El lunes 15 fue un día para no olvidar. Fue uno de aquellos días en que se juntan, sin confundirse, lo bueno y lo malo, el cielo y la tierra, el ying y el yang…
El aperitivo lo tuvimos el viernes cuando La Vanguardia atacó de nuevo y El Periódico vino a cubrir su retaguardia con un dominical que incluía un álbum-tocho para pegar las fotos de la Cataluña de ayer y hoy, fotos que irán encartadas en el diario. Todo gratis.
La Vanguardia ha iniciado la promoción de un juego de utensilios de cocina que se obtienen rellenando una cartilla con cuatro de los cupones que cada día vienen impresos en el lomo de cada ejemplar. Más 2 reales (50 cts.) adicionales.
Marina hizo su entrada a esto de las 11 con todas las promociones del fin de semana y un muerto. El muerto era una caja de cartón rígido tamaño ataúd aunque más corta. No contenía un cadáver sino 28 espumaderas, más soporte para el resto de utensilios. Total 14 euros, 3,5 de beneficio. Salva y yo nos quedamos mirando el paquete.
- Por la puerta del quiosco no cabe, habrá que meterlo por encima del mostrador.
Buena idea si no fuese porque sobre el mostrador está la máquina de la Loto, el ordenador, el teclado, la pantalla, el zapatófono, el mando a distancia de la máquina de tabaco, la máquina de tabaco, el expositor de chocolates, el dispensador de loto-rapid, los cromos, los expositores de chicles y caramelos… Salvando esos pequeños obstáculos la caja cabe perfectamente en el interior. Optamos por meterla en el almacén ambulante.
Me centro en el lunes.
- Son las… cuatro… horas y… cincuenta… minutos. Es hora de levantarse.
Me levanto ¡cómo no! ¡Hasta la pereza estoy perdiendo! Y eso es grave. La tarde anterior me reventó el zapato derecho y no me queda más remedio que calzar los nuevos. A las 6 menos 5 estoy aparcando a la espalda del quiosco. Salva aún no ha llegado y empiezo a descargar las devoluciones de viernes y sábado. En el meadero del quiosco (donde se suelen mear los que vuelven de juerga) está el montón de revistas que ha dejado SGEL. Junto a la puerta de entrada, el montón de SADE. Aparece Salva y acaba la faena de amontonamiento mientras yo entro en el ordenador los albaranes de Marina y Logística.
- Salva, los de Marina atacan con Cinco Días. Traen 5 ejemplares.
Habitualmente traen 1 y lo devuelvo.
- … y 5 carpetas para colocar el fascículo de la Guía Fiscal que empieza hoy.
Y se inicia el bombardeo. A las 6 y media el barrio despierta.
- ¿El Periódico en catalán?
No llega al semáforo.
- No vienen las fotografías de Cataluña.
Veintisiete periódicos en catalán y ninguno lleva las dichosas fotos. Veinte en castellano y juntamos siete sobres. Los vamos repartiendo entre los primeros clientes pero se acaban enseguida.
- No, no. Es igual, si no viene el sobre ya compraré el periódico en otro quiosco.
A los habituales les prometo que, en un par de días, tendré el sobrecito. ¡Que no me pase nada si Logística no atiende mis súplicas!
Luego me entero que en todo el barrio ningún Periódico llevaba las fotos pero yo me he quedado sin vender un montón.
- Cinco Días regala hoy el primer fascículo de la Guía Fiscal ¿verdad?
¡Toma ya! Al menos hay un individuo en Barcelona que conoce Cinco Días. Se lleva el diario y me pide que se lo reserve hasta que acabe la promoción. Y así hasta que se agota. Menos mal que sólo ha habido otro que lo ha reservado. He vendido en una mañana más Cinco Días que en un trimestre.
Atacamos los albaranes de SGEL. Salva me alarga las revistas y yo las paso por el lector de código de barras.
- Pí… Seleccione. PLAYBOY o PLAYBOY + CD
- Señor Quiosquero –me dice Salva-, hay otro código de barras en el cartón.
- Tienes razón. He pinchado el código de la revista.
- Pí… HISTORIA Y VIDA + DVD
¡Ya empezamos! Creía que los códigos de barras eran únicos pero se ve que no. Si alguien me compra Playboy y pide recibo podrá justificar que es un amante de la historia. ¿Y si es al revés? ¿Cómo puede desgravarse el fulano un Playboy en concepto de gastos de cultura?
El zapato aprieta. Por un lado el juanete se queja dolorido. Por el otro es el dedo margarito el que sufre la opresión de la dictadura de la piel nueva.
Son casi las 12 y SGEL no ha pasado a recoger la devolución. Me temo que tendré que colocarla de nuevo en el almacén. En venganza, esta tarde les prepararé un par de paquetes más.
Ingreso la recaudación del fin de semana. La cuenta ha tomado la cuesta abajo. Entre las fiestas de Navidad, Reyes y las rebajas de enero va derecha al precipicio. La culpa la tiene Salva que se empeña en cobrar. Encima, el tío no me ha perdonado la parte de paga extra que le toca.
A las 12,30 se acerca un individuo, cliente esporádico, y pide que le verifiquemos la 6/49. Estoy junto a la puerta del quiosco preparado para irme a comer. Salva valida la apuesta. La máquina de loto tiene dos sonidos:
- ¡Vvvuuuhhh, chas! Seco. Butifarra, inténtelo de nuevo.
-¡ Vvvuuuhhh, ooohhhhh, vvvuuuhhh! ¡Bingo!
Pues esta vez ni chas ni oh.
- Vvvuuuhhh, vvvuuuhhh, vvvuuuhhh.
- Señor Quiosqueeero, aquí sale algo muy raro.
Agarro los dos papeles que ha escupido la máquina y les doy un vistazo.
- Tiene premio pero no se lo puedo pagar –Salva ya ha visto la jugada y exclama un ¡coño! escueto-.
- ¿Cómo que no me paga?
- Porque en este quiosco nunca hemos visto tanto dinero junto.
- ¿Pues cuánto tengo?
- Tres mil ochocientos cuarenta y nuevos euros con cuarenta y dos céntimos.
Da un paso atrás y pone los ojos en blanco. Para mí que le está echando teatro pero resulta convincente. Le doy el resguardo para que vaya a cobrar al banco. Juega una múltiple de 8 con jóquer. Veintinueve euros. Me da uno de propina.
La tarde empieza tranquila. Puedo preparar la devolución de Marina sin grandes contratiempos. Pero cuando intento rebañar la caja de SGEL abren las puertas de las guarderías y colegios y una patulea de niños ansiosos y abuelos cabreados se agolpan ante el quiosco. Así hasta casi las 6. Entre medias, una señora se me acerca a validar su boleto de loto. Es cliente habitual.
- ¡A ver si hoy me da por fin un buen premio!
- Creo que no, se le han adelantado –en efecto, la máquina hace ¡chas!-.
- Esta mañana me ha desplumado un señor.
Le cuento la historia del premio matutino.
- ¡Caramba, medio millón! Le habrá dado una buena propina ¿no?
- ¡Faltaría más!
- Cuarenta o cincuenta mil pesetas…
- Un euro.
- ¡Tacaño! La suerte se la ha dado usted.
- La suerte la ha tenido él. Yo me he limitado a meter el boleto en la ranura.
Se va ofendida y refunfuñando.
Entre unas cosas y otras llevo 12 horas de pie, sólo me he sentado 15 minutos mientras comía, y los pies ya no me aguantan. ¿Quién sería el desgraciado que inventó los zapatos nuevos?
Quiosquera llega a echarme una mano y aprovecho para hacer pipí y tomarme un cortadito. En tres veces me lo he de tomar. Se han desatado las fuerzas consumistas y tengo que interrumpir el cortado a medias para buscar suministros en el almacén. En hora y media agotamos las existencias de Cuentacuentos Disney, Minerales de gran tamaño (oro de Rodalquilar), la primera parte de Los pilares de la tierra y unas cuantas colecciones más. Tendré que pedir a Quiosquera que venga más a menudo porque nos hemos quedado a 24 euros de igualar el record del curso. Los catalanes, en este caso las catalanas, llevan el comercio en la sangre.
Mientras Dalr y yo cerramos, Quiosquera se retira a preparar algo de cena. Llego a casa a las nueve tocadas. Hace horas que me abandonó el desodorante y Quiosquera, con gesto expresivo, me señala el camino de la ducha. El agua caliente me relaja el cerebro y los músculos pero los huesos despiertan y se quejan. ¡Y cómo se quejan los condenados!
Tenía intención de echarle un vistazo a alguna factura. Se queda en intención. El cuerpo reclama horizontalidad y hay que darle gusto al cuerpo. ¡Qué día, madre!