del 2 por ciento son 14; en total quedan 92 quilos que apuntas en la columna de “peso limpio”.
Y me dejó solo.

Mi primer cliente fue Domingo Romero que llegó con una cestilla de tomates. Los puso en la báscula y los pesé corrido: 13 kilos. Papús me devolvió la cesta con un par de tomatillos picados y obtuve 1 kilo de tara, más el 2 por ciento… 3 kilos. Total 10 kilos en limpio. Domingo me miró al través pero no dijo nada y se fue en busca de mi padre que a buen seguro estaría tomando café anca Antoñico Romero, hermano del interfecto. Aparecieron los dos: mi padre y Domingo y me di cuenta al instante que algo había hecho mal. Mi padre borró el 10 que yo había escrito y lo sustituyó por 12. Cuando Domingo se fue me dio las explicaciones pertinentes.
- El 2% no significa que siempre le tengas que restar dos kilos. Se quita en proporción al peso que cuando son 100 kilos hay que quitar 2 pero si es otra cantidad…
- ¿Tengo que hacer una regla de tres?
- ¡Exacto!
Y me enseñó el truco para ahorrar cálculos. Era cuestión de multiplicar por 2 el número de centenas. Si el pico era menor de 25 no se descontaba nada más, entre 25 y 75 se añadía un kilo y por encima de 75 eran dos los quilos a añadir. Lo del 2% venía porque se calculaba que ese era el peso que perdían las hortalizas por deshidratación... A ver, que mientras estaban en el montón perdían agua y, por tanto, peso.

Mi padre, a pesar de haber sido panadero, molinero y agricultor, había viajado. Por entonces, y que yo sepa, había estado una vez en Madrid y un par de veces en Barcelona; eso se le notaba y sabía que cuando nosotros decíamos “en sucio” los catalanes hablaban de “bruto” y cuando decíamos “en limpio” los catalanes decían “neto” aunque, si se hablaba de dinero, “neto” se podía decir también “líquido”. Todo esto me lo fue enseñando en las raras veces que entrábamos en conversación porque mi padre también sabía lo de mayoristas y minoristas, venta al mayor y venta al detalle y que las leyes impedían a los mayoristas vender directamente al público porque sería competencia desleal.
- Si Terremito viene a vender naranjas o canarios -me comentaba-, sólo le vende a las tiendas porque, si vendiese a todo el mundo, Juanico el de Jacoba no se podría ganar la vida: Terremito compra mucho de golpe y obtiene mejores precios y como, encima, Juanico le compra los plátanos a él no podría competir en precio salvo perdiendo dinero.

O sea, hay un tío que cultiva las naranjas, otro que compra muchas naranjas de golpe al precio que sea y que se encarga de llevarlas a los tenderos a un precio mayor para que estos últimos vendan al consumidor, evidentemente subiendo nuevamente el precio. Y para mantener el equilibrio y que todo en mundo se gane la vida ni el agricultor ni el intermediario venderán naranjas al detalle.

Y da igual el tipo de economía al uso; esa parece ser la premisa que rige el comercio. Y a eso parece que se dedica el Tribunal de Defensa de la Competencia: a defender (de Defensa, se deduce) al minorista e impedir que los mayoristas le invadan el terreno y lo asfixien. Salvo en el caso de los quioscos.

Lisbet, cliente habitual de mi quiosco, quería montarse “ladrillito a ladrillito” la Casa Rústica de Muñecas y me compró el primer número donde, por supuesto, figuraba una magnífica oferta de suscripción: todas las lámparas gratis, regalo de un joyero de viaje, entregas 2 y 3 por sólo 4,99€, transformador, regletas y cáncamos por sólo 30€, y tapas y archivador por 5,99 cada uno. Lisbet vino a comentarme la gran ventaja que obtenía suscribiéndose pero quería que yo se lo tramitara porque domiciliaba el pago y no quería que su marido se enterase hasta no haber concluido la casita. Altaya, al igual que Planeta, tiene el servicio de Reserva Garantizada; llamé para ver las condiciones. De entrada, el tercer fascículo había que pagarlo y de luces gratis nada de nada. Lisbet ha resuelto el problema: ha domiciliado el pago en la cuenta de su madre y madre e hija ya ajustarán sus cuentas. Altaya ha competido conmigo de forma desleal puesto que yo no podía darle a mi cliente iguales condiciones.
Señor Lluis Franco ¿es esto competencia del Tribunal de Defensa de la Competencia?

Repaso suscripciones de diarios:
· La Vanguardia: descuento del 30% el primer año y derecho a descuentos similares en otra publicaciones de su ámbito (p.e. 50% en Historia y Vida, 25% en Mundo deportivo). El cliente paga 320€ en lugar de los 455,4 que le costarían en el quiosco. Y servicio a domicilio.
· El Mundo de Catalunya: descuento del 20% más regalo. Si hacemos caso de web, Pedro J. se nos chotea. La suscripción se cobra a 331,20€ mientras en el quiosco ascendería a 480,9 y no a los 414 que dice la web. Servicio a domicilio.
· El País: 350€ por una suscripción con un precio de portada de 455,4, o sea, 23,14% de descuento.
· El Periódico de Catalunya + Sport: suscripción conjunta con un descuento del 50%. Con un precio de portada de 822,50, el cliente pagaría 411,25. Servicio a domicilio.
Señor Lluis Franco ¿es esto competencia del Tribunal de Defensa de la Competencia?

Yo, quiosquero, no puedo competir en igualdad de condiciones con las cabeceras que hacen suscripciones directas puesto que a mí cada periódico me cuesta más caro que al cliente. Y además pago portes.
Pregunta tonta e inútil: Si yo como quiosquero, me suscribo a 20 ejemplares de El Periódico y sus correspondientes 20 ejemplares de Sport ¿me saldrían a mitad de precio y me los traerían al quiosco, gratis, a las 7 de la mañana?
Nota: Los andarines reparten en mi zona entre 6 y 7 menos cuarto.

Claro que existe la posibilidad de que el cliente elija recoger su suscripción en el quiosco de la esquina. Esta opción es penalizada por El País con 5€ que es el valor que da al talonario de vales. De los demás no sabemos nada. Pero es interesante hacer un somero estudio de la suscripción conjunta Periódico-Sport.
En matemáticas, en sistema decimal, 2 y 2 son 4 y punto. En economía, 2 y 2 son 4 y alguien se lleva una. En periodismo es imposible saber cuántas son 2 y 2.
Según me comentaba un alto cargo de una de las distribuidoras, el coste de distribución no puede superar, por ley, el 45% del precio de portada. Supongamos que para Sport este porcentaje sea del 40 y que un suscriptor P+S haya optado por la modalidad de vales para recoger su diario en el quiosco. Sport habrá cobrado 50 cts. por la suscripción más 60 cts. a la distribuidora. Sport le pagará al quiosquero 1€ por el vale. Sport ha vendido los ejemplares correspondientes a suscriptores con vale a 10 cts. cada uno. ¿En qué punto de los cálculos me he perdido? ¿Cómo coño se gana la vida Sport? Me lo expliquen.

Y de paso que también me diga alguien cuáles son las competencias del Tribunal Catalán de Defensa de la Competencia y cómo defiende las competencias de los quiosqueros.

lunes, febrero 16, 2009

Vergüenza quiosquera

Ayer era día de elecciones en la Asociación Profesional de Vendedores de Prensa de Barcelona y Provincia. No hubo tal. Y no lo hubo por falta de alternativas a la candidatura oficialista a pesar de que se prevén unos años complicados en los que se va a debatir el ser o no ser de los quioscos. Unos años en que sería necesario que todos arrimásemos el hombro. Por lo que se ve los hombros que se van a arrimar son los de siempre con unos cuantos cambios.
Repartamos responsabilidades.

Quiosquero
Los acontecimientos le vinieron rodados para no tener que comprometerse. De las cuatro opciones posibles, un problema técnico le ha impedido decantarse por tres de ellas y lo ha obligado a situarse al margen del proceso electoral. El problema técnico deriva de los estatutos que no permiten que un afiliado con menos de cuatro años en el partido, digo asociación, sea candidato.

Estatutos
No son lo suficientes claros en cuanto a la normativa electoral y parecen poco propicios al cambio.
Artículo 23.- … Los componentes de la Junta Directiva serán asociados con más de cuatro años de afiliación a la Asociación… La Junta Directiva estará compuesta en sus dos terceras partes por asociados con punto de venta asociado en la ciudad de Barcelona y en su otra tercera parte por asociados cuyo punto de venta asociado que se encuentre situado en el resto de la provincia…
Las candidaturas presentadas que no reúnan los requisitos establecidos en estos estatutos y especialmente en este artículo serán rechazadas por la Junta Directiva.
La Junta Directiva no debería poder ser juez y parte.
Artículo 32.- …[la convocatoria de elecciones]… deberá hacerse con 30 días de antelación como mínimo y 40 como máximo del acto electoral.
Dado el precio que alcanza el kilo de candidato es muy difícil montar una candidatura alternativa en 15 días.
La Junta Directiva en el momento de efectuar la convocatoria de elecciones, constituirá la Junta Electoral de la que formarán parte tres asociados designados por ésta y uno por cada una de las candidaturas que se presenten…
La Junta Directiva vuelve a ser juez y parte. En el momento de efectuar la convocatoria de elecciones no hay candidaturas por lo que difícilmente puede añadirse a la Junta Electoral un miembro designado por cada una de las candidaturas inexistentes.

La masa electoral
Pienso que ha quedado claro que la inmensa mayoría de asociados respalda a Pedro Collado, que para ganar no ha necesitado ni siquiera hacer pública su lista de candidatos. Ganó por incomparecencia de adversarios. Y si esto no fuera así, entonces es que formamos parte de una masa de cobardes. Sólo Jordi Rizo, un valiente a tenor de lo visto y oído, lo ha intentado y no pudo concluir su andadura. No ha encontrado gente suficiente para formar una lista que cumpliera los requisitos estatutarios.
Los comentarios que se fueron desgranando en Pies para quiosquero durante los días previos a la publicación de candidaturas y el resultado de los esfuerzos de Jordi nos han dejado retratados: lo que es ladrar, ladramos pero si se trata de contribuir, mejor otro hombro que el propio.

Es de esperar que en los próximos meses permanezcamos callados porque nuestros representantes, buenos o malos, son los únicos. No los hagamos enfadar. Si se nos van, necesitaríamos un mínimo de 15 Jordi Rizo, un tercio de los cuales deberían ser de la provincia y estar al corriente de pago.
¡Ahí es nada!

viernes, febrero 06, 2009

Salva y su "burra"

Ya que en estos días nos ha dado por hablar de Salva, y antes de que Quiosquero me pise el post puesto que debería ser él quien lo cuente, os comento lo que pasó.
A principios de esta semana se acercó Quiosquero por el chiringuito y Salva lo abordó diciendo: ¡Uy, Sr. Quiosquero! Ha faltado así (señala con los dedos pulgar e índice) para que, a partir de mañana, ya no pudiera venir a abrir. El Jefe, todo preocupado, le preguntó ¿qué te ha pasado, te has hecho daño? No, no, qué va; el daño se lo iba a hacer yo a alguien e iba a ir a parar a la modelo. Menos mal que ha salido corriendo cual alma que lleva el diablo, que si no… me busco la ruina. Quiosquero intrigado y un tanto preocupado le increpó: bueno, ya está bien de marear la perdiz ¿me vas a contar lo que ha pasado, o no? Entonces ya, un tanto relajado Salva le comentó que había pasado una señora y le preguntó si la bicicleta que había sujeta con una cadena al árbol de al lado, era suya porque estaban intentando robarla. Síiiiiii, señora, ¡claro que es mía! Y, acto seguido, salió del quiosco blandiendo una herramienta contundente en busca desenfrenada del ladrón de bicicletas; el cual, al verlo venir con malas intenciones, soltó lo que estaba haciendo y le faltó tiempo para huir calle abajo. Y es que Salva, es mucho Salva. Sólo con verlo impresiona. Cualquiera de sus manos es casi mayor que las dos mías juntas (y eso que yo no las tengo pequeñas). No sé lo que mide ni lo que pesa, pero seguro que es mucho. Por eso, no quisiera yo topármelo de frente con malas intenciones y con algo en la mano que pudiera hacerme pupa; sólo dejándolo caer desde su altura, si me pillase un pie, tendría que pasar por la enfermería. Estoy segura.
A todo esto, no creáis que Salva es agresivo, sino todo lo contrario. Es pacífico y bien educado pero es que le habían intentado dejar sin su “burra” y, eso, es sagrado. Él es de esos pocos hombres afortunados que están siempre rodeados de féminas, a quienes adora y tiene el honor de salvaguardar a cualquier precio. Por cierto, ahora que no me oye nadie os confesaré una cosa: tan grandote como es, cuando lleva a su preciosa niña en brazos, podríamos decir que casi se derrite como el chocolate. Os lo aseguro porque lo he visto. Algunos días nos encontramos en el súper que hay cerca de casa y siempre lleva a la peque en brazos ¡Son una familia feliz!

jueves, febrero 05, 2009

Trucos sacacuartos

Por cuestiones de proximidad y precio hice el bachiller en Almería. Concretamente en el Colegio Diocesano. Por entonces existía el PIO (Patronato de Igualdad de Oportunidades) y estudié con beca. Una beca que me cubría el 60% del coste del internado. En el Diocesano no se podía cursar Preuniversitario y, a tal fin, hube de emigrar a Granada. Por casualidad y porque le había echado muchos codos, superé el examen de Reválida con la calificación de Matrícula de Honor, lo que me valió el que me aumentasen la beca en casi un 50%. Mi padre se animó y me matriculó en uno de los mejores colegios del entorno: Padres Escolapios de Granada, donde, a pesar de su aumento, la beca apenas cubría el coste de un trimestre. A lo largo de mi vida, he dicho muchas veces que yo habría sido muy diferente de haber cursado todo el bachiller en este colegio. No sé si mejor o peor. Diferente. El colegio hasta tenía biblioteca, y lo que es más extraño aún, los alumnos podíamos acceder a ella y leer libros.

Por aquello de que al año siguiente todos nos dispersaríamos por las distintas Facultades de la Universidad, montamos el Viaje de Fin de Estudios y los curas eligieron viajar a Roma. Cada pasaje ascendía a 6.000 pts. que en aquella época era una fortuna. Baste recordar que el coste total de mi estancia, manutención y estudios era de 11.000 pts… el trimestre. Ahí es donde aprendí (me enseñaron pero suspendí la asignatura) a sacar cuartos por el morro. Se ideó el nombramiento de los 40 Magníficos (viajábamos 40 chavales), cada uno de los cuales pagaría el viaje de un estudiante. Ni que decir tiene que el viaje era meramente cultural y que pasearíamos la imagen del patrocinador por media Italia. Aprovechando que el Ministro de Información y Turismo, Manual Fraga Iribarne, visitaba Granada para inaugurar la estación de esquí Sol y Nieve, alquilamos unas bicicletas y nos plantamos en el aeródromo de Armilla (todavía no había aeropuerto en Granada) con una carta donde se explicaba el motivo de nuestro viaje y pedíamos al señor ministro que nos avalara con su firma. Fraga firmó y volvimos tan contentos. Ya sólo era cuestión de seleccionar a los 40 Magníficos.
A alguna lumbrera se le ocurrió nombrar magnífico, en la categoría de revistas de humor, nada menos que a La Codorniz de Álvaro de la Iglesia. Y como NO era de esperar, en el número siguiente de la mentada revista aparecía un articulito tal que así:
TRUCOS SACACUARTOS
El Colegio de los PP. Escolapios de Granada… carta que viene avalada por el propio ministro de Información y Turismo que, seguramente, será uno de los magníficos.

Se armó la marimorena, vino la orden de suspensión del viaje y, mientras los alumnos nos lamentábamos, recibidos dos aportaciones y media. Dos magníficos picaron y enviaron sus 6.000 pts. y carteles de propaganda y un tercero (José María Pemán) envió 3.000 pts. sin propaganda adicional. Aquello calmó a los superiores de la orden y autorizaron el viaje.

Hubo más actividades para sacar cuartos. Lotería de Navidad, sorteo de un equipo de música y alguna que otra gilipollez. Aprendí que todo papel es susceptible de contener publicidad y, por tanto, de generar dinero; las papeletas que vendíamos con el número de la lotería u otros sorteos llevaba publicidad de comercios granadinos que no sólo pagaban el coste de la imprenta, sino que dejaban algunas pesetillas de ganancia. Y aunque lo de los 40 Magníficos fue magnífico, lo que triunfó y sigue triunfando porque estaba ya inventado, es la publicidad en el dorso de cualquier papel que pueda caer en manos de alguien. Como en el resguardo de las recargas de teléfonos móviles.

Como es sabido, ayer Salva Taba Maliko y Dalr cargó con el mochuelo. No es que quiera hacer de buen padre pero no tuve narices de quedarme en casa reposando mientras “el niño” me hacía la faena y, a mediodía, me fui a hacerle compañía. Compartí con él un bocata que nos preparó Superwaiter y escuché sus quejas sobre lo mal que llevamos el quiosco y sus sugerencias de cómo podríamos hacerlo ¿más? rentable. Una señora recargó su móvil y, al darle el resguardo, Dalr me dijo:
- Empiezan a salir rayas rojas; eso quiere decir que el papel se está acabando.
- Sí –le contesté-, habrá que cambiarlo.
- ¿Dónde están los recambios?
¡Y yo qué sé, si es Salva quien se encarga de tal menester! No dije nada y pasé la vista por los colgajos del quiosco. Había dos bolsas. Cogí la primera: eran los restos del bocata que Salva debería haberse zampado el día anterior y que con la pérdida de apetito no se había acabado. La segunda bolsa era la correcta. Como Dalr no ha cambiado el papel al zapatófono en su puñetera vida, me encargué de la faena. Y cuál no sería mi sorpresa cuando vi que la parte de atrás del rollo ya venía impresa con la propaganda de una de las empresas de telefonía móvil.
Mi zapatófono me lo puso una de las distribuidoras que “sirven” a mi quiosco. Esta distribuidora da un porcentaje inferior a CSQ, por ejemplo, en dos puntos porcentuales por recarga. La luz la pago YO, el rollo de papel lo pago YO y YO compro el rollo a la mentada distribuidora. Sin embargo es ELLA quien cobra la publicidad de mi rollo.

Nosotros, los alumnos del Colegio PP. Escolapios de Granada, éramos plebeyos y casi se podría entender la picaresca de querer viajar gratis, pero estos son nobles (de nobleza, de sangre azul) y no entendemos su villanía.
La culpa es de Felipe V que eliminó los privilegios de la nobleza catalana y ahora, los pobres, han de comerciar para subsistir.
O, tal vez, la culpa fuera de Felipe V que, en vez de eliminar los privilegios, debiera haber eliminado a los nobles

miércoles, febrero 04, 2009

Todo el mundo quiere a Salva

Salvo algún malentendido puntual con clientes muy, pero que muy puntuales, Salva se ha hecho un hueco en el corazoncito del barrio. Casi todos los clientes aprovechan las ocasiones en que nos ven para reconocer su amabilidad y destacar la suerte que hemos tenido de encontrar a (o ser encontrados por) alguien tan educado y atento con la clientela. Esta situación se produce con especial énfasis cuando esperan ver en el quiosco a un chicarrón de allende los mares y se encuentran (¿decepcionados?) con alguien como por ejemplo... yo.

- ¿Está bien Salva? -preguntan alarmados.
- Sí -respondo-. Lo sustituyo un ratico porque tenía que hacer una gestión.

Y entonces me cuentan maravillas del chaval y se marchan dejándole recuerdos. Si, como hoy, no está porque no se encuentra bien, la cosa se multiplica. Todo el mundo quiere a Salva. Y a veces parece que concursen a ver quién lo quiere más. Pero esa batalla la tienen perdida. Quien más quiere a Salva en días como estos soy yo sin ningún género de dudas. Y cuanto más avanza el día, más lo quiero y más rezo por su pronta recuperación.

Y es que cuando Salva se pone malo, como hoy, y yo por extrañas circunstancias de la vida no tengo ningún compromiso laboral ineludible, como hoy, me toca abrir a mi. Como hoy.

La mañana ha empezado tranquila y mientras abría sólo me han interrumpido dos veces para pedirme periódicos que, obviamente, estaban en el último paquete del montón. Las ventas han ido más o menos escalonadas y el reparto de revistas (el miércoles es EL DIA de las revistas) y cartones ha llegado sin incidencias (salvo que se considere incidencia que te desparramen en mitad del quiosco tres quilos de cartón mientras diez personas te piden números atrasados de coleccionables que ya has devuelto). Los momentos de más movimiento se han producido entre las ocho y pico y las diez. Y no se han debido tanto a una gran afluencia de compradores (que tendría su gracia) sino a pequeños atascos producidos por... ¿clientes peculiares?

Ya comentaba ayer Quiosquera que últimamente a la gente le ha dado por romper la hucha. Vienen cargaditos de monedas entre las que destaca una abundante marea de céntimos sueltos. Se plantan en mitad del paso. Piden lo que quieren. Lo buscas, lo pasas por el ordenador (bloqueando toda posibilidad de hacer otra venta hasta que cierres la cuenta) y les dices la cantidad. No había nadie esperando, pero ya han llegado dos personas más con cara de tener prisa. El cliente abre el monedero. Con calma. Empieza a rebuscar diciendo algo como "te va bien el cambio". Ya la hemos liado.

Para empezar. ¿Porqué intentamos pasar por altruismo lo que en realidad hacemos por conveniencia? Yo ya me ocupo de tener cambio suficiente. Y estamos en un quiosco. Si algo sobra en un quiosco son monedas. De hecho, todo lo que hay en el cajón de un quiosco son monedas y los pocos billetes que hay son los de 50 euros que te endilga el simpático de turno a las 8 de la mañana (seguro que para hacernos el favor de aligerarnos de peso). Es nuestra obligación tener cambio (en la medida de lo posible) y aceptar que nos paguen como quieran (preferiblemente, en dinero). Pero toca mucho las narices tener que dar las gracias con una amplia sonrisa cuando te están jodiendo. En fin.

Que los de las prisas empiezan a soltar monedas sobre el mostrador y a agitar billetes mientras el cliente en cuestión sigue contando. 5, 10, 15, 17, 19, 21, 23, 24, 25... Cuando llegue al euro con diez céntimos soltará un montón de chatarra sobre el mostrador con la bonita frase... "Creo que está bien pero cuéntelo por si acaso". Mi primera intención siempre es contarlo despacito pero los impacientes empiezan a ponerse agresivos así que miro una décima de segundos y como si fuera Dustin Hoffman en Rayman le digo que está correcto y paso al siguiente. El problema es que como hay tanta moneda el cajón está lleno y además no tengo tiempo de ir colocando cada centimito en su sitio ni mucho menos hacer paquetes. Así que en dos minutos el mostrador parece un campo de batalla con montoncitos de monedas cual cráteres a los que intento asignar mentalmente la cara de un cliente y el producto que, por supuesto, no he podido pasar al ordenador.

En cualquier caso hoy ha habido una señora que se ha llevado la palma al cliente plasta de la semana. No teníamos esta categoría aún y normalmente quedaría desierta ya que los clientes suelen comportarse. Pero hoy me ha tocado hacer lo que menos me gusta que es salir de casa antes de que salga el sol (una hora estupenda para acostarse) la señora se lleva el premio.

Ha llegado como era de esperar:

- ¿Y el Salva?
- Malo.
- Qué chico más majo. ¿Y su padre?
- Malo también.
- Muy simpático, su padre. ¿Y su madre?
- Trabajando.
- También es muy simpática, su madre. Son muy simpáticos los dos.
- Sí que lo son, sí (qué le iba a decir...)

Y entonces, empieza a contarme historias de cuando era pequeña. Que si antes la juventud era así. Que si la gente ahora no trabaja. Que si las mujeres no se ocupan de la casa. Que si yo estoy casado (ahí me empiezo a mosquear, y la gente se va acumulando). Ella no se cosca o no se quiere coscar de la cola y sigue con los suyo. Que si su hijo tiene mi edad y tampoco se ha casado. Pero el mayor sí. Y...

Harto de las miradas furiosas del resto de clientes me pongo a atenderlos mientras voy mirándola y asintiendo con cara de interés y comprensión. Debo ser un pésimo actor porque no ha colado. No le he visto la cara pero se ha marchado sin despedirse y a paso ligero. Está claro que soy la oveja negra de la familia. Yo no soy simpático. Pero quiero a Salva. Quiero que se ponga bien. Que vuelva. Por favor. Por favor...

lunes, febrero 02, 2009

Ni el Domund ni la Cruz Roja: ayer fue el día de la "Calderilla"

Ayer, domingo, no fue un domingo cualquiera. Hace ya días que la climatología nos la tiene jurada y ayer no fue menos. La lluvia quiso bendecir el día del Señor remojando los cartones y periódicos a capricho. Por si esto fuera poco, podríamos pasar a denominarlo el “día de la calderilla” porque parecía que todos se habían puesto de acuerdo para llenarnos el cajón de chatarra.
Ya de buena mañana, a pesar de que el día auguraba lluvia, se presentó “el Calderillas” para llevarse un ejemplar del Sport cuando aún no eran las 9 y, por supuesto, haciendo honor a su apodo; la moneda más grande que me dio fue de 5 cts. Ya, a media mañana, se personó “Su Señoría” con las manos cogidas entre sí como escondiendo un pequeño tesoro. Me horroricé al descubrir que las llevaba llenas de monedas. Lo primero que me dijo fue: -¡uy, qué frío que hace! Traigo las manos heladas- y se acercó para que yo tomase entre las mías lo que él llevaba entre las suyas. Era un montón de monedas que, en el momento de soltarlas sobre el mostrador, descubrí que podían ser más de 10€. Ya iba a decirle aquello de ¿me lo da Vd. Justo? Cuando me di cuenta; así le dije… pero aquí me da Vd. de más, a lo que respondió que ya lo sabía pero que, como no ve mucho, me cobrase y le devolviera lo que sobraba. Procuré tomar las monedas de mayor valor porque de las pequeñas teníamos ya demasiadas. Bien, aquí pensaréis que ya se ha acabado la historia pero no. Todavía faltaba por llegar lo más gordo.
Hacia las 12 del mediodía, que es cuando más gente se acumula frente al quiosco y en la que casi toda ella levanta la mano con un vale de su diario preferido o los 2,20 ya justitos, como queriendo dejar claro que llevan mucha prisa, se presentó una joven pareja con sus dos retoños. Los niños no tendrían más de 4 añitos. La niña, que parecía la mayor llevaba un precioso bolsito de color de rosa (del estilo de los que lleva a veces la revista “Princesas”) y empezó a preguntarme precios de distintas chuches y monigotes. Los papás con cara de circunstancias me miraban sonriendo a la vez que decían: “es que han roto la hucha… y todavía no saben lo que quieren”. Mi pregunta fue ¿cuánto llevan? Pero, los papás lógicamente no se habían entretenido en contarlo y dijeron que la niña lo contaría. El resto de clientela estaba al borde de un ataque de nervios y yo ya os podéis figurar. Mientras, Don Quiosquero y dalr estaban tomándose plácidamente un café a pocos metros del lugar de los hechos. Antes de perder la calma, habilité una zona sobre las revistas para que la niña volcase su tesoro y empezase a contar con la ayuda de sus papás; y es que me parece muy bien que los padres enseñen a los niños a ahorrar, contar y gastar bien su dinero pero…córcholis, para esos menesteres… que me vengan cuando no haya nadie!!! La cosa se solucionó a base de paciencia y terminó con la venta de un par de Gormitis, unos chupa-chups y alguna otra zarandaja y, cómo no, con el cajón rebosante de monedas de todos tamaños y colores que hoy, Quiosquero, habrá tenido que arrastrar hasta la Caja de Ahorros para cambiar.

P.D. He decidido que, la semana que viene, menda se va a tomar el café a la hora del Ángelus porque aquí, quien no corre, vuela.