lunes, agosto 17, 2009

Ser grande en España

Los que nacimos en los aledaños del Mediterráneo y descendemos de padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos nacidos en los aledaños del Mediterráneo, somos morenos y más bien cortos de talla. Por eso, los Grandes de España descienden de la alta nobleza visigoda, blanquitos de piel y largos como un álamo. Pero se puede llegar a ser Grande de España, partiendo de un título intermedio, a base de ingeniárselas para ser grande en España, es decir, abrirse un hueco en las altas esferas económicas sin necesidad de un gran esfuerzo físico; a lo sumo, con un gran esfuerzo intelectual, propio o adquirido (con dinero).

En su constante lucha en defensa de una especie en peligro de extinción, los quiosqueros, Marina Press renueva su imagen y pasa a llamarse Marina BCN Distribucions. No sólo cambia nombre y logotipo, sino que traslada sus almacenes y los reubica en la Zona Franca. Para que el cambio de imagen sea perceptible a todo el mundo, nos agasaja con un nuevo número de teléfono: 902200208. Facilito para que no se nos olvide.
Hubo una época que el coste de una llamada a un 902 era compartido por el llamante y el llamado. Hoy ya no es así. Una llamada desde cualquier teléfono fijo de una ciudad a un 902X (siendo X=1, 2, 3 ó 4) de la misma ciudad, tiene una tasa inicial de 0,0833€ y una tarifa de 0,0673€/minuto en horario de oficina. La misma llamada de número a número tendría una tasa inicial de 0,0685€ y una tarifa de 0,0240€/minuto a partir del centésimo sexagésimo primer segundo ya que los 160 primeros segundos están cubiertos por la tasa inicial. Además, si el usuario llamante tiene tarifa plana, una llamada a cualquier número de teléfono situado en cualquier punto de la nación no tendría ningún coste adicional. Las llamadas a un 902 no caen dentro del ámbito de la tarifa plana y se pagan aparte (*). La guinda del pastel viene dada por los 42 segundos que transcurren desde que el usuario marca el número de Marina BCN y la máquina parlanchina anuncia que va a proceder a pasar la comunicación a la operadora.

No sé si Marina BCN Distribucions tiene parte en lo que un quiosquero paga por contactar con ella, pero sí que tiene mucho arte. Y, la verdad sea dicha, no creo que el 902 de Marina sea una colaboración solidaria para sacar de la crisis a Telefónica (si es que la ha afectado).

(*) Datos obtenidos en la web de Telefónica y aclarados en el servicio de atención al cliente 1004.

viernes, agosto 14, 2009

ELLE MÉXICO

Hernán Cortés, conquistador del imperio azteca, fue bachiller por la Universidad de Salamanca, donde estudió retórica y gramática con el mismísimo Elio Antonio de Nebrija. No tengo ni idea del motivo, pero me apetece pensar que a causa de la formación intelectual de su conquistador, los conquistados mejicanos aprendieron ese lenguaje de verbo fácil y florido que los caracteriza.

Va para tres años y medio que apareció por mi quiosco una joven con acento mejicano empujando un cochecito de bebé (la joven, no el acento). Metió la mano en el espacio destinado al niño y saco un macro cartón al que se adhería una revista mensual con su correspondiente regalo de talla única.
- Verá, señooor. Le compré esta revista el día jueves y resultó que mi hermana ya me la había comprado en otro quiooosco. Si fuera usted tan amable de regresarme el dineeero.
Estuve en un tris de picar porque, muy verde todavía en lides quiosqueriles, no pensé que nadie me hiciese el toco-mocho por cuatro euros miserables, pero hacía poco que había estrenado mi programa KIOS (el cual, por aquellas fechas, aún era rico en listados estadísticos) y comprobé los movimientos de aquella publicación: ocho ejemplares recibidos, cero vendidos, ocho en existencia.
- Lo siento, señora, pero ha debido equivocarse de quiosco porque yo no se lo he vendido, ni el día jueves ni ningún otro día.
- Tal ves me confundí, señooor.

Desde entonces, como las golondrinas de Bécquer, ha vuelto cada dos meses a intentar colgar el nido de su revista encartonada en el balcón de mi quiosco. Conocido el paño, ni Salva ni yo hemos picado. Es más, después de tantísimos y tantísimos intentos, no puedo asegurar si el cochecito de bebé contiene niño o no.

Como por estos días no pasa ni aire por la acera, me estoy dedicando a vaciar el quiosco para dejar todo el espacio que vamos a necesitar para recibir las revistas mensuales y las primeras oleadas de la cartoná. Mi programa informático tiene la posibilidad de solicitar un listado de las publicaciones que vencen en una determinada fecha y esa es la opción que semanalmente utilizo para que no se me queden ejemplares afectados por el fatídico “fuera de plazo”. Esta mañana estaba contento porque iban apareciendo todas las revistas que el listado me sugería. Hasta que he llegado a ELLE. ELLE ESPAÑA, stock 5. Al ser revista encartonada, es objeto de castigo por mi parte y ocupa un espacio junto al techo del quiosco. Me han crujido todos los huesos cuando he estirado el brazo más allá de su punto de dolor pero he podido hacerme con los ejemplares sobrantes. Cuatro; me falta uno. Se me llevaban los demonios. Eso es culpa de Quiosquera, que en su afán de ayudar a sanear la economía del quiosco, saca a la calle hasta las publicaciones que son reo de mi ira.
- Disculpe, señooor. Le compré esta revista el día jueves y resultó que mi hermana ya me la había comprado en otro quiooosco. Si fuera usted tan amable de regresarme el dineeero.
¡La madre que la parió! Me roba la revista y encima quiere que se la compre.
- No puede ser –he hablado despacito, muy despacito, intentando controlar la mala leche que emanaba de mi interior-.
- Señooor, es que tendré dos vestidos del mismo color.
He tenido una iluminación.
- A ver, traaae –en el mismo tono suave y mesurado-.
- Grasias, señooor, es usted muy amaaable.
He cogido la revista y me ha cambiado la cara y el tono.
- ¡ESTA ES LA QUE ME FALTA! ¡AHORA, SI QUIERES, LLAMA A LA POLICÍA! ¿O PREFIERES QUE LA LLAME YO?
- No, señooor; yo no se la robéee.
Pero ha dado media vuelta al carrito e iniciado la retirada tomando acera abajo.

Me he quedado nervioso pero satisfecho. ¡Joder con la tía! ¡Y, encima, la muy imbécil viene a venderme a mí el género que ha robado en mi quiosco!
Por supuesto que no ha venido la policía. Aun así he pasado lo que quedaba de mañana con un resquemor en el estómago. Hasta que Superwaiter ha venido a traerme un bocadillo de tortilla (de patatas, por supuesto) y una cerveza helada. Le he dado un sorbo largo mientras echaba hacia atrás la cabeza para favorecer el discurrir del fluido. ¡Mierda! Desde el expositor que me he montado con cuatro tablas y que apoyo sobre la pared de enfrente, me sonreía la chica de portada del ELLE que faltaba.
Está visto que esta semana no doy una a derechas.

Saldos en agosto

Hace algunos años, caminaba Dalr por las calles de París cuando, al doblar una esquina, encontraron unas cuantas barricadas en medio del asfalto y bastantes coches con las ruedas hacia arriba. Preguntaron en la cafetería a la que habían entrado a desayunar.
- Cosa de los estudiantes.
- ¿Están de huelga?
- Ya no. Esta noche han estado celebrando que les han concedido lo que pedían.
Y es que tienen güevos los gabachos. ¿Qué habría pasado si el gobierno no les hubiese hecho puñetero caso?

Estoy indignado. Llevo una semana en la que, a medida que voy desenvolviendo las publicaciones, las echo directamente a la caja de devolución. Pongo como ejemplo lo que hoy me ha llegado de SGEL.
· Albarán número 1: Ser padres, PC Today, Guía del niño, Tu bebé, The economist, Play manía, Casa al día, Autobild, TP España y Mi casa. Cincuenta y siete euros; con suerte venderé unos diez euros.
· Albarán número 2: Boote alemán (en alemán) y PC Games extend. Diez euros. A la basura.
· Albarán número 3: Forbes internacional. Tres euros. Probaremos.
· Albarán número 4: Los lunnis, AR, Cocinas y baños, Sopas de letras y Pack Anticrisis. Veintitrés euros. Me quedaré con un ejemplar de Lunnis. La publicación Cocinas y baños número 213 ya me la habían traído el 18 de junio.
· Albarán número 5: Loka especial Ronaldo, Biografía de Jesulín, Gran álbum de sopas, Gran álbum cruzadas, Todo sopas, Todo autodefinidos, Autodefinidos Express, Collezioni Donna números 134 y 135. El albarán merece un trato detallado.

Pudiera ser que la niña del escaléxtric me compre un Loka, si es que todavía anda por aquí. De los pasatiempos que me sirve SGEL sólo me quedo con Orion, Sopilandia y, a veces, Cábala; lo demás, hace años que lo devuelvo tal cual llega. No estoy en zona de aficiones toreras. Mis únicos clientes eran dos franceses (francés y francesa) que compraban 6 Toros 6 y Aplausos (respectivamente), pero hace tiempo que nos le veo el pelo, por tanto, en mi barrio nadie está interesado en las historias de Jesulín y Currupipi. He pensado en exponer Collezioni. No es que crea que vaya a venderlo, más que nada es por quedarme con algo. Y he visto el precio: 49,50 cada revista. Vamos, que me quitan una y ya he tirado por alto la semana.

Total que me van a cobrar 213,30€ y yo voy a intentar vender 56,23. Los albaranes se facturan este domingo; la devolución se facturará una semana después. Y eso multiplicado por cinco días laborables y por dos distribuidoras. Como resultado y por la experiencia de otros años, el saldo se me caerá 3.000€ durante el mes de agosto y yo me quedaré sin cobrar, es decir, dieciséis días trabajando para el diablo desde la seis y media de la mañana (menos el día que me dormí) hasta las nueve de la noche, con un descanso intermedio de dos horas.
Ya sé que las distribuidoras están en crisis; ya sé que las distribuidoras tienen que repartir todos los ejemplares que se imprimen; ya sé que a las distribuidoras les costaría dinero enterarse dónde pasa la gente sus vacaciones y llevarles el género hasta allí. Hasta sé que a las distribuidoras les importa un pimiento que las revistas se vendan o no. Y a las editoriales… Pero se ha de ser mala persona para aprovecharse de la indefensión del quiosquero y esquilmarle la cuenta. La ley los protege, los contratos que nos obligan a firmar los avalan, la falta de competencia se lo permite y la cobardía de los quiosqueros los envalentona.

Me cuesta aceptar que vivo en un país que armó el dos de mayo por el llanto de un niño, seguramente mal criado.

jueves, agosto 13, 2009

Competir consigo mismo

¿Qué pensaríamos del dueño de un bar que cobra 1,35€ por un café con leche y 1,35€ por un café con leche más el consiguiente cruasán? ¿Y qué cara se nos quedaría si al pedir un café con leche nos pusieran un café con leche y nos cobrasen 1,35, igual que a nuestro vecino de mostrador que ha tomado la misma bebida y además se comió una pasta?

Claro que esto es, en todo caso, problema de Superwaiter. Lo que me preocupa a mí es qué pensará el papá del niño al que ayer vendí el álbum de la Liga Este y le cobré 2,50€ cuando pase hoy y vea que por los mismos 2,50 le entra el álbum y cuatro sobres de cromos (2€). Y además se entere que el álbum lo ha regalado o lo regalará Mundo Deportivo.

Los clientes de Superwaiter pensarían de él que es idiota. Mis clientes pensarían de mí que soy un chorizo. Digo mal, mis clientes habituales jamás pensarán eso de mí porque llevo más de cuatro años explicándoles cada día cómo funciona este mundillo y saben de las lumbreras que lo manejan, pero el que fabrica los cromos, o sea Panini, debería saber que lo importante es que los niños inicien la colección y tomen la costumbre de pegarlos en el álbum y se vuelvan adictos. Entiendo, por tanto, que las rebajas en este caso han de hacerse al principio y no al final. Puede que sólo sea cuestión de pareceres pero servidor no tiene a la venta, y al mismo tiempo, las dos versiones del álbum de la Liga Este. El modelo “sin cromos” ya está empaquetadito esperando la recogida de devoluciones.

Luego está el tema de las cucharas de Pronto. Durante unas semanas, creo que cuatro, Pronto ha regalado una pieza distinta de una cubertería. Durante las cuatro semanas que ha durado la promoción, Pronto ha permanecido en la misma caja de cartón donde me lo trajeron y sólo se ha servido bajo pedido. A partir de la quinta semana, la estrategia cambia: ahora ha de rellenarse una cartilla con los cupones que irán saliendo en la revista. Una cartilla por cada tipo de cubierto. Luego, la cartilla se canjea por una caja que contiene el número de piezas que faltan.
- A ver… -me dice una señora-, yo tengo que rellenar la cartilla y luego usted me da los cubiertos.
- Me parece que no.
- Debo haberlo entendido mal.
- Creo que lo ha entendido perfectamente, lo que pasa es que la editora me paga un real por cada caja de cubiertos que entregue y me advierte que me cobrará cuatro euros por cada caja o cartilla que pierda. Como usted comprenderá yo no participo en un juego cuyas reglas establecen que si gano, ganaré 25 cts., y si pierdo, perderé cuatro euros.
- Es clá. Llavors, com u fem?
- Vusté ompli la cartilla y ya hablaremos.
Según como sea la mecánica final así actuaré porque ya estoy harto de pagar la cubertería, la vajilla y la cristalería de medio barrio.

En el post del martes, Passatemps lamentaba que los pequeños anunciantes de estas revistas que no lee nadie pero que nos llegan a montones, estén echando por el retrete su inversión en publicidad. Eso les pasa por iletrados y por fiarse de los datos que distribuye el EGM, cuando todo el mundo sabe que para estar al día de qué se mueve en torno al quiosco hay que leer Pies para quiosquero y otros blogs al uso.

miércoles, agosto 12, 2009

La culpa es de los padres

¡Qué vergüenza! A lo largo de mi vida me he dormido muchas veces; diez minutos, media hora, una hora… ¡Pero cuatro horas y media…! Cuando ha sonado el teléfono, el reloj de la mesita de noche marcaba las nueve y treinta, el móvil indicaba que había dado dos toques de alarma desatendidos y el despertador señalaba las cinco como hora a la que debía iniciar su misión, pero ¿de qué día? Nos hemos puesto el turbo y a las diez menos cinco aterrizábamos a la puerta del quiosco. Una dormida de cuatro horas es más que suficiente para que el cuerpo note el descanso y lo agradezca pero, si lo mandas de la cama al trabajo sin solución de continuidad, el maldito se rebela y muestra su mala leche simulando estar más cansado que cuando se acostó. Superwaiter estaba al borde del infarto e incluso había pedido a Dimitri que mandase un mensaje a Dalr interesándose por mi estado. A esa hora, Dalr debería estar tomando tierra en algún aeropuerto mejicano y espero que llevase el móvil desconectado de modo que cuando esté en condiciones de acceder a sus SMS lea seguido las noticias: “Quiosquero perdido y hallado en el quiosco”.
Lo que más me molesta de la dormida es que se ha enterado Barcelona en pleno. No hay cristo que pase frente al quiosco y no me pregunte qué me ha pasado esta mañana.

Abundando en el tema de ayer, y en solidaridad con los lectores que me comunican que en agosto han de devolver más género del que reciben, salvo en lo que concierne a las revistas del corazón y El Jueves, la revista que sale los miércoles, he devuelto todo lo que ha llegado. Unas publicaciones las he devuelto porque no me las traen nunca o porque nunca las vendo y las demás, porque me mandan el doble de lo habitual y trato de estar en sintonía devolviendo el triple. Me ha hecho gracia una revista: Mondial. No me sonaba a nada pero he echado un vistazo a su historial y comprobado que la recibí en agosto de 2008 y agosto de 2007 con el título Idee & Filati.

En vista del patinazo de ayer, empiezo a volverme cauto a la hora de decir tonterías. Hace un rato ha llegado una chiquita, casi recién salida del cascarón (me refiero a que está en una edad en la que empiezan a crecerle las tetillas y engordársele el culo), que me ha hecho poner cara de póker.
- ¿Qué ha salido esta semana, la Bravo o Súper Pop? –me ha preguntado con una amplísima sonrisa que dejaba ver el escaléxtric-.
- Bravo –serio como un ajo-.
- Ahora vuelvo, chao.
Y ha salido trotando calle arriba. Me he quedado dándole vueltas a la nena y al eslogan de su camiseta. ¡Coño con la niña!
Ha regresado pronto con la misma sonrisa que se marchó.
- Vale, déme la revista.
- Uno ochenta –hierático-.
Me ha pagado y ha vuelto a trotar calle arriba. Durante un rato me ha quedado la imagen de su camiseta: “Sonríe si quieres sexo”. Sólo me falta hoy que me acusen de corruptor de menores. Aunque siempre podría recurrir a la frase que pronuncia Santiago Segura interpretando a un político pedófilo: “La culpa es de los padres que las visten como putas”.

PD. Al César lo que es del César.
Acabo de hacer la devolución de SGEL y he observado que Mondial Idee & Filati llegó también en julio de 2009. Salva debió abrir ficha nueva. Que conste, pues.

martes, agosto 11, 2009

¿Qué son las distribuidoras?

distribuidor, ra.
1. adj. Que distribuye. U. t. c. s.
2. m. En algunas casas, pieza de paso que da acceso a varias habitaciones.
3. f. Máquina agrícola para esparcir abonos.
4. f. Empresa dedicada a la distribución de productos comerciales.

Nos referimos, claro está, a las distribuidoras de diarios, revistas y productos varios que se venden en los quioscos, sean éstos chiringuitos en mitad de acera o pequeños locales a pie de calle. Deberían, pues, nuestras distribuidoras acogerse a la acepción cuarta del DRAE, aunque, si ahondamos un poco, vemos que se aproximan mucho más a una variante de la tercera acepción: “Máquina para esparcir mierda”.

Cuando abrimos el quiosco, nuestra primera idea era tener de todo un poco para que así no se nos escapase ningún cliente. Tardamos muy poco en darnos cuenta de que cometíamos un error: los clientes se nos escapaban igualmente por la imposibilidad de encontrar el género que sabíamos que había en el quiosco (el ordenador nos hacía de chivato) y, encima, devolvíamos fuera de plazo buena parte de las publicaciones.

Digresión: Acabo de pegar un patinazo de aúpa y no me queda más remedio que expiar públicamente mi pecado.
Mientras escribo, se acerca un desconocido de mediana edad hacia arriba.
- ¿Tiene una revista que se llama Autobild 4X4?
- Sí –y, en diciéndolo, bajo hasta la acera para cogerla del expositor lateral-.
- Autobild 4X4. No la que sale cada semana.
- Sí, ésta –se la muestro-. Lo que no sé es si ya tendrá usted este número.
- No, no lo tengo. Déme también Avui.
- Dos cincuenta de Autobild y uno diez de Avui… tres sesenta. Como un Marlboro pero con menos cáncer.
- No me hable usted de cáncer que me quedan tres meses.
- ¡Qué putada! –me ha salido sin pensar; en apariencia el buen hombre estaba bien-.
- Bueno, hace dos años también me quedaban tres meses. Es lo que dijo el médico.
- Pues nada, hombre. Que siga usted jodiendo al médico.
No sabía qué otra cosa decir. Desde que estoy en el quiosco es la primera vez que se me rebota una broma.

Continuamos. Hablaba de distribuidoras.
Una vez localizado el error inicial se trataba de enmendarlo. Solicitamos por activa, pasiva y perifrástica (sobre todo por perifrástica) que dejasen de traernos determinadas publicaciones y redujeran el servicio en otras. Como machacar en hierro frío… Si dejaban de traer una publicación, aparecían cuatro nuevas. Si reducían el número de ejemplares de una revista, lo duplicaban en otra. Y, Salva y yo, devolviendo a manta.
Al reincorporarme al quiosco tras una baja prolongada, lo encontré vacío. Supuse que Salva había devuelto género a saco para mantener la cuenta a niveles no preocupantes pero no es así: ha habido un descenso real en el número de ejemplares servidos y he dejado de recibir muchas de las revistas que pasaban directamente del albarán de entrega al albarán de devolución. Hasta que ha entrado el mes de agosto y algunos de mis colegas se han ido de vacaciones. Las distribuidoras, en vez de llevar las publicaciones al lugar a donde se han desplazado los veraneantes, me las traen a mí. Estoy recibiendo pasatiempos y revistas de barcos por un tubo. El anterior propietario del quiosco había encargado a Gepetto un mueblecillo donde cabían tropecientos crucigramas, mueble que yo utilicé durante un tiempo hasta que vi que aquello era demasiado ruido para tan pocas nueces y di con él en el basurero. Ahora me muevo con cinco o seis títulos y, aún así, me sobran. Y con las revistas de barcos otro tanto. Ya sólo me traen Bateaux, Voiles et Voiliers y Voile Magazine, que son las únicas que me compra un cliente asiduo; de las demás han desistido.
Sin embargo, ha sido llegar agosto y las revistas de barcos y pasatiempos me vienen por palets. Apenas doy abasto a hacer paquetes de devolución. Hasta las que suelo quedarme, las despacho porque, si antes me traían dos ejemplares, ahora me traen ocho o diez. A facturar al maestro armero.

Hasta Logística, que es de las pocas distribuidoras que tratan de ajustar el servicio a la venta, está fallando. Gracias a Laura, había conseguido no quedarme sin Periódico a las 10 de la mañana, pero ya han efectuado un ajuste: me mantienen los ejemplares de El Periódico en catalán y me han reducido los ejemplares de El Periódico en castellano. No se han enterado de lo que sabe todo el mundo: los catalanes autóctonos están veraneando en la Costa Brava mientras que aquí sólo han quedado els altres.
Lo siento, Laura. Tú no tienes la culpa de que tus superiores sean unos inútiles. ¿Qué digo yo? Tú no tienes la culpa de que tus superiores también estén de veraneo.

lunes, agosto 10, 2009

Móviles a la romana

Mi amiga la Gallega ha dado un bajón. Físico, porque de moral anda más alta que el Alcoyano. Ahora pasa apoyada en un bastoncillo; camina despacio pero la sonrisa le sigue iluminando la cara.
- ¡Jefe, qué calor hace! Está usté que parece que los caníbares lo están pasando por la parrilla. Voy a buscar un móvil que mañana salgo de viaje y estoy sin aparato.
- ¡No me dirá que lo ha perdido!
- ¿Perdido? No, hijo. Iba bajando las escaleras del metro cuando se me acercó: “¿la ayudo, señora?”, me dijo. “No hace falta, gracias”. Tres escalones me faltaban para llegar y la tía, que hablaba muy bien español aunque yo creo que era romana, me cogió el carro de la compra. En brazos lo llevaba como si fuera un crío. Cuando la gente empezó a meterse con ella, había llegado al andén y allí lo soltó pero le había dado tiempo de soplarme el móvil y la cartera, ¡la madre que la parió! Sesenta y dos fotos tenía grabadas del nieto y seicientos setenta y ocho euros que costó. Que yo con uno de cincuenta euros tengo bastante porque sólo hablo; no sé leer mensajes ni nada pero para llevar las fotos del nietecillo y enseñarlas a aquél… Y lo que llevaba en la cartera, las tarjetas y el carné de conducir que tenía caducao y ahora no sé si me lo renovarán. Bueno me voy no sea que cierren y me quede sin móvil.

Ha seguido acera abajo con paso cansino y arrastrando los pies. La gente o está de vacaciones o metida bajo un ladrillo porque apenas hay nadie en la calle y los pocos que hay pasan de largo. Intento entretenerme haciendo la devolución de Marina BCN Distribucions. En ello estoy cuando llegan las promociones de la susodicha.
- Vienes a traerme las putas –le digo al repartidor, que me mira de forma rara-.
- ¿Qué putas?
- Las de García Márquez.
- No sé qué es.
- Esta mañana, a primera hora, me has dejado un albarán pero no me has dado el libro “Memoria de mis putas tristes” de Gabriel García Márquez.
- ¿Me deja el albarán? –lo tengo colgado del gancho “falta reclamar”; lo cojo y se lo doy-.
- ¡Ah, es el libro que va con Público! Ahora mismo se lo traigo.
- ¡Si puede ser, que las putas sean alegres!

Para la, relativamente, poca cantidad de género que me ha traído Marina, me sale una devolución que pesa como un muerto. Más que nada por los libros de Avui, que ni siquiera a 2€ tienen salida.
- ¡Ya está, jefe! El modelo que yo quería no lo tienen hasta mañana así que me he cogido uno de cuarentinueve euros y cuando llegue el que he encargado y éste se me gaste lo tiro.
- ¿Cuál tira? ¿Éste o el otro?
- Ya está usté otra vez de cachondeo. Oiga, ¿no le vendría bien un gazpacho fresquito? Yo lo compro hecho porque no me quedan ganas de hacer frangollos, que hay algunas marcas que lo hacen bueno pero otras… Esa tan famosa… la más cara; me pone el estómago que me echa fuego. Compro esa marca… la del supermercado Lid o Lid-ele o cómo puñetas se diga. Esa sí me gusta. Al tarugo le da igual; ése se lo come todo, le echa unos cuscurros de pan refrito en aceite y se pone morao. ¿De verdad que no quiere que le traiga un cuenco?
- No, gracias. Estoy muy sudado y el gazpacho frío lo mismo me sienta mal -¡y una leche! Me sentaría fenómeno pero me da fatiga que la buena señora tenga que volver a salir-.
- ¡Frío dice! Se lo mando con el tarugo y, al paso que va ahora, cuando llegue aquí ya está caliente.
- ¡Qué, paisana! ¿Cómo estás? –Superwaiter se acerca al quiosco en busca de su ración diaria de droga para alimentar el cáncer de pulmón-.
- ¡Vaya, el que faltaba! Que me quitaron el móvil bajando las escaleras del metro.
- ¿Que te quitaron el móvil? ¿A ti? No me lo creo.
- Sí. Me faltaban tres escalones para llegar al andén cuando la tía me pregunto si quería que me ayudara. Una romana de esas… Me cogió el carro de la compra… así… cómo si fuera un chiquillo y echó a correr.
- Ya me extrañaba. ¿Nadie te echó una mano?
- Cuando la gente me oyó chillar quisieron pararla, entonces la tía dejó el carro y subió en el metro. Pero me llevó el móvil que me había costado seicientos setenta y ocho, y la cartera con las tarjetas de crédito y el carné de conducir, que lo tenía caducao y, ahora, ¡a ver si no me lo quieren renovar!
- Sí, mujer –la anima el Súper-. Haces la prueba esa del médico y ya está.
- Es que si me tengo que examinar otra vez… Desde el sesentiséis que lo tengo; no me acuerdo ya ni de las señales…
- No te preocupes. Pasas el reconocimiento médico y ya está.
- ¡Menos mal! Porque lo tengo caducao de hace un mes. ¡La madre que la parió! Llevaba en el carro más de trecientos euros: cincuentinueve en pescao, un fuet, jamón ibérico, un pollo, cincuentinueve euros en pescao… Eso ya lo he dicho…
- ¿También te llevaron el carro?
- No, el carro no, pero imagina…

viernes, agosto 07, 2009

Il n’y a pas Pyrénées

La semana de la rentré está llegando a su fin y poco a poco va remitiendo el trauma post vacacional; la verdad es que parece que ha pasado mucho tiempo desde que volvimos y, si no fuera por el calor que paso en el quiosco, casi podría decir que estoy funcionando a buen ritmo. Ayer mismo, el señor de las Cuevas se extrañaba al verme chorreando en sudor.
- ¡Caray, cómo suda!
- No sudo, es que me ducho hacia fuera.
- Han dicho que este fin de semana van a bajar las temperaturas.
- ¡No, que no bajen! Lo mejor que pueden hacer es quedarse donde están que aquí abajo ya tenemos suficiente calor.

Me refresco imaginando que sólo llevo puesto el mini vestido que regala Elle o el vestido entero que acompaña a Cosmopolitan: poquita ropa y vaporosa.
Eso me hace recordar cuando, a primeros de diciembre pasado, Quiosquera me obligó a pasar unos días en un hotelito cerca de La Seu d’Urgell. Nos acercamos un par de veces a Andorra y pude observar que allí no hay quioscos; al menos yo no vi ninguno en las calles por donde suelen pasear los turistas. Como mandan los cánones, entramos a Les Pyrénées a comparar precios y nos tropezamos con el quiosco: todas las revistas de periodicidad mensual que habitualmente recibimos, expuestas al público. En español y francés; igualicas. Bueno, igualicas no. La versión española iba en un macro cartón e incluía el regalito habitual. La versión francesa aparecía perfectamente empaquetada y en tamaño casi estándar. Recordé la frase atribuida a distintos autores (entre ellos a Louis XIV) “Déjà il n’y a pas Pyrénées” y la traduje a la realidad actual: “Encore il s’y a pas Pyrénées”.

Y esta mañana, una francesita me ha demostrado que, en efecto, Les Pyrénées están cada día mejor aposentados alejando a los quiosqueros españoles de la civilización europea. Un poco más abajo de mi quiosco hay una escuela de idiomas donde vienen bastantes extranjeros a mejorar sus conocimientos de español y es habitual que me compren alguna revista o periódico para hacer prácticas. Hoy han llegado dos chicas y le han pegado un repaso a las revistas de moda: Marie Claire, Telva, Elle, Cosmopolitan…
- Quiego una guevista mè no quiego cadó –me ha dicho una de ellas-.
- Se ne pa posibl. Tut lè gueví port cadó.
La compañera le ha dicho algo que no he entendido.
- Mè ye ne vé pa le cadó.
- Il y a in solisión –he intervenido-. Vusacheté la gueví e vu yeté le cadó dan la papieguiè (a ver cómo diantre se dice papelera…).

Se ha llevado Cosmopolitan. No he querido ver si tiraba o no el vestidito en la papelera.
Por cierto, ayer a última hora una chica, que había comprado Clara y se había probado las chanclas, se llevó todos los ejemplares que me quedaban. Me comentó que le quedaban perfectas y que eran muy cómodas.

jueves, agosto 06, 2009

La miopía de las gafas de Lecturas

Hoy no tengo el día. La limpieza del quiosco ha acabado conmigo. Si ayer el dolor me recorría toda la raspa, hoy se ha localizado a capricho: en el cóccix mientras estoy de pie y en la cintura cuando me siento. Como no sé cómo ponerme, me pongo a escribir; a lo mejor se me olvida.

Ayer me visitó un viejo amigo, gerente de una de las empresas donde trabajé, y me alegró el día: le “encolomé” un ejemplar de cada una de las tres temporadas de Pies para quiosquero, que para eso están los amigos, digo yo.
Es curioso el paralelismo entre mi vida laboral y las empresas donde desarrollé mi trabajo. Que recuerde, he estado en nómina de seis empresas; cinco de ellas ya no existen: cayeron a poco de irme yo. La empresa que dirigía mi amigo aguantó unos años (me puso en la calle cuando las cosas empezaron a ir mal) pero al final cedió y también hubo de echar el cerrojo. Por lo que tengo oído, la sexta empresa aguanta pero las está pasando más putas que Caín. Con este panorama está claro cuál es el futuro de los quioscos.

Como estoy de mala follá me voy entreteniendo como puedo; sólo para subir el ánimo.
Me pone nervioso la gente que se pasa cinco minutos rebuscando en el monedero para dar el importe exacto y, cuando comprueban que no pueden cubrir el precio con la calderilla, te endosan un billete y le entran las prisas. Se quedan entonces con la mano tiesa y la palma encarada al cielo esperando el cambio; en cuanto echo el primer paso para acercarme arrancan a andar y debo estirarme para depositar las monedas en su mano. Hoy no. Hoy, cuando inician la retirada, dejo caer las monedas.
- ¡Uy, perdón! Estoy torpe esta mañana.
Y hago intención de bajar a la acera para ayudarlos a deshacer el esturreo. Hago intención…

O la otra que le gustan las chanclas que “regala” Clara.
- ¿De qué número son?
- Ni idea –a ojo de buen cubero diría que la chica necesita dos o tres números por encima de la talla del modelo-.
- ¿Y son todas iguales?
- Sí.
- ¿Me las puedo probar?
- No.
- ¿Cómo lo hago entonces?
- Es cuestión de ir a una zapatería.
No la había visto nunca y nunca la volveré a ver. En el quiosco, al menos.

La mención de honor de la semana corresponde a Lecturas y sus “gafas de las estrellas” que, como es de suponer, viene envuelta en papel de celofán con alta tendencia a reventar y esparcir su contenido por el suelo del quiosco. Se presenta en dos versiones: con gafas o sin gafas. Como también es de suponer, la versión “con gafas” está estratégicamente metida en una caja de cartón oculta a la vista del público. Pero deben hacer algún tipo de publicidad televisiva porque algunos clientes me preguntan por el regalo.
- No hay regalo.
- Creo que sí; lleva unas gafas.
- Pero no son regaladas. Hay que pagar 2,15 € adicionales.
Y ahí se acaba la historia.
Esta mañana, sin embargo, ha llegado un señor al que no tenía visto pero que últimamente viene pasando por el quiosco. Seguramente su quiosquero habitual está de vacaciones. Se ha ido directo a las revistas del corazón y se ha quedado contemplándolas un buen rato. Por fin se ha decidido a hojearlas sin soltar las llaves que llevaba en una mano. El ojeo ha seguido un orden de izquierda a derecha: primero Hola, después Lecturas. En el trasiego una luz cegadora me ha dado de lleno en la cara: la linterna halógena que le sirve de llavero se ha encendido. El posible cliente se ha detenido en la segunda hoja; Amaia Salamanca, Elsa Pataky, Carla Bruni y Eva Longoria lucen las gafas que “regalará” Lecturas en éste y en los próximos números.
- ¿Me cobra Lecturas?
- Uno ochenta.
- Déme las gafas.
- Van aparte.
- ¿Cómo que van aparte?
- Que Lecturas con gafas es más caro.
- Aquí dice “consigue con Lecturas las gafas de las estrellas”.
- Pase la página.
- ¡Ah! “Revista más gafas, tres noventa y cinco”. Pues me la llevo sin gafas y si la familia las quiere los mandaré a buscarlas.
- Entonces no estropee la revista para que se la pueda cambiar.
- ¿Las gafas ya llevan la revista?
- No, algunas de las revistas llevan gafas.
- Bueno, entonces me la llevo con gafas.
Le hago el cambio, me paga, se mete las llaves en el bolsillo y se aleja. La linterna sigue emitiendo destellos a través de la tela del pantalón.

miércoles, agosto 05, 2009

¿El halago debilita?

Tenida cuenta que en agosto todo el mundo anda de vacaciones y que quienes se quedaron fue por falta de liquidez, imaginé que iba a pasar 15 días mano sobre mano pasando calor dentro del chiringuito sin apenas clientes que llevarme a la boca. Y se me ocurrió pensar que era el momento idóneo para intentar devolver al quiosco parte del brillo perdido por la acumulación de polvo. Fallé estrepitosamente en mis previsiones. Es imposible obtener brillo donde el polvo ha formado una costra tan endurecida que más parecen ser las paredes metálicas las que se pegaron a la capa de mugre que viceversa. Después de pasar unas horas rascando (con ayuda) tengo molida la columna desde la primera vértebra cervical hasta el cóccix, con ramificaciones dolorosas que me llegan hasta las rodillas. Hemos conseguido limpiar algunos lugares aprovechando que el polvo se debilitaba por el ataque de risa que le provocaba nuestro esfuerzo.

También he errado al pensar que no tendría clientes.
En este blog vivimos de las anécdotas que nos proporcionan nuestros clientes y de las putadas que nos gastan nuestros proveedores. Tanto es así que, a veces, hasta nos sabe mal que nos traten bien; y cuando nos dan por saco, aguantamos el cabreo y nos consolamos pensando en el post que les vamos a endiñar.
En este mes de agosto, las distribuidoras de diarios han cometido el mismo error que yo y han mandado la prensa a los pueblos de la costa. No así las que nos sirven las revistas quienes, para mantener la facturación, me están trayendo lo que me corresponde a mí y lo que deberían haber llevado a los quioscos vecinos cerrados por vacaciones. El caso es que hoy era el tercer día que vislumbraba el final de los diarios antes de que diesen las 10 de la mañana. Sobre todo El Periódico que, tanto en catalán como en castellano, estaba llegando al final de la pila. He llamado al teléfono de “Cambios de servicio”. A la primera. A la primera me ha salido el contestador automático; en este caso, el preguntador automático, ya que preguntaba por el idioma en el que prefería que me atendiesen. He seleccionado castellano por dos razones: porque lo entiendo mejor y porque quien tal solicitud hacía era una chica. Después de esto es cuando el teléfono suena y suena y no lo coge nadie porque la persona que tenía que estar al otro lado de la línea ha salido a fumarse un pitillo o le tocaba rezo en la mezquita de Benimea. Pues no. Me han cogido el aparato (telefónico) a la primera y era una chica. A partir del viernes recibiré una dosis adicional de diarios que, seguramente, harán que aguante el tipo con holgura. Claro que, ya puestos, he tentado la suerte.
- ¿No me podríais mandar hoy 10 ejemplares de cada?
- ¡Uy! El servicio de reposición es hasta las 10 –echo un ojo al reloj: son las 10 y unos minutos, ¡mierda!- pero voy a hacer lo posible porque se los lleven.

A las 10 y 20 ha aparecido un señor con los periódicos solicitados. Todavía me quedaba un ejemplar de la edición en castellano y otro (reservado) de la edición en catalán. Hasta el momento no he tenido que dar explicaciones de por qué estoy sin diarios.
Gracias, Laura. A veces las distribuidoras, las personas que están al otro lado del teléfono, también funcionan.

martes, agosto 04, 2009

La vuelta al cole

La incorporación al trabajo después de vacaciones sienta mal; si, además, uno se incorpora con horario intensivo y extensivo, bordea los límites del código penal por lo menos de pensamiento. Pues de esa guisa me encontraba ayer cuando apagaron las farolas de la calle, más aún habida cuenta de que, por motivos de ahorro energético, las farolas se apagan antes de despuntar el día. Mis amigos los repartidores se lo tomaron con calma y llegaron de forma escalonada, la cual cosa es buena para que los nervios no se disparen. Siempre, claro está, que a las 8 haya llegado Pronto, que nunca entenderé cómo llevando ese nombre no aparezca hasta las 10 de la mañana. A esa hora ya habría vendido la mitad de las existencias a tenor de las veces que por él me habían preguntado. A esa hora la gente ya no me preguntaba por Pronto: lo cogía y ya está. A esa hora, un poquito más tarde, la gente me preguntaba dónde estaba El Periódico (Catalán y Castellano) o El País que ya habían fenecido. Las distribuidoras ajustan sus programas de servicio a la demanda y han supuesto que todo el mundo está de vacaciones en agosto; y así debe ser, pero con la crisis los veraneantes han cambiado Platja d’Haro por el balcón de su casa. Cuando vayan a darse cuenta (las distribuidoras), la gente se habrá acostumbrado a no leer el diario y tendremos un largo periodo de recuperación de lectores.

Por lo demás, nada ha cambiado durante estos días. La gente compra las mismas publicaciones y hace las mismas preguntas, sólo que con mayor parsimonia.
- Ehte, ¿el trehsientoh sicuenta y siete?
Ya hasta me lo traen escrito en un papelillo.
- Zry estrís p’allá.
- Zry blocs?
- Eso, zry bloc p’allá y en la acera de ap.
Y se van tan contentos; los de fuera, porque los de dentro se van mosqueados.

Ayer se me acercó una parejita.
- Gran eglís.
- ¿Cátidral o Sagrada Familia?
- Gran eglís –levantaba la mano al cielo mostrando las torres-.
- Cátidral… barrio gótico… daun. Sagrada Familia… zry estrís ap and seven rait.
- In eglís an contrusión.
- ¡Hombre! Si tu le dé nu parlón fransé, quesque nu fesón an parlan anglé? Truá gui an o e seta druá.

No sé si se dice así o no pero el gabacho me entendió y encima se sabía el chiste porque se rió a la vez que me daba un cachete en el brazo y me dejaba el hombro entumecío.