viernes, julio 24, 2009

La cantera de Doña Lupe

Está visto que Salva y yo estamos gafados para las vacaciones. Nuestro primer año de matrimonio nos fue bien porque cerramos el chiringuito y no volvimos a contactar hasta el día de reapertura; pero, a partir de ahí, nuestras vacaciones han sido un desastre.

Por cuestiones de estabilidad económica decidimos que no podíamos cerrar el quiosco un mes seguido y en 2007 tomamos las vacaciones en alternancia. Primero las tomé yo y, entrado el mes de octubre, Salva se fue con su familia a hacer las Américas. Creo que todavía su avión buscaba pista cuando yo aterricé en mitad del quiosco, tras leve pisotón a un ejemplar de "Qué me dices", y me destrocé la rodilla. Tres meses y medio entre pata tiesa y recuperación.

En 2008 el desastre no se hizo de rogar. Volví a ser yo quien eligiera turno y, días antes de consumirlo, acabé en una camilla del Sant Jordi con un muelle dentro de una coronaria. Como uno intenta ser empresario pero no quiere pasar por hijoputa, metí la pata; en cuanto me creí recuperado, volví al quiosco y mandé a Salva a que disfrutara de sus vacaciones. Error. No sólo no estaba recuperado sino que agravé mi estado, intenté no hacerle caso y acabé inhabilitado para el trabajo durante siete meses y medio.

Nuevamente me he hecho el machote y pedí el alta voluntaria para que Salva pudiera descansar. Esta vez las vacaciones las empezó él. Las he pasado más putas que Caín, básicamente por la falta de entrenamiento, pero lo he dado por bien empleado porque el chico se había ganado el descanso. El día de mi partida pasé por el quiosco a primera hora, recogí el portátil por si las moscas y levanté el dedo en señal de advertencia:
- Ya lo sé –se me adelantó-; le prometo que únicamente lo molestaré en caso de urgencia.

Era jueves. Llegué a Aguadulce 10 horas después y tardé poco en meterme en la cama. A las seis sonó el despertador y me maldije por no haber tenido la precaución de cambiarle la hora; lo apagué y seguí durmiendo. Cinco minutos después, sonó de nuevo y repetí la operación, maldición incluida. Volvió a sonar. No podía ser posible ya que lo tengo programado para dos intentos. Aclaro que uso el móvil como despertador aunque con sintonías distintas, pero no estaba yo en condiciones de distinguir a Mozart de Beethoven a horas tan intempestivas. Agarré el aparato y me lo acerqué a la oreja.
- Señor Quiosquero –se me puso la piel de gallina-, le dije que sólo lo llamaría en caso de máxima urgencia y hay una urgencia: esta noche he tenido que llamar una ambulancia porque Lupita se ha puesto muy mala.
- ¿Lupita o Doña Lupe?
- Doña Lupe. No sabemos qué tiene; los médicos dicen que puede ser apendicitis o algo de riñón. Yo he pensado recoger los periódicos y decirle al Súper que se haga cargo de las revistas cuando lleguen.
- No hay problema, Salva. Más tarde hablamos.
No fue posible localizarlo durante el día. A la noche dimos con él.
- Seguimos sin saber nada. La mandan a casa y le irán haciendo pruebas hasta ver qué tiene.

Hemos ido hablando cada día. El domingo se le repitió el dolor y de nuevo hizo el viaje en ambulancia. Seguían sin saber qué pasaba. Uno de los días hablamos con la madre de Salva.
- Le están haciendo pruebas pero no lo ven claro. También podría ser cosa de vesícula pero en las radiografías no sale nada.

Y así hasta el miércoles. Tenía una llamada perdida de Salva y no contestaba ni el quiosco, ni en casa, ni en su móvil.
- Han operado a Doña Lupe –dije a Quiosquera-.
- Habría insistido en la llamada.
- Conozco a Salva, si no está en el quiosco es que está en el hospital.

No dimos con ellos hasta el jueves. Hablamos con la madre de Salva.
- Se volvió a poner muy mal. La pobrecilla me decía “!Ay, yayita, que me estoy muriendo!”. Y la han abierto sin estar muy seguros de lo que tenía; la vesícula llena de piedras, la pobre. Pero ya pasó lo peor.

Hay una cosa que me ha quedado clara: quien inicia las vacaciones es quien recibe las hostias. Y el jefe soy yo…

martes, julio 21, 2009

Los porculados de Euclides

Fue D. Antonio Montes quien me presentó a Euclides cuando aún me faltaban unos meses para cumplir los 11 años. Y la verdad es que me pareció un señor muy simple que se había limitado a decir una par de verdades, que alguien denominó postulados porque eran obvias.

Primer postulado: Por dos puntos diferentes sólo pasa una recta.
Segundo postulado: Por un punto exterior a una recta sólo pasa una paralela a ella.

Años más tarde, mi profesor de Física y Quimica, D. Pedro Collado (no confundir), nos habló de hasta cinco postulados, más un montón de proposiciones, teoremas y otras zarandajas matemáticas que conformaban nada menos que la Geometría Euclidiana, de tal modo que casi podría decirse que Euclides es a Gauss lo que Newton es a Einstein. Fue D. Pedro quien extendió a 5 los postulados de Euclides (lo que yo había estudiado como segundo postulado pasó a ser el quinto con una redacción original bastante más complicada, tanto que más parecía ser terorema que axioma) y quien puso en solfa su cumplimiento en base a la teoría del punto gordo que se carga varios postulados, básicamente el primero y el quinto:

· Si los dos puntos elegidos en el primer postulado son suficientemente gordos, puden pasar por ellos varias rectas (incluso, hasta infinitas).
· Igualmente, el numero de paralelas que se pueden trazar por el punto exterior a la recta del quinto postulado, depende del grosor del punto.

Sea como fuere, Euclides se ganó un lugar de privilegio en Geometría y, dado que vivió unos 300 años antes de Cristo y en territorio perteneciente a Grecia, también se lo ganó como clásico. Por eso Biblioteca Gredos 2ED de RBA lo ha incluido en su selección de autores clásicos y distribuido con el número 42 de la colección. Lo que me ha sorprendido ha sido el acompañamiento; Euclides (los dos ejemplares que me mandan) venía en un paquete delgadito, con sus correspondientes flejes de plástico, y contenía tres publicaciones colocadas a modo de bocadillo, donde los dos libros GREDOS eran el jamón. La capa de arriba era una película que el albarán titula DVD PODER FLOR y es de las que yo califico como putiferio; macizas en pie de guerra. En medio, como he dicho, Euclides con la portada de cara. Y en retaguardia, ALBUM MEN. No sé si a Euclides le gustaba la carne, el pescado o las dos cosas (que a mí tanto me da), pero me ha hecho gracia el buen tino del empaquetador al poner por un lado (de frente) a la chica X y porculado al chico fetén . Para que el sabio elija por qué punto ha de pasar su recta.

sábado, julio 18, 2009

Estaciones de servicio

Hace muchos años, tantos que ni me acuerdo, cuando un viajero llegaba a una estación de servicio o surtidor de gasolina, daba las llaves a un empleado y éste se encargaba de hacer su faena mientras el conductor aprovechaba para pasarse por el mingitorio. Y si no tenía ganas de mingitar, ni se bajaba del coche. El empleado ponía gasolina, limpiaba los cristales y hasta le daba unas pataditas a las ruedas para ver cómo iba de presión. Poner gasolina era cuestión de unos poquísimos minutos. Claro que, por entonces, sólo viajaban señores, camioneros (los llamados caballeros de la carretera) y tontos hartos de gachas, esto es, palurdos con el riñón forrado y ofrecían al gasolinero elegancia, camaradería y buenas propinas según el caso.

Cuando Quiosquera y yo empezamos a rodar por las carreteras de España con nuestro Mini 850 raso, estas costumbres habían empezado a perderse. Uno paraba junto al surtidor, daba las llaves al empleado, decía “Lleno, por favor” y con un trapo viejo intentaba arrancar los mosquitos que se habían aplanado en el parabrisas. Todo en cuestión de poquísimos minutos.

Con el progreso electrónico y el desarrollo del rebaño humano (cada día somos más borregos), el echar gasolina se ha convertido en un pequeño suplicio. La reconversión y la optimización de recursos mandaron al paro a los empleados de gasolineras, quedando sustituidos por una sola persona, que operaba la caja, y unos surtidores, manejados por el que pagaba, que chivaban al cajero el importe que debía cobrar. Y los españolitos veíamos eso como señal de progreso. Ahora, no sólo se ha de poner cada uno su gasolina, sino que debe esperar en colas impensables años ha, dirigirse a la ventanilla, calcular cuánta gasolina cabe en el depósito, pagar y regresar a poner la gasolina que ya ha pagado. Si, además, quiere limpiar los vidrios, habrá de hacer esperar unos minutos adicionales a los que aguardan en cola. Y los españolitos, que sabemos o deberíamos saber que nuestro colaboracionismo ha llevado al paro a cantidad de personas que se ganaban la vida como empleados de gasolineras, y que sabemos o deberíamos saber que nuestra colaboración no redunda en nuestro beneficio sino en el de los suministradores de carburante que se han ahorrado el personal, y que sabemos o deberíamos saber que estamos perdiendo miserablemente el tiempo, que es un bien escaso, agarramos la manguera, nos suministramos la gasolina y vamos mansamente a la taquilla a pagar el combustible cargado.

Debe ser que empiezo a tener la sangre quemada por mor del quiosco o por cualquier otro mor, pero cada día utilizo un poco más de mala leche. El jueves, camino de Almería paramos a repostar en el área de servicio de L’Hospitalet de l’Infant. Desde que en una ocasión se me derramó un cuarto de depósito de gasolina parado en una pendiente pronunciada, nunca lleno el depósito. Cuando viajo, sí. Al empuñar la maguera una voz me regañó:
- Este surtidor está en modo prepago. Pase antes por la ventanilla.
Mandé a Quiosquera.
- Pregúntale al de la caja a cuántos kilómetros está la próxima estación y entonces le dices que te ponga 5 euros. Y si, por casualidad, te permite llenar el depósito, una vez que me haya abierto el paso del carburante, desapareces. Si ellos no se fían de mí, yo tampoco tengo por qué fiarme de ellos.
Quiosquera, en efecto, llegó a la ventanilla.
- ¿Queda muy lejos la próxima estación de servicio?
- A unos 25 0 30 kilómetros.
- Bueno, entonces ponga 5 euros de gasolina 98 sin plomo. Íbamos a llenar pero mi marido no sabe cuánto le falta al depósito y prefiere repostar en otra área donde no sea necesario pagar por adelantado.
- No señora, no hace falta. Yo le abro el surtidor y ustedes llenan.

Cuando acabé de poner gasolina, Quiosquera había desaparecido. Como una señora de las de antes, se había pasado por la tualete y volvía como una rosa. A mí me dieron pena los que estaban en la cola y me fui sin mear. Pero yo tengo experiencia y aguante.

viernes, julio 17, 2009

¡Dios mío! ¿Dónde me he metido?

Ayer, 16 de julio, hizo un año que me pusieron el muelle en una de las coronarias; ayer, 16 de julio, me tocaba llevar a mi madre a Almería; ayer, 16 de julio, debía estar a las 12 frente al Gobierno Civil de mi ciudad suplicando que se regule el sector que se mueve en torno al quiosco; ayer, 16 de julio, la horquilla de tiempo prevista para la concentración me llevó desde Castellón de la Plana a Gandía.

Anoche, después de 17 días ininterrumpidos permaneciendo de pie entre 11 y 12 horas seguidas (cada día) y 10 horas de conducción en el cuerpo como propina, no estaba ni para alegrías ni para disgustos; estaba para darme una ducha y meterme en la cama. Me salté la ducha para robarle a mi hermana su portátil y asomarme al ciberespacio en busca del estado de los quiosqueros de la concentración. La primera noticia empezó a ponerme buen cuerpo: una decena de vendedores concentrados en Valladolid. La segunda no era tampoco muy alentadora: 450 en Madrid. La tercera me dio de lleno en hígado: se trasluce que los quiosqueros se concentran para que les permitan vender tabaco. Y la cuarta… discúlpenme el exabrupto pero si no lo digo reviento; la cuarta me sentó como una patada en los cojones: el señor Juan Vicioso, presidente de COVEPRES, afirma que la única orden que regula el sector, la de 22 de abril de 1972, es preconstitucional (parece traslucir que está abolida) y únicamente (más o menos) establece la distancia mínima entre dos quioscos.

Esta mañana me he pasado por el quiosco que hay frente a la Bodega del Jamón y he comprado un diario nacional y otro local, a la vez que he preguntado a la quiosquera por la concentración de ayer.
- ¿Qué concentración? ¿De quiohqueroh en er gobierno cibih? ¡Aquí no noh enteramoh de ná!
Lo malo es que los de fuera de Almería tampoco nos hemos enterado. Además de lo dicho, he tropezado con elkiosco.info que habla de una nutrida representación de quiosqueros en Valencia (en la foto yo cuento un máximo de 19 cabezas) y me informan que en Barcelona acudieron 76 vendedores a manifestarse frente al Gobierno Civil. Y ADN y madridiario nos hablan de la concentración convocada por CONADIPE y COVEPRES ¿mande?
La brisa de aire fresco la pone Begoña Grigelmo en TV3.

Begoña enlaza de forma brillante el tema del cierre de quioscos en Barcelona (algo de lo que ella y yo habíamos hablado y donde, debido a mi baja laboral, no pude prestarle ayuda que me había pedido) con la concentración por la regulación del sector.

Si yo no fuera quiosquero y mi única información viniese de la que acabo de leer, sacaría unas conclusiones parecidas a estas:
1.- Están cerrando quioscos por mera cuestión de (no) rentabilidad.
2.- Los quiosqueros quieren que les permitan vender tabaco para mejorar su economía.
3.- CONADIPE y COVEPRES, las dos federaciones nacionales de Asociaciones de Vendedores de Prensa, han convocado una concentración frente a la sede de los gobiernos civiles de las distintas capitales de provincia.
4.- La concentración ha sido un fracaso porque no ha ido ni Dios.
5.- Existe una ley preconstitucional y, por tanto, no aplicable, que dice que los quioscos, al igual que las farmacias, deben mantener unas distancias mínimas.

Empecemos por el final.
Yo, Quiosquero, que nací en 1950, soy preconstitucional y estoy abolido.
Hay una serie de artículos en la orden de abril de 1972 que son claramente inconstitucionales, en cuanto se refieren a Sindicato Provincial (vertical), Comisiones Nacionales y Provinciales y Montepíos. Pero no veo ningún problema constitucional o artículos que no se puedan constitucionalizar fácilmente cuando dice :
· Artículo 8º
Los gastos que produzca el transporte y servicio de ejemplares de cualquier publicación hasta el punto de distribución a que se refiere el artículo 10, serán siempre de cuenta de las Empresas editoras o distribuidoras.
· Artículo 10º.-
a.- Fijación del horario de iniciación y término de las tarea de venta de prensa, tanto en días laborables como en domingos y festivos.
b.- Establecimiento de las normas para el disfrute del descanso dominical y de las vacaciones anuales de los Vendedores Profesionales.
· Articulo 13º
Los Vendedores de Prensa serán retribuidos del modo que sigue:El 20 por 100 del precio de venta al público de los diarios nacionales. Este descuento será del 25 por 100 los días en que se publiquen suplementos entregados aparte, y siempre que dichos suplementos se produzcan con una regularidad igual o superior a dos mensuales.El 20 por 100 del precio de venta al público de las revistas nacionales, (entendiendo por tales las encuadradas en la Agrupación Sindical de Prensa no Diaria). El descuento será del 25 por 100 en aquellas localidades cuyo censo de población sea superior a ¿500,000? habitantes. En cualquier caso serán respetadas las mejores condiciones para el Vendedor que se hallen pactadas con anterioridad a esta Norma.
· Articulo 14º. -Lo establecido en el artículo anterior, regirá cuando no intervenga en el servicio de venta distribuidor a comisión. En otro caso, podrá efectuarse sobre los descuentos de los vendedores profesionales una detracción que en ningún caso excederá del 15 por 100, respetándose las inferiores que existan en la actualidad.En ningún caso podrá implantarse el sistema de distribución a comisión con detracción a cargo del vendedor en plazas o localidades en que no esté rigiendo este sistema.

He vuelto a leerme la orden de 22 de abril de 1972 y no encuentro en qué artículo se establece la distancia mínima entre quioscos. O el periodista no se enteró de la misa la media o al señor Juan Vicioso se le ha olvidado la letra y el espíritu de la ley.

Los quiosqueros de chiringuito (purria) únicamente estuvimos tres meses sin vender tabaco. Lo que se reivindica es que los vendedores de prensa y revistas en local (personas) tengan el mismo derecho. Y que todos, purria y personas, en virtud de la orden de 22 de abril de 1972, no paguemos portes mientras que los señores diputados no se dignen redactar otra norma que la sustituya. Y PUNTO.

Lo que no se puede es decidir, preparar y ejecutar una movilización de los quiosqueros de toda España en 15 días. Lo que no se puede es que en una movida de este tipo no se cuente con todas y cada una de las asociaciones existentes aunque se sepa que algunas no van a participar. Lo que no se puede es redactar unos carteles informativos que confunden mucho y aclaran poco. Lo que no se puede es movilizarse un 16 de julio cuando todo el mundo tiene la mente puesta en las vacaciones. Y lo que no se puede es pedir una orden, norma, ley o como puñetas se diga, sin un debate previo, y se haga porque, según un comunicado interno que he tenido en mis manos, desde un ministerio se inste a la movilización ya que a los quiosqueros no se les hace caso porque no arman ruido (quede claro; la nota interna NO es del ministerio).

¿Interesa a los quiosqueros ser vendedores de prensa sometidos al proteccionismo de una ley o les interesa ser comerciantes libres sometidos a las leyes de comercio? Siendo fieles a las expectativas del español medio, seguramente los quiosqueros desean que los funcionaricen y que papá estado les diga cómo y dónde han de trabajar, cómo y cuándo deben abrir o cerrar el chiringuito y cómo y cuánto les corresponde ganar. Eso es más cómodo que negociar con las distribuidoras, que se les cobrará, por ejemplo, el 5% de todo el género que les sirvan (cantidades no negociadas) más el 20% de todo lo que vendan. O que las revistas que no cumplan determinados tamaños estándares deban pagar un porcentaje adicional.
¿Y si no tragan?

To be, or not to be: that is the question

martes, julio 14, 2009

Concentración 16 de julio de 2009


Apreciado Compañero:

Como posiblemente ya sabrás el día 16 del cte. mes de Julio y desde las 12 del mediodía y hasta las (2), dos de la tarde, LOS VENDEDORES DE PRENSA de toda España se concentran delante de sus respectivas DELEGACIONES DE GOBIERNO, (concentración pacífica), con el único fin de pedir al GOBIERNO DE LA NACIÓN, la regularización de nuestra profesión.

.- No podemos soportar “portes” que no podemos repercutir en el precio de venta de las publicaciones.

.- No podemos admitir que unos tengan una comisión distinta a los demás por realizar la misma actividad (unos tienen el 20% de descuento y otros el 25%).

.- No podemos admitir la impotencia de reclamar y que hagan caso omiso de nuestro género devuelto y que no nos abonan.

.- No podemos admitir que cada día cierren más puntos de venta.

Todo ello va en detrimento de nuestros puntos de venta, la devaluación constante de los mismos, Nadie o casi nadie los quiere!

Defiende tus intereses y ven a la concentración, luego no te quejes ni te lamentes, sólo te pedimos que apoyes las reivindicaciones de los vendedores de prensa. Si crees que tenemos razón acude.

Lugar de concentración: LAURIA esquina MALLORCA
DÍA 16 DEL CTE. DE 12 A 2 TARDE.

Pedro Rosado Medina
Jaime Gerbolés Álvarez

La Toma de la Bastilla

Tal día como hoy, un martes 14 de julio de algunos años atrás, unos cientos de franceses tomaron al asalto la fortaleza de la Bastilla y levantaron la veda de la caza del noble, muchos de los cuales acabaron por afeitarse en la Plaza de la Concordia. Algunos quedaron.

Desde que hace año y medio, Rajoy se inventó una crisis económica para intentar echar a Zapatero de la Moncloa, el Señor Conde de la Marina Press y Grande de España ha tenido que apretarse el cinturón poco a poco. Como resultado, los almacenes de Marina Press han ido menguando y los pobres han pedido ayuda a los quiosqueros, que vamos sobrados de espacio. Desde hace unas semanas, una parte de los dominicales, mangazines y otras mandangas que acompañan a los diarios los güiquen, entran en el reparto del viernes. Dado que el viernes es día de recepción masiva de promociones, a la parafernalia dominguera no le hago puñetero caso.
Craso error.

El domingo llegamos con tiempo sobrado y colocamos los diarios con calma. Sólo habíamos detectado la falta de un ejemplar del Periódico de Catalunya en castellano cuando Quiosquera empezó a encartar dominicales.
- No han traído los dominicales de ABC.
Cabreo. ABC regala cada domingo una película y si no hay dominical no hay venta de diario. Además de que había algunos encargos. Antes de llamar al teléfono de urgencias, hicimos un repaso visual de dominicales. Faltaba un paquete del Semanal de El País: sólo cuarenta.
La respuesta al teléfono fue rápida.
- Me faltan los dominicales de ABC.
- ¿Seguro? –la voz me sonaba de otras veces-. Es que son parecidos a los de La Vanguardia. Si tiene uno en la mano déle la vuelta.
- ¡Mierda! –lo pensé pero no lo dije; el primero que había cogido era claro: por retaguardia eran idénticos pero, vistos de frente, eran perfectamente distinguibles-. Visto. También me faltan 40 semanales de El País.
- ¿Y ahora lo dice? Debe hacer la reclamación dentro de las 24 horas siguientes a la recepción.
- Sí, pero como los dominicales los vendo en domingo, hasta hoy no los he echado en falta.
- Pues lo siento pero no puedo mandarle ninguno; se los tengo que abonar.

Yo vivo de vender diarios, no de abonar diarios pero hay lo que hay. Cuando vi cómo bajaba la pila empecé a acordarme de la toma de la Bastilla y de los nobles que escaparon a lo que vino después. Quiosquera conserva mejor la calma en situaciones similares.
- Podías ir tú por ellos.
¡Pues claro! Al ritmo que íbamos, igual a las 10 ya no podíamos vender un puñetero País. Volví a llamar. Esta vez no era la señorita de siempre; ahora me tocó un señorito.
- Averiguo si quedan y lo llamo en un momento.
Esperé varios momentos. Hasta me dio tiempo de comerme medio bocadillo y un café con leche (éste último, bebido). Como el señorito no se decidía a llamar, yo me decidí a ir. El trayecto hasta Marina Press fue normal, salvo porque ahora (la verdad es que no sé desde cuándo) han habilitado unos jardincitos que cortan la calle Pedro IV y hay que tomar una chicane para sortearlo.
Aparcaba cuando vi salir una chica de las oficinas. Llevaba en la mano un vaso de café con leche que vertió en un sumidero.
- Mira –pensé-, a ésta también se le ha agriado la leche y no fui yo quien ordeñó la vaca.
Vaciado el vaso, fue a echarlo en el contenedor.
- ¿Viene a por prensa? –era la misma voz del teléfono-.
- No, vengo a ver si puedo rapiñar unos cuantos dominicales del País.
- ¿No será usted el cincuenta y cuatro…?
- El mismo.
- No sé si encontraremos pero se lo miraré –la verdad es que las empleadas de Marina Press ganan mucho al natural; debe ser que el teléfono y los quiosqueros del otro lado de la línea también queman lo suyo-. ¡Fulanito! ¿Quedarán 40 dominicales del País?
- No lo creo, diez o quince como mucho.
No era para tirar cohetes pero más valía eso que un puntapié en la espinilla. Sin embargo, Fulanito apareció con un paquete completo, o sea, cuarenta.
Gracias, Alejandra, con tu ayuda pude salvar el domingo.

Pasa que la crisis afecta de diversas maneras. Y si el almacén de Marina se ha estrechado, al departamento de facturación se le han encogido los descuentos. No sé si todos los quiosqueros reciben los albaranes con idéntica numeración. Me refiero al número 30491461 de 06/07/2009. En mi caso incluye las publicaciones LETRAS LIBRES y LE MONDE DIPLOMATIQUE. En el albarán, ambas publicaciones aparecen con un descuento del 25% (lo habitual). En la factura del 11/07/2009, el citado albarán ha cambiado de importe, importe al que se puede llegar si a las publicaciones mentadas les aplicamos el 20%. ¿Error informático?

¡Hostias lo que hubiera disfrutado el 14 de julio en París

P.D.- 16 horas 20 minutos. Recibo la llamada de personal responsable de Marina Press. Asegura que el lamentable error se soluciona cagando leches.

lunes, julio 13, 2009

De pronto, la cuchara

Lamento decepcionar a quienes esperaban a leer el chou de esta mañana con el inspector del gas. No ha habido nada. Cuando han llegado, todavía estaba procesando la noticia del fallecimiento de la esposa de Jaume y no he estado inspirado. Llegar, lo que se dice llegar, no han llegado. He recibido una llamada telefónica de la chica de la centralita de INVESGAS para indicarme que sus chicos, eran dos, no me lograban ubicar en la dirección citada.
- Descríbamelos que me asomo el balcón y les indico.
- Son dos chicos, bueno, de media edad; unos de ellos lleva una maletita de ruedas.
- Ya los he localizado, no se preocupe.
He bajado a la calle pero no tenía ganas de guerra. Además, uno de ellos, muy amablemente, me ha asegurado que la mejor solución sería una estufita eléctrica. El aire acondicionado en serio requiere una cortina de aire caliente que me haría volar los papeles. Me han dejado una tarjeta de visita por si se me ocurre algo. Veamos, eran operarios pero no tontos. Seguro que se han alejado acordándose de mis antepasados; incluso de mis recientes.

SADE se ha presentado algo más tarde de las diez. A esa hora, cuatrocientas mil señoras ya me habían preguntado por el Pronto. Y el Pronto ha llegado en una caja de cartón fetén más otro montón de ejemplares sueltos. Los ejemplares vienen retractilados para que no se caiga la cuchara de regalo. Tal como la he visto, me ha dado la sensación de que la incluyen para que las lectoras se coman al Maiquel Llacson de la portada. Acompañando el albarán viene una nota que, se supone, va dirigida a los quiosqueros.
“Prepárate a vender muchos más ejemplares de PRONTO… estaremos apoyados por una CAMPAÑA DE TELEVISIÓN… No se abonarán los ejemplares de PRONTO que lleguen a nuestros almacenes sin el cubierto correspondiente. Un cordial saludo.”

Le hago la prueba del algodón, esto es, agarro la revista por un extremo y la sacudo. No la pasa. Cuesta un poco, pero si se le da un buen zaleón, la cuchara se va a freír espárragos. Le aplico, por tanto, la apostilla de “material susceptible de deterioro”, busco otra caja pare meter los ejemplares sueltos y guardo el conjunto bajo el mostrador. Como las cucharas van a salir por la tele, no hace falta que yo les haga una propaganda adicional. ¿Que esta semana venderé menos Prontos…? Seguro, pero expondré otros productos que antes quedaban ocultos y, con unos cuantos que coloque, habré compensado la pérdida de ventas en la mentada publicación. Pero, sobre todo, no perderé una sola cuchara.

De todos modos, mis clientas ya saben lo de la cubertería y me la piden. Acabo por poner la caja de cartón encima del taburete que uso para estar de pie, y así no tengo que doblar la raspa.
- ¿No le han traído el Pronto?
- Sí, es que regala una cuchara de plata y lo tengo en la caja fuerte.
- ¡Uy! En la foto se veía más bonita.
- Mujer, es lógico. Las fotos se las hacen a modelos rellenas de silicona y esta cuchara es normal. Pero cuando se acostumbre seguro que la encuentra guapa y, a lo mejor, hasta simpática.

En medio de tanto Pronto ha llegado una jovencita a comprar Nuevo Vale. Se ha quedado mirando la Sex Zone.
- ¿Aquella Hot Video no será la número 158?
No tengo ni idea. El ordenador me dice que tengo los números 127, 128 y otros que no guardan correlación. Pero me suena el 158. En efecto, es el último número de Hot Video pero en revista. Cuando se lo muestro, la nena, que ya no me parece tan nena, ilumina su sonrisa.
- Guárdemela un momento que no llevo dinero.
Sale escopeteada. Me pica la curiosidad y empiezo a hojear la revista. Llega mi amiga Ángela y la conversación se desvía hacia las vacaciones veraniegas y el tipo de lectura vacacional. La chica que, a medida que la voy aprendiendo, me va pareciendo cada vez más cañón, recoge la revista y desaparece.
Me he quedado sin saber si también es actriz.

Tránsitos

Me gusta la gente optimista y Ramira lo era. Aquejada de mil dolencias, pasaba dos veces a la semana por el quiosco para comprobar si su inversión en Loto Catalunya arrojaba dividendos.
- A ver, señor Quiosquero, si hoy la máquina canta.
Y la máquina no cantó nunca. Alguna vez, muy rara vez, le devolvía los cuartos y ella los volvía a invertir.
Ramira era la esposa de Jaume y ayer nos dejó. Llevaba años peleando con la tía de la guadaña y ganándole la partida una y otra vez, aunque en cada escaramuza dejaba una parte de su empuje. Ella lo resumía rápido.
- Tuvo que venir por mí la ambulancia, pero tres días en la clínica me han dejado nueva.

La última batalla ha sido cruel. Sus defensas estaban rotas y el enemigo había traspasado las trincheras por demasiados lugares. Aun así, ha soportado varias semanas de asedio antes de rendir sus estandartes.

Jaume andaba alicaído durante las últimas semanas. Esta mañana ha venido a comunicarme la noticia y apenas atinaba. Creo que ambos, Jaume y Ramira, Ramira y Jaume, han descansado. Me queda la tristeza de no haber podido alimentar su optimismo haciendo cantar la máquina de la Loto; aunque el premio hubiese sido pequeñito.

sábado, julio 11, 2009

Viernes, 10

Anoche me acosté algo tarde intentando que el post de hoy se publicase en verso, como es preceptivo desde 2007, y a una hora tempranera. Veo que he vuelto a pillar en bragas a Don Juan Manuel y a Kutuklú de Quevedo y Villegas, en pijama a Quiosquera de Castro y al mismísimo Dalr de Cervantes Saavedra, y se ha incorporado de lleno Norma María Matute. Otro año será.

No tiene esto nada que ver con que estuviese bastante dormido al llegar al quiosco. Superwaiter y yo discrepamos profundamente respecto a la siesta; él, más demócrata, opina que debería ser un derecho recogido en nuestra Constitución; yo, de mayor tendencia facistoide, opino que debería ser constitucionalmente obligatoria. En todo caso, por derecho u obligación, este quiosquero sólo se puede permitir tal práctica los sábados y domingos y, aun así, a la hora del té. El lunes alzamos la persiana con el cuerpo descansado y, a medida que van pasando los días, nos cuesta levantarnos un poquito más, al tiempo que notamos cómo se espesan las ideas y se agarrotan los músculos. Es, por tanto, el viernes cuando el despertador debe ser más insistente si quiere lograr el objetivo para el que se concibió.

Hoy, ayer para el lector, nos hemos dormido. Cuando he conseguido enfocar la vista, las manecillas del reloj señalaban las seis menos cuarto. En otro tiempo y circunstancias hubiera llegado al quiosco a las seis y diez, pero ahora necesito de Quiosquera y Quiosquera se reinicia cada mañana con un programa de bucle fijo sin bifurcaciones condicionales. Aparcaba a la vera del quiosco a las siete menos diez. Al iniciar la maniobra de aterrizaje, hemos observado la pista libre de obstáculos: no había diarios en los hangares. Pero sí había una señora esperando.
-¿Abren ya? –nos ha soltado a modo de saludo-.
- Sí, pero no han llegado los periódicos –le contesta Quiosquera-.
He sostenido muchas veces que Dios cometió errores en la creación o que las especies darwinianas evolucionaron equivocadamente, dando, por poner un ejemplo, inteligencia en exceso a las mujeres y mala leche agriada a los quiosqueros. Mientras yo abría la puerta y la señora que esperaba La Vanguardia emprendía la retirada, empecé a interpretar que juraba en arameo.
- ¿Qué mascullas? –me interpeló Quiosquera-.
- Acabas de ser testigo de un ejemplo de la vida indigna que vivimos los quiosqueros. Cualquier comerciante llega a su local y nadie le pregunta si va a abrir o no porque tiene un horario previamente establecido; el comerciante ordena su local y, cuando cada cosa está en su sitio y cada sitio tiene sus cosas, abre. ¿Te imaginas a Don Vito llegando con un maletín de joyas y alguien le pida un anillo en plena calle? ¿O que su distribuidor le deje el pedido en el tranco de la puerta?
- ¡Hombre, Don Vito vende oro!
- Cuando estuvimos en Amsterdam te compré unos diamantitos que dispusieron en forma de anillo y pendientes, engarzados en un oro que, según el dependiente, nos regalaron, y nos salió más barato que el conjunto de diarios que Marina Press nos deja en la calle cualquier domingo. La única diferencia es que, para el resto de los mortales, Don Vito es un señor y Quiosquero un desgraciado.

No sé si la he convencido o no porque no hemos tenido tiempo de hablar más. Apenas he levantado la persiana ha aparecido SGEL, a la que no hemos hecho puñetero caso, y, a continuación, Logística y Marina Press. En el intervalo (10 minutos como mucho), una misma persona ha venido tres veces, tres, a recoger su Mundo Deportivo. Y mientras los periódicos estaban amontonados en la acera, los clientes de las siete, ávidos de noticias, no nos han dejado ni comprobar si las publicaciones recibidas coincidían con los albaranes. Cuando Quiosquera se ha ido, habíamos conseguido poner los diarios en su sitio pero me faltaba entrar los albaranes en el ordenador.

Hoy, Jaume ha pasado a las diez y media, lo que me ha permitido una meada extra. Al entrar en Superwaiter he visto una señora tomando un cortado y un chino, que dice que no es chino, jugando a la tragaperras. Mientras cruzaba, el Súper me ha hecho el gesto de llevar una mañana a dos velas. Cuando alguien es indeciso, se suele decir de él que “cada vez que mea, piensa”. Pues yo aprovecho mis visitas al retrete para pensar y casi nunca en nada bueno. Por eso, al salir, he puesto la mejor de mis sonrisas para decir en voz alta:
-Súper, cuando esto se despeje un poco, haz el favor de llevarme un café con leche al quiosco que yo también tengo cola y no me puedo entretener.
Me ha mirado como si le hubiese pedido café con hielo.
- ¡La madre que te parió!
- No, no. A mi madre no hace falta que la traigas pero si te hace ilusión la puedes recoger en el centro de ancianos a las seis de la tarde.

Llevo tiempo excitado. Cualquier ruido me sobresalta y no me queda más remedio que tomarme un “Tranquilium” de vez en cuando. Aun así, me saca de mis casillas que me llamen a casa o al quiosco para ofrecerme servicios fantásticos con los que me ahorraría una pasta al contratarlos; me molesta que me llamen al quiosco porque estoy trabajando y a casa porque estoy durmiendo. Y como estoy de mala leche empiezo a volverme bastante hijoputa. Estaba intentando “ingresar” los albaranes de las promociones de Marina Press; venían bien empaquetas en una caja de cartón pero sin orden; así que tenía tres albaranes abiertos asignando cada publicación a su correspondiente albarán. Ha sonado el teléfono, he pegado un respingo y me he llevado el aparato al oído.
- ¡Diga! –en plan rugido-.
Nadie ha dicho nada y el teléfono seguía sonando. Había pegado a mi oreja el mando a distancia de un equipo de música que me regaló Marina Press y que Salva usa para localizar emisoras de su país.
A la segunda he acertado.
- Buenos días, Don Quiosquero. Mi nombre es Carla y llamo de INVESGAS. ¿Podría prestarme unos minutos de atención?
- ¡Faltaría más, señorita! –en situaciones similares mando a mi interlocutor o interlocutora a que se vaya donde pican las gallinas-.
- Verá usted Don Quiosquero. INVESGAS está haciendo una campaña para instalar calefacción en su zona, ¿estaría usted interesado en que lo visitara un inspector y le hiciera un presupuesto.
- Claro que sí.
- Muy amable. ¿Me permite confirmar sus datos?
-…
- Usted está ubicado en la calle Bruc, ¿no es cierto?
- Correcto, sí.
- En el número ochenta y dos.
- Sí, sí.
- Me faltaría que me dijese en qué piso.
- Planta baja.
- ¡Ah, en la planta baja! ¿Le parece bien que el inspector pase el lunes?
- Sí, claro.
- ¿Y qué hora preferiría?
- Estoy disponible desde las seis de la mañana.
- Pero usted preferirá una hora menos intespectiva, ¿no es cierto?
- Bueno, a las diez me iría bien.
- Perfecto, Don Quiosquero, quedamos así. Le pasarán a visitar el lunes a las diez para tomar los datos del presupuesto. Le repito que mi nombre es Carla y puede llamarme al 902153839 si surge cualquier imprevisto.

Quedan invitados, amigos lectores, al show que ofreceremos el próximo lunes a las diez de la mañana.

viernes, julio 10, 2009

Con el Tarugo de brega,
mis charlas con la gallega









Tiempo ha que no veía
a la Gallega pasar,
quien destaca en alegría
y su gracia trasmitía
con su manera de hablar.

Mas, hete aquí, que ha pasado
con su paso singular.
Al quiosco se ha asomado
para apoyarse a mi lado
y ponerse a platicar.

¿Ha visto cómo quedó?
-me pregunta suspirando-
Auscultándolo el dotor
al vuelo un virus cazó
y las estaba palmando.

Once días encamado,
desayuno, almuerzo y cena,
mas no probaba bocado
al gota a gota enchufado:
botica directa en vena.

Sesenta kilos escasos
me pesa el tarugo ahora.
Palillos tiene por brazos,
del buche le quedan trazos
y si camina se ahoga.

Mire que es fuerte el jodido,
le aseguro que no miento,
tres cánceres ha vencido
y su corazón partido
funciona al treinta por ciento.

Estando en cama postrado
a verlo vino la nena.
Lo encontró tan traspasado
que en llanto desconsolado
rienda suelta dio a su pena.

"Por venir a ver al papa
he cruzado media charca.
Finaliza aquí su etapa
porque esta vez sí lo atrapa
y se lo lleva la Parca".

Pero ahí lo tiene, ¡vivo!
Y aunque ande despacito
con el tiempo lo revivo.
Y es que este hombre es un chivo,
¡Qué digo chivo! ¡Cabrito!

jueves, julio 09, 2009

¡Sálvese quien pueda!

Allá por los años sesenta, cuando se corrió el rumor de que habían propuesto a Franco para Premio Nóbel de Química por hacer de la peseta una mierda, en una de las chirigotas de los carnavales de Cádiz se cantaba aquello de:
¡Salve, Cesar imperator!
¡Salve, Cesar imperial!
¡Salve…se todo el que pueda
qu’está la peseta
mu devaluá!

¿Y a santo de qué viene esto? A santo de ná. M’ha pedío er cuerpo desilo y lo disho ¿pasa argo, señoríah?
Cachondeos aparte, hay motivos para pensarlo.

A medida que los quiosqueros nos hemos ido enganchando a la banda ancha, hemos sido muchos los que, con blog propio u opinando en blog prestado, hemos querido conseguir la “unidad” del sector como único medio de obtener algún resultado que nos fuese favorable. Se traslucía como objetivo del Quiosco de nuestra vida, Quiosquero a todos o Diário de um quiosque, por poner unos ejemplos; arrimaban el hombro, ofreciéndonos su impagable ayuda con catálogos de Coleccionables y Promociones, webs como Quiosco Durán, Quioscos Locos o la propia página de AVEPRENCO; nos abrían los ojos a los más novatos los acertados comentarios de la Mosca, Xiscofiol, Kioskero, Calma total, O Cura de Fruime, Colorines, Haddock, Justiciero, Tintín, Caballo Rojo o Toro Azul. Plataforma nos alertaba de la competencia desleal que incluían las propias publicaciones en forma de descuentos por suscripción. Yo mismo, quiosquero bisoño tirando a pardillo, quise liderar desde un foro, el vendedor de prensa, un movimiento tendente a recoger las inquietudes de otros quiosqueros y elaborar un informe que, puesto a disposición de nuestras asociaciones, las ayudara a conocer más profundamente las chinas de nuestros zapatos...
Casi todos hemos ido aflojando en nuestro empeño de buscar fórmulas que paliasen la durísima vida de una profesión desprestigiada y en peligro de extinción. Y no hemos aflojado por hartazgo o desidia; hemos aflojado porque la “unidad” perseguida es mucho más que una utopía. La unidad ni es posible ni deseable; cada quiosco es un mundo y lo que es bueno para unos puede ser perjudicial para otros. Me he quejado muchas veces de que al quiosco sólo llegan los productos que nadie quiere vender, aquellos que dejan márgenes ridículos. Algunos colegas trataban de convencerme que vender tarjetas de metro, por ejemplo, pese a su bajísimo rendimiento, era rentable toda vez que atraían al cliente hacia otros productos. En mi quiosco no pasa eso; quienes me compran T10, la pagan y se van. Como mucho, quienes adquieren un periódico o revista, aprovechan para aprovisionarse del bono de transporte. No tengo claro si me es rentable vender Loto Catalunya; tal vez el gasto de luz y el incremento de módulos que ello conlleva se lleven mis famélicos beneficios. Tampoco acabo de ver la rentabilidad de las recargas de móviles cuando yo no tengo el control de las mismas. Pero he hecho números, muchos números, y no puedo prescindir de ninguna de estas fuentes, por antieconómicas que me parezcan; si renuncio a 20 euros de aquí, 15 de allá y 40 de acullá, al final pago las facturas, pago la nómina de Salva, pago los impuestos… y me voy a algún de centro de caridad para que me den un aguachirle y un catre para pasar la noche.

Dispongo de poco tiempo para leer pero le he dedicado unos minutos al extenso comentario de Shelley, de florida prosa como acostumbra, y me ha excitado la neurona. Shelley y yo hemos hecho nuestros cálculos y llegamos a conclusiones parecidas pero que nos llevan a contramedidas opuestas. Mientras él concluye que puede mejorar su calidad de vida (no sus ingresos) vendiendo únicamente revistas, mis números me indican que yo obtendría resultado semejante si limitase mi actividad a la venta de diarios. ¿Quién tiene razón? Creo que los dos. Nuestros puntos de venta están ubicados en entornos diferentes y, por ende, sus variables económicas no tienen por qué coincidir. Si Ortega afirmaba que “Yo soy yo y mi circunstancia”, los números y la realidad me llevan a concluir que “Mi quiosco es lo que deciden algunos de mis proveedores (distribuidoras y asociaciones, principalmente) y es capaz de asumir el entorno en que se ubica”.

Lo que está claro (para mí) es que alguien ha de hacer algo para ponerle fondo a la crisis pero, colectivamente, nadie va a hacer nada; simplemente porque no hay nada que nos vaya bien a todos. Yo he tomado la decisión de hacerme notar y hacer notar lo que no me gusta. Iniciar mi pequeña guerra informando al “enemigo” del porqué de cada una de mis acciones. ¿Quién sabe? Quizá algunas cosas se hagan mal sólo porque nadie ha dicho que están mal.

En las dos últimas semanas he devuelto a saco casi todas las revistas mensuales con bolso incluido porque ocupaban un güevo de espacio y el envoltorio se rompía con facilidad al manipularlas. He mantenido, sin embargo, las revistas que incorporaban chanclas porque venían mejor envueltas y no se rompían. Mención especial para Telva que incorpora un envoltorio fetén. He devuelto los tropecientos cartones de Princesas, palas y pelota adjuntas, porque las pelotas venían cascadas y el peso de las palas rompía el envoltorio. He devuelto revistas como Recetas de oro, Los Sims o Guia d’estiu porque llevaban el código de barras oculto o no lo llevaban; si todo el mundo está empeñado en que los quiosqueros instalemos programas, Quiosquero está empeñado en que las editoras diseñen sus portadas pensando en un punto de venta informatizado.
Y que cada cual haga lo que considere que mejora su vida o no perjudica su negocio.

Son pequeñas gilipolleces, pero Lecturas no ha vuelvo a esconder su código de barras tras las barbas de Arguiñano.
¡Quién sabe!

miércoles, julio 08, 2009

Etapas de transición

El martes es tradicionalmente el peor día de la semana en mi quiosco. Es como una de las etapas en llano del Tour de Francia, que sólo sirven para el descanso de los favoritos y para que los esprínteres se luzcan. Supongo que los varones ya se han fundido la semanada comprando los diarios deportivos de ayer, y las mujeres se reservan para las revistas que verán la luz mañana. Pero una cosa es ser martes y otra, muy distinta, que, precisamente éste, coincida con la crisis y con San Fermín que, a buen seguro, estará en Pamplona celebrando los sanfermines. Vamos, hasta el tío de los chicles, al que no le tocaba visitarme porque vino el lunes, se ha pasado a verme para que yo pudiese ir a echar una meadilla. Un martes, en fin, que me ha permitido tres meadas y limpiar las cajas de revistas por empaquetar porque, por no haber, no había ni género en proceso de devolución. A mediodía estaba todo el pescado vendido; digo mal: estaba casi todo el pescado por vender y las isobaras no indicaban un cambio de tendencia.

En tales circunstancias hay que echarle imaginación para no acabar conversando con los Gormitti y no me queda más salida que tirarle de la lengua a los pocos clientes a quienes da pena verme tan solitario y se acercan por tabaco o a echar un euro a la loto; vamos, a lo que nos deja buenos dividendos.

No sé si he contado que, no ha mucho, el Ferrari me dejó tirado. Desde que lo compré, me daba problemas de batería, es decir, que, en cuanto pasaba un fin de semana sin arrancar, se le moría el cátodo; o el ánodo, según la acera desde donde se mirase. En el taller acabaron poniéndole un desconectador de batería (un pequeño interruptor) y el problema se acabó; aparentemente y durante un tiempo. Vine a insuflar ánimos a Salva y tuve que irme andando. Al parecer (RACC dixit), el interruptor era de aparatito electrónico y se había estropeado. Ahora se ha convertido en un pulsador y si se me vuelve a romper pediré que me instalen un conmutador de pellizco, uno de aquellos que se clavaban en la pared y había que darle media vuelta para encender la perilla del comedor.
Lo dicho; volví a casa caminando. Llegaba al portal cuando me tropecé con una de mis clientas más antiguas y perseverantes.
- Estoy leyendo el libro del quiosquero y lo encuentro muy divertido –me dijo-.
Ambos íbamos con prisa y acortamos la conversación pero el martes… Había que hacer algo para no aburrirse y cuando pasó mi amiga lectora la abordé.
- ¿Qué, ya se ha acabado el libro?
- Calle, calle; el otro día comentaba con la señora del estanco alguna de las aventuras que usted cuenta y nos reímos mucho. Me dijo que allí pasan cosas parecidas y que ella también podía escribir un libro.
Me vino a la memoria la escena en la que Patton mira a través de los gemelos las maniobras de los tanques de Rommel y masculla:
- ¡Hijo de perra, he leído tu libro…!
Claro que la estanquera y yo no somos enemigos. Yo soy un colaborador a quien la estanquera trata como un cliente. ¡Igualito que las distribuidoras!

- ¡Oiga! ¿Por dónde cae el metro de Yirona?
- Primera a la derecha, siguiente esquina.
- ¿Por dónde? ¿Por aquí? –hace aspavientos con el brazo manoteando hacia la derecha.
- Derecha hasta la esquina.
- Por aquí, ¿no?
- Tire usted por donde quiera. Si no se baja de la acera, llega seguro.
No hay nada como saber expresarse con claridad. La señora giró a la derecha y estoy convencido que llegó sin problemas a su destino.

El teléfono móvil es un gran invento; permite mantener una conversación a distancia, leer los titulares de los periódicos y, con la mano que queda libre, dar al quiosquero las instrucciones pertinentes. Lo cierto es que tanta capacidad productiva me da cierta pena; no me han gustado nunca los ordenadores multipuesto y multitarea.
Tenía delante a un señor, aparato pegado a la oreja, que daba instrucciones sobre determinado expediente. Me pidió por señas un Camel y, mientras me volvía a buscarlo, aprovechó para leer los titulares de La Vanguardia.
- Tres treinta.
Mano al bolsillo. Sacó un monedero que depositó sobre Interviú y empezó a sacar monedas. Servidor, como Don Tancredo, con el paquete en la mano. Ciertas monedas se resistían a salir pero el buen hombre no perdió la calma en ningún momento. En circunstancias parecidas, el público se agolpa y colapsa la acera, pero era martes… Finalmente comprobó que no llevaba bastante calderilla y, con parsimonia, fue devolviéndola al monedero. Con las mismas echó mano a la cartera y me dio un billete de 5 euros. Se quedó con el brazo tieso y la palma de la mano mirando al cielo. La espera me había entumecido los músculos y el cerebro; me arrastré hasta el dispensador de monedas y, entre otras, agarré un puñado de 5 cts.; las fui depositando una a una sobre Interviú mientras mi cliente permanecía con el brazo en estanbay. Y cuando me pareció suficiente, dije “No, hombre, no”, y me puse a recoger monedas. Del fondo de mi palma cogí una moneda de euro, una de 50 cts. y otra de 20, que deposité amablemente en la mano extendida del cliente. No oí cómo le crujía el codo al cambiar de postura.

P.D. Desde que estoy en el quiosco me han solicitado muchas cosas raras pero hasta hoy nunca me pidieron “chupachules”.

martes, julio 07, 2009

16 de julio, concentración de quiosqueros

Desde COVEPRES me llega la siguiente convocatoria con ruego de que la publique:

EL COLECTIVO DE VENDEDORES PROFESIONALES DE PRENSA Y REVISTAS.
D.E.P.

Este colectivo lleva ya varios años en crisis y siempre se ha mostrado dispuesto a la negociación con el GOBIERNO Y EDITORES pero no ha servido de nada.

Este sector está integrado por trabajadores autónomos que ven día a día el cierre de sus negocios y el GOBIERNO DE BRAZOS CRUZADOS.

La norma reguladora de los vendedores profesionales de prensa 22 abril de 1972, no se cumple en todo ESPAÑA, todos/as representates políticos lo saben, somos comerciantes de este País ¿DONDE ESTÁN NUESTROS DERECHOS CONSTITUCIONALES? ¡TENEMOS!.

A todo esto se le une el grave problema que nos ha supuesto la Ley-Antitabaco, que de manera restrictiva y descriminatoria impide que gran parte de nuestro colectivo no pueda comercializarlo como segundo canal y que en toda ESPAÑA es una parte muy importante de vendedores/as afectados.

ESTE COLECTIVO ESTÁ EN VÍAS DE EXTINCIÓN Y NADIE MUEVE NI UN DEDO.

ÚNETE A NOSOTROS EN LA LUCHA POR LA SUPERVIVENCIA
MOVILIZACIONES EN TODA ESPAÑA YA!
CONCENTRACIÓN 16 DE JULIO DE 2009

357, rue del Despisté

No hay día en que alguien no me pregunte por el 357, rue del Palurdo, pero acabaría haciéndome pesado en exceso si cada vez escribiese sobre el tema. Hoy me ha pillado lanzado. Ayer me fui calentando y poniendo de mala leche a medida que escribía el post que, por si fuera poco, se alargó demasiado y tuve que concluir el día abreviando el remate de las devoluciones de Marina Press, Logística de Medios y SADE. Como consecuencia, esta noche me las he visto y deseado para contener los pinchazos del lumbago y mantener la cabeza en posición de firmes porque, si la giraba a la derecha para mirar a la Ministra de Defensa de la República Independiente de mi Casa, las cervicales crujían como una ametralladora.

He llegado falto de sueño, dolorido y con ganas de guerra. No ha hecho falta esperar mucho. Empezaban a entrarme en calor las coyunturas cuando se me ha acercado un pavo de no más de treinta años pidiendo una ayuda.
- ¿Me podría dar un par de euros para un bocadillo?
- Lo siento, no puedo.
- Aunque sean veinte céntimos.
- No.
- Permita Dios que te veas en las mismas circunstancias que yo.
Se ha girado. Yo también. Me he plantado en el escaloncillo y le he silbado con todas mis fuerzas; a estilo pastor.
- ¡Ven p’acá!
Ha venido. No se si sorprendido por el imprevisto o preparado para hacerme la cara nueva. Cuando ha llegado a mi altura, me he remangado el pantalón y le he puesto la pata fólica entre las manos.
- ¡Ves, tío! ¡Pues 14 horas cada día aquí de pie! ¡Así que si tienes hambre levanta la tapa de la alcantarilla y come mierda!
Ha ido soltando mi pierna con cuidado hasta depositarla en el suelo.
- Usté perdone, compadre; no lo sabía.
- La próxima vez, antes de echar la maldición, asegúrate.
Ha tomado calle abajo, pero una señora, que llevaba rato “probándose” las chanclas de Telva y que ya parecía haberse decidido, ha cambiado de opinión y ha salido escopeteada en dirección contraria.

Estas cosas me dejan mal cuerpo; por una parte no me gusta ser impulsivo, descontrolado en ocasiones, y por otra, me queda un cierto regomeyo porque, quizás, los dos euros que me pedía habrían sacado de un apuro al muchacho y a mí tampoco me hubieran hundido el “negocio”. Dándole vueltas al tema, no he reparado en la señora que se acercaba, hasta que he oído su voz.
- Perdone, ¿sabe dónde queda el 357 de Consejo de Ciento?
- Tres calles más atrás –he contestado con cierta brusquedad-.
- ¿Quiere decir?
- Sí, señora.
- Es que en la otra esquina está el 356 y en ésta el 358.
- ¿De dónde es usted?
- Catalana de tota la vida –ha respondido mosqueada-.
Transcribo literalmente la conversación. La calle y número de la señora son ficticios.
- No, que on viu!
- A Barsalona.
- En quin númeru?
- En el nuranta vuit del carré Nàpols.
- Quin númeru té al custat?
- El sen…
- I el nuranta nou?
- A laltra vu… Ah, es clá! Té rau! El tres sens cincuanta set es a laltra vurera…
- Y tres calles más patrás...
- Grasias, yova.

Lo de yova me ha llegado al alma.

lunes, julio 06, 2009

Derecho a una vida digna

Presumo de haber tenido una memoria tendente a privilegiada y remarco el infinitivo compuesto porque o bien el alemán hace de las suyas, o bien tengo el disco duro cerebral al límite de su capacidad y apenas queda espacio para los nuevos archivos. Pero el sistema operativo sigue funcionando y, cuando echo la imaginación atrás, saco recuerdos de la época en que aún tenía instalado el DOS.

Un día me quedé a dormir en casa de mi tía Aurelia y mi primo el Caracoles se empeñó en llevarme con él a la escuela. Desde ese día me hice fijo en las clases de Don Emilio. Me faltaban unos meses para cumplir los cinco años. A esa edad ya había pasado las tres cartillas preceptivas bajo la tutela de mis padres y la ayuda de mi hermana. Por esa razón, en la escuela pasé directamente a la lectura de Lecciones de Cosas y, más tarde, al Manuscrito. Fue diferente en escritura; en casa apenas había hecho unos cuadernos de palotes y no sabía hacer la o con un canuto, pero, dado que andaba adelantado en lectura, Don Emilio me pasó a escribir sin ningún método de caligrafía. Aún hoy no tengo bien definido mi sistema de escritura y, en una sola palabra, puedo incluir dos erres siguiendo pautas caligráficas diferentes.

El paso siguiente hubiera sido entrar de lleno en El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, a la sazón libro de lectura obligado en la escuela de mi pueblo. Pero eran tiempos de cambio y el nuevo maestro, Don Baltasar, irrumpió con las nuevas técnicas de enseñanza que, por edad, debían haberme asignado al grupo del Parvulito. Pero el Zapillo (así denominaban en el pueblo al maestro) consideró que estaba preparado para dar lecciones de memoria y me situó en el Primer Grado Álvarez. La pequeña enciclopedia estaba estructurada según las materias al uso de Lengua Española, Aritmética, Geometría, Ciencias de la Naturaleza, Historia, Historia Sagrada y Geografía. Al final había algo de Formación Política. Cada capítulo se componía de una lectura sobre el tema a estudiar y las preguntas que había que aprender de memoria. El Segundo Grado de la Enciclopedia y, sobre todo, el Tercero incorporaban lecturas de más nivel que, en la disciplina de Lengua Española se recreaba en textos escogidos entre nuestros mejores literatos. Recuerdo la primera poesía que aprendí y que Don Baltasar me hizo recitar delante del resto de alumnos.
Yo vi sobre un tomillo
quejarse un pajarillo,
viendo su nido amado
de quien era caudillo,
de un labrador robado.

Más tarde, mi hermana María y yo aprendíamos poesías de mayor calado, que declamábamos en la Emisora Parroquial del pueblo vecino. Recuerdo en especial una que dejó huella en mi ánimo durante mucho tiempo.

Ya se está el baile arreglando.
Y el gaitero, ¿dónde está?
«Está a su madre enterrando,
pero enseguida vendrá».
«Y ¿vendrá?» «Pues ¿qué ha de hacer?»
Cumpliendo con su deber.
Vedle con la gaita..., pero
¡cómo traerá el corazón
el gaitero,
el gaitero de Gijón!

¡Pobre! Al pensar en su casa
toda dicha se ha perdido,
un llanto oculto le abrasa,
que es cual plomo derretido.
Mas, como ganan sus manos
el pan para sus hermanos,
en gracia del panadero
toca con resignación
el gaitero,
el gaitero de Gijón.
No vio una madre más bella
la nación del sol poniente...
pero ya una losa de ella
le separa eternamente.
¡Gime y toca!
¡Horror sublime!
Mas, cuando entre dientes gime,
no bala como un cordero,
pues ruge como un león
el gaitero,
el gaitero de Gijón.
La niña más bailadora,
«¡Aprisa! -le dice- ¡aprisa!»
Y el gaitero sopla y llora,
poniendo cara de risa.
Y al mirar que de esta suerte
llora a un tiempo y los divierte,
¡silban como Zoilo a Homero,
algunos sin compasión,
al gaitero,
al gaitero de Gijón!

Dice el triste en su agonía,
entre soplar y soplar:
«¡Madre mía, madre mía!
¡Cómo alivia el suspirar!»
Y es que en sus entrañas zumba
la voz que apagó la tumba;
¡voz que, pese al mundo entero,
siempre la oirá el corazón
del gaitero,
del gaitero de Gijón!

Decid, lectoras, conmigo:
¡Cuanto gaitero hay así!
¿Preguntáis por quien lo digo?
Por vos lo digo y por mí.
¿No veis que al hacer, lectoras,
doloras y más doloras,
mientras yo de pena muero
vos las recitáis al son
del gaitero, del gaitero de Gijón!
Ramón de Campoamor


Confieso que he tenido que buscar la poesía porque no he sido capaz de recordar todas sus estrofas, pero hay cuatro versos que no he olvidado ni olvidaré jamás y que al rememorarlos hacen que un escalofrío me baje por la espina dorsal y se me detenga en el estómago.
La niña más bailadora,
«¡Aprisa! -le dice- ¡aprisa!»
Y el gaitero sopla y llora,
poniendo cara de risa.

Ese soy yo. Ese he sido yo mientras he podido, aunque no del todo. Mi vida se completa con otros cuatro versos:
Dice el triste en su agonía,
entre soplar y soplar:
«¡Madre mía, madre mía!
¡Cómo alivia el suspirar!»
Me he soplado tantas mentiras y tan bien elaboradas que no sólo me he aliviado en el suspiro sino que tengo a gala el haber trasformado las lágrimas en carcajadas y la tristeza en alegría. Mi alegría por la vida y por los que están a mi alrededor. En mis mentiras he manejado el balón con la elegancia de Kubala, he rematado con la cabeza de Kocsis o la potencia de Puskas y he corrido la banda con la velocidad de Gento, aunque Terremito, vendedor de canarios y simpatizante del Bilbao, me llamara cariñosamente Gainza. Yo mismo me extraño a veces que mis seres más queridos y que mejor me conocen, me exijan acciones que están a años luz de mis posibilidades; y me extraño porque las mentiras que me cuento también ellos se las creen.

Pero me he estrellado. Llevo una semana en el quiosco; siete días. Siete días de contactos con mis clientes, mis amigos; siete días transmitiendo optimismo y buen humor; siete días intentando confortar a quienes se paran frente al quiosco y me cuentan los problemas que los aquejan o aquejan a sus seres queridos y no tienen solución; siete días aferrado a los versos finales de la tercera estrofa:
¡Gime y toca! ¡Horror sublime!
Mas, cuando entre dientes gime,
no bala como un cordero,
pues ruge como un león
el quiosquero,
el quiosquero de este blog.
Ahora que tanto se habla del derecho a una muerte digna, yo, quiosquero, sabedor que mi profesión está abocada a una muerte indigna, reclamo el derecho de todos los compañeros a que su trabajo les permita vivir con dignidad. Y no me refiero al aspecto económico. Un quiosco medio de Barcelona, situado en un barrio en el que la media de edad supera en mucho la mitad de la esperanza de vida, un barrio en el que escasean los niños, un barrio donde la gente no está para promociones chorras aunque responda bastante bien a las ofertas culturales, mi quiosco, en fin, es capaz de generar unos ingresos correspondientes a un sueldo y tres cuartos, incluidos gastos sociales y de cualquier otra índole, y, por supuesto, habiendo sumando el rendimiento por publicidad. Para que eso sea posible se han tenido que dar circunstancias varias:
a) Abierto al público 14 horas de lunes a viernes.
b) Abierto al público 7 horas los sábados, domingos y festivos.
c) Una hora diaria entre apertura, cierre y empaquetado de sobrantes.
d) Un empleado con una semana laboral de 54,5 horas.
e) Un servidor, con una semana laboral de lunes a domingo de 58,5 horas fijas, más las que caigan, de las cuales 28 son de trabajo administrativo.
f) No cuento las horas de Quiosquera y Dalr porque, según mi profesor de F.E.N., Don Antonio Briones, para que un esfuerzo pueda considerarse trabajo, es necesario que haya una remuneración por medio.
g) Mucho tiempo de acciones económico-políticas tendentes a obtener la credibilidad necesaria para que se tengan en cuenta nuestras reclamaciones. Sólo conozco dos maneras de que un quiosco no sea una ruina: una es la que acabo de describir (lenta en la obtención de resultados, cabreante en grado sumo y deficitaria por bien que resulte), acompañada de un repaso minucioso de facturas, anotaciones en albaranes y control de publicaciones a punto rebasar el plazo de devolución; la otra es mangar a las distribuidoras por un valor no inferior a lo que ellas te manguen.

Se podría ampliar la lista hasta llegar a la Z. Me conformo con relatar mi vida actual, con Salva de vacaciones y haciendo horario de verano.
El despertador suena a las cinco menos cuarto pero aplico la norma taurina de esperar hasta el tercer aviso para darle un codazo a Quiosquera, prender el cohete del culo y ponernos en marcha. Llegamos al quiosco entre seis y diez y seis y media, después de haber dejado a mi madre casi a punto para que la madre de Salva la recoja a las ocho y media y la acompañe a un centro de día para ancianos. A las seis y treinta y cinco empieza a llegar el género: un saco de pan, una bandeja de cruasanes y otra bandeja de bollería variada. Es para Villabragas; nuestro género se encuentra apilado junto al quiosco antes de que lleguemos. Quiosquera le da a la escoba para despejar la acera de hojas muertas y la reprendo porque no entiendo que, pagando lo que pago al ayuntamiento, tengamos que ser nosotros quienes barramos si no queremos que los recovecos circundantes sean un nido de basura. A las siete y media tenemos todo colocado, incluidas las revistas de SGEL, madrugadora ella, e introducidos los albaranes en el ordenador; por lo menos los que llevan las publicaciones semanales. Mientras Quiosquera repasa las existencias de chicle y tabaco, hago el primer receso: saludo al Súper, le llevo el Mundo Deportivo y un purito Reig para que alimente el cáncer latente y me tomo un café. A las ocho menos veinte echo una meada procurando escurrir hasta la última gota y Quiosquera se va a trabajar a la oficina que la tiene en nómina. Me quedo solo; en mis circunstancias actuales, una parte de mí se va con ella, mientras la otra parte inicia la batalla en solitario: resto de albaranes de SGEL y colocación de las nuevas publicaciones. No es fácil. Yo vendo el 70% de mis diarios entre las ocho y las nueve y media de la mañana, lo que me dificulta enormemente el poner cada cosa en su sitio; basta con que ponga el pie en el escaloncillo para que llegue una oleada de clientes recién salidos del metro y me haga desistir del empeño.
Cuando le parece bien, llega SADE. Es más fácil de solventar porque no he de introducir los albaranes; a primera hora los he recibido electrónicamente y la base de datos ya está actualizada. Es entonces cuando me tomo un receso e intento escribir el post del día; eso, siempre que Marina Press no haya llegado con sus promociones, en cuyo caso el receso lo hago más tarde o no lo hago. Entre unas cosas y otras deben ser las dos y media o las tres y me asomo para que el Súper me vea y sepa que necesito un bocata y una cerveza; helada a ser posible. Es la hora de salida de los trabajos y el bocadillo puede durarme treinta y cinco o cuarenta minutos. El último trago de cerveza, el que espero como la traca final de la fiesta, suelo tomarlo calentorro. Toca hacer devoluciones hasta donde me dé tiempo. En el caso de no haber promociones, habré aprovechado para buscar revistas escondidas, subirme a la escalera de mano y esculcar por las alturas del quiosco o revisar cómo llevo las reservas de los clientes.
A las cinco inicio la recogida. Es la peor hora del día. El sol lleva cuatro horas dando de pleno y el quiosco es una sauna. Desde casi el principio decidí cerrar primero y empaquetar después porque de hacerlo al contrario acababa con los nervios de punta. Se dice que, para que un toro esté picado, la sangre ha de llegarle a la pezuña. Igual que en el quiosco; cuando acabo de hacer la devolución de los diarios, el sudor me ha bajado por las patas y tengo las botas encharcadas; el que me resbala por la frente habrá hecho un pequeño charco en la “moqueta” y se me habrá metido ocho veces en los ojos produciéndome idéntico escozor que si me hubiera entrado una gota de agua salada del Mar Muerto. Si me da tiempo, echaré una meada y le pagaré el bocata al Súper; si no, ya mearé en casa y le pagaré mañana. Recojo a mi madre en el centro, me bebo medio litro de agua helada y me pongo frente al ordenador; me conecto al quiosco y empiezo el repaso de facturas o de lo que se tercie. Hasta que Quiosquera me llame para cenar. Comentamos los sucesos del día y, sobre las once u once media, nos vamos a la cama.
Los sábados y domingos hay variaciones. Abrimos media hora más tarde, Dalr llega sobre la una y se encarga de cerrar, y yo me echo una siestecilla.
Así, cada día, siete días a la semana, todas las semanas que duren las vacaciones de Salva. Y así sería siempre todos los días del año, si no pudiera permitirme el lujo de tener a Salva; aunque sea a costa de no cobrar yo algunos meses. ¡Eso es calidad de vida!

Me paro y analizo lo que puede llegar a ser el mayor problema que puede tener un quiosquero: las necesidades fisiológicas. Servidor, como ya he dicho, mea al levantarse; servidor mea a las ocho menos cuarto, apurando al máximo; servidor no sabe cuándo volverá a mear. Los lunes, a eso de las diez, pasa el de los chicles y aprovecho. Cada día, sobre las 12, pasa el señor Jaume y aprovecho. Cada día, sobre las 2, vuelve a pasar el señor Jaume y aprovecho. Hay días, por tanto, que, desde que se va Quiosquera hasta que cierro, puedo mear tres veces. Hay días (el señor Jaume ahora sólo pasa una vez al día o ninguna porque su mujer está internada y en muy mal estado) que puedo mear una vez. Y hay días que no meo hasta que llego a mi casa a las seis de la tarde; hay días que estoy DIEZ horas seguidas sin mear.
Y al quiosco hay que llegar cagado; ni el tío de los chicles, ni el señor Jaume, ni San Apapucio pueden hacer el relevo a un quiosquero con la tripa suelta. Hacemos como los ciclistas que, cuando arranca la etapa, ya van comidos y cagados. Comer, pueden hacerlo sobre la bicicleta pero ¿qué le pasaría a Contador si, escalando la Madeleine o Alpe D’Huez, se le soltaran las tripas? Pues que el Tour se le escaparía por el culo. En la última asamblea de vendedores de prensa se habló de un nuevo modelo de quiosco. Quiosquerominusválido preguntó si estaba previsto incorporar un pequeño retrete. Hubo un silencio mortal; y es que Quiosquerominusválido es persona seria. De haber sido yo quien hiciese la pregunta, la gente hubiera pensado que estaba de cachondeo y la carcajada habría sido general.
Resumiendo. Permanezco de pie desde las 5 de la mañana hasta las 6 de la tarde con ligerísimas interrupciones que me permiten apoyar los glúteos en un taburete durante segundos; las faenas administrativas me ocupan de 6 a 9 de la noche, y ahí se acaba mi jornada laboral: sólo 16 horas. Sábados, domingos y fiestas de guardar, se reduce el horario pedestre y aumenta en un par de horas el tiempo dedicado al sueño.
Esa debería ser la vida de cualquier quiosquero. La realidad es que el mismo trabajo se suele hacer entre dos, con lo que se suaviza la indignidad a cambio de dos sueldos de mierda. Recuerdo un capítulo de la serie Norte Sur, que relata la visita del protagonista sureño al protagonista del norte. El sureño ve cómo viven los “hombres libres” del norte y le comenta a su amigo:
- Mis esclavos viven mucho mejor que tus trabajadores.
Y es que los esclavos actuales del llamado mundo occidental o primer mundo, somos los quiosqueros de Barcelona.

Seguramente me están leyendo quiosqueros que piensen que exagero o que, en el peor de los casos, esto me pasa a mí debido a mi discapacidad y se preguntan por qué coño un inútil se mete a quiosquero. Me cuento una última mentira y juzgamos.

En septiembre de 1968, estando en la cola, me enteré de que un error administrativo que yo mismo había cometido, me impedía matricularme en la carrera elegida. Mi hermana María tuvo una conversación de 5 minutos con el rector de la Universidad de Granada, Federico Mayor Zaragoza, y me solventó el problema. De haber salido mal aquella entrevista, mi segunda opción era matricularme en Farmacia. ¿Hay algún impedimento, quizás, para que un inútil sea boticario? Creo que no. Entonces, prosigamos con la mentira. Quiosquero no es quiosquero sino boticario; hablando con propiedad, Don Boticario. Como mi familia no era de posibles, hubiese acabado montando la botica en un pueblo, en un local un poco más grande que el quiosco y en similares circunstancias comerciales:
· Monopolio de fabricantes: Laboratorios.
· Monopolio en distribución: Federación Farmacéutica
· Asociación Profesional: Colegio de farmacéuticos.
· Devolución de excedentes
· Vales y cartillas: recetas de la Seguridad Social
· Horarios prolongados
· Guardias para días festivos
· Ambas profesiones constituyen un servicio público

O sea, que un boticario debería estar tan jodido como un quiosquero. Aunque:
· Existe una gran diferencia comercial: su asociación, el Colegio de Farmacéuticos, ha obtenido del gobierno el monopolio de venta de medicamentos y otros productos más o menos saludables.
· Existe una gran diferencia social: el licenciado en Farmacia será tratado por todos los estamentos como Don Boticario. Un quiosquero será tratado con respeto por sus clientes, siempre que se los sepa ganar. Los estamentos lo tratarán como basura.
· Existe una enorme diferencia en calidad de vida, y no me refiero a diferencias económicas. Don Boticario, por pequeño que sea su local, tendrá un retrete donde aliviarse o, en el peor de los casos, podrá cerrar la puerta en 30 segundos y acercarse al bar o a su casa para hacer sus necesidades cómodamente. Un quiosquero de Barcelona, cuando haya conseguido cerrar el quiosco, ya se habrá cagado encima. ¡Simplifiquemos, coño! El boticario siempre tendrá un huequecillo para levantar la pierna y soltarse un cuesco que haga temblar las vitrinas. Todo eso está vedado a un quiosquero de Barcelona que ni siquiera es capaz de negociar con sus vecinos un sistema de turnos que le permitan descansar un domingo de vez en cuando.

Este quiosquero sólo tiene un sueño respecto a su negocio: poder cerrar rápidamente en un caso de apuro. Y por esa razón saca continuamente a colación los nuevos quioscos de Almería. No se trata del derecho a morir con dignidad (la muerte es inevitable; en ningún caso es digna), se trata del derecho a ganarse la vida trabajando con la dureza que el oficio requiera pero guardando un mínimo de intimidad por mucho que se esté en mitad de la calle. Es el derecho a una vida digna.

Y ojo. Me llegan aires de cambio. El Ayuntamiento de Barcelona y las asociaciones de vendedores de prensa podrían estar negociando el nuevo modelo de quiosco o la adaptación de los existentes. No hay prevista ninguna acción encaminada a dignificar la vida del quiosquero.

viernes, julio 03, 2009

Añorar el quiosco

Siete meses de ejercicio administrativo moderado se notan; tanto más, cuando se entra a saco en el ejercicio comercial intensivo y sin solución de continuidad (curiosa locución; nunca supe qué significa con exactitud pero suena muy bien). No es que empiece a quejarme, ya llegará el momento de analizar cómo se presenta el futuro, pero es que, hasta que no han empezado a crujirme los huesos, no me había dado cuenta cómo echaba en falta el trato con el público y sus pequeñas historias personales. Sé que muchos de los parabienes que recibo son puro cumplido pero cuando a la señora Milagros se le ilumina la cara al verme, la Panaera me obsequia con un pan artesano porque conoce mi debilidad por los fermentos naturales, o Mamá Chispa me da un par de besos mientras le ruedan unas lágrimas por las mejillas, a cualquiera se le pone la carne de gallina al tiempo que se le suavizan las coyunturas.

Hablo de pasada del precio del Punt. Me enteré ayer de la subida porque un cliente vino a pagarme los diez céntimos del día anterior. Ni que decir tiene que el nuevo precio venía en el albarán, amén de una pequeña y cuasi subliminal línea aclaratoria. Si los quiosqueros fuésemos comerciantes, quince días antes de la subida hubiésemos recibido la visita del vendedor de zona (inspector en nuestro caso) para avisarnos de la circunstancia, y el albarán del 1 de julio habría llegado precedido de un titular a cuatro columnas (por lo menos) con el recordatorio. Claro que, si fuéramos comerciantes, cada entrega de Logística señalaría el precio, descuento e IVA de cada producto servido y, además, el albarán vendría valorado. Mientras seamos ciervos (borregos), Logística tratará a los quiosqueros como lo que somos: un rebaño.

Hoy recibo un albarán de SGEL. Escaldado de ayer, leo la letra chica: “Título 6502 nº 89 en alb. 5332243 02/07/09 pasa de 3,95 a 3,50”. Susana, ¡coño!, ¿tan difícil es poner RUNNERS WORLD en vez de título 6502? ¿Qué demonios le importa al quiosquero el sistema de codificación que utilice SGEL para designar sus publicaciones? ¿A dónde me mandaríais si yo reclamase que me faltan dos ejemplares del título 3360, que es el código que corresponde en mi base de datos a RUNNERS WORLD? Os lo digo de verdad con el bagaje de 32 años de experiencia informática: un programador no tarda más de 15 minutos en poner la instrucción adecuada y hacer felices a un montón de quiosqueros. A mí por lo menos, que aprecio y agradezco esos pequeños detalles que parecen insignificantes pero que ahorran unos segundos que pueden ser preciosos.

Veo también que Marina Press ha institucionalizado el viernes como día de reparto de los magazines dominicales de El País, El Mundo de Catalunya y Avui. ¿Están repletos los almacenes de la distribuidora o es que el Señor Conde de la Marina Press y Grande de España ha aplicado una ERE a los citados magazines y nos los manda a los quiosqueros para que les paguemos el PER?

Vamos por faena. Las reivindicaciones las dejamos a las asociaciones, que para eso están. Lo nuestro, lo mío, está en la anecdotilla. A ello vamos.

Cerca del quiosco hay un centro de esos, tipo americano, donde guardan a los niños que el estado requisa a los padres que no pasan el nivel mínimo requerido para educar a sus hijos, básicamente padres jóvenes con problemas de alcohol o drogas. Los niños no sé exactamente dónde los guardan pero es aquí donde los traen el día que toca visita de papá o mamá. Frente al quiosco se ubica una empresa que tampoco sé muy bien a qué se dedica pero que algo tiene que ver con el mundo editorial. La mayoría de empleados son jóvenes y, por razones que a mí se me escapan, hacen un horario bastante informal.
Ha llegado una chica que tenía hora concertada para ver a sus hijos: una niña de once años y un niño de nueve. Se la veía nerviosa y emocionada y me ha pedido consejo para llevar a los niños un detalle que no le resultara caro. Por razones de seguridad comercial, tengo detrás de mí todas las revistas para gente menuda tirando a polludita y me he vuelto de espaldas mientras le iba cantando títulos y precios para que eligiese. En ello estábamos cuando ha aparecido un repartidor con varios paquetes. He oído cómo golpeaba en el vidrio de la puerta de enfrente.
- ¡Oiga, a qué hora abren estos tíos! –ha gritado-.
- Loka lleva un tanga de regalo y vale 2,40.
- ¡Uy, no! ¡Un tanga pa mi niña no!
- ¡Oiga, cuándo abren estos!
- La Witch lleva unos pendientes de fantasía y es algo más cara.
- ¡Oiga! ¿Sabe a qué hora abren aquí?
- Me parece que no lo saben ni ellos –he contestado sin volverme-.
- ¡Vale, hombre, muchas gracias!
Me da como que se ha ido molesto.

La gente que pregunta suele llevar prisa hasta para leer los apuntes. Cuando la chica que iba a visitar a sus hijos se ha ido después de tomarse su tiempo para esconder los obsequios en el fondo del bolso y así sorprender a los niños, ha pasado otra joven que iba embalada. He tenido la impresión de que ha hecho uso del ABS frente al quiosco.
- ¿El carré Uryel?
- Le queda bastante lejos.
- ¡Ay, no me diga eso, por favor! Si me han dicho que es aquí mismo…
Ha desenroscado la chuleta que llevaba en la mano y ha vuelto a leer la dirección.
- El carré Ruyel.
- ¿De Flor o de Lluria?
- ¡Ay, no sé! Aquí pone de Lluria; Ruyel de Lluria.
- Tira p’alante y la primera que encuentres.

Discúlpenme, amigos lectores, pero me estoy meando de risa. Mientras esto escribía he recibido una llamada telefónica. Me molesta bastante que me llamen estando en el quiosco porque, sea la hora que sea, los clientes aprovechan la llamada para venir todos de golpe a adquirir su diario; como, además, la mayoría de llamadas son para venderme algo, cada vez que suena el aparato me preparo para la gresca. La conversación ha ido tal que así.
- ¡Diga! –con tono de cabreo.
- Buenos días, Don Quiosquero –soy poco dado a los tratamientos pero que me empiecen una conversación con el “don” por delante me huele bastante mal, sobre todo si el acento me suena extraño, porque últimamente da la sensación de que todos los argentinos que residen en España se dedican a vender líneas telefónicas que casi te pagan por usarlas-, llama Seesecú de recarga de móviles –la persona que tengo al otro lado de la línea no es argentino; me da como que es chino, filipino o de otro país de ese entorno-.
- ¿Y?
- Usté ha cambiado emeil y se rechasa.
- ¡A ver, que nos aclaremos! ¿Usted de qué empresa llama?
- Seesecú, recarga móviles.
- CSQ. ¿Y a quién llama?
- A Don Quiosquero.
- Don Quiosquero ¿qué más?
- **** -me dice el apellido y acierta-.
- ¡Vale, ya nos conocemos! Ahora dígame cuál es el problema.
- Nosotros, Seesecú, manda mensaje a su correo y rechasa.
- Un momento –accedo a Outlook y visualizo los correos de CSQ; en el último que he recibido me mandan la factura de la semana 26-. Vale. He recibido el PDF de la factura de la semana pasada.
- Eso. Pero mando factura semana veintisiete y rechasa. Usted ha cambiado su emeil.
- ¿Qué coño voy a cambiar?
- ¿Perdón?
- Que mi dirección de correo sigue siendo la misma.
- No, nosotros mandamos a anal, telé fónica, punto, net.
Un cliente llega y recoge su AVUI. Hace intención de darme el dinero pero acaba encogiendo la mano y me dice por señas que se espera. Esto es lo que oye.
- Deletrea… A de Antonio… N de Navarra… A de Antonio… bueno, hombre, A de Alicante… y L de Londres. ¿ANAL, algarroba, telefónica, punto, net? ¡No jodas, tío! ¡Claro que me han dado por culo muchas veces pero electrónicamente todavía no!
El cliente del AVUI está descojonándose de risa. Me fijo en el último correo electrónico recibido de CSQ y, en efecto, está enviado simultáneamente a anal@telefonica.net y a mi propia dirección. Algún listo debió pensar que era absurdo mandarlo a dos sitios y se cargo la dirección buena.
El chino del otro lado de la línea no acaba de enterarse de las explicaciones que trato de darle, así que corto por lo sano.
- Borra la dirección que tienes y apunta la nueva. ¿Vale? Q de culo… ¡no, coño, de kilo no! Q de queso, U de Universidad… bueno, como quieras, U de Ucrania…
Al final parece que ha tomado bien la dirección porque no me ha vuelto a llamar. El del AVUI seguía divirtiéndose.
- ¡Jo, en la vida había oído una conversación igual!
- ¡Anda la hostia, ni a mí me habían dado por culo por email!

jueves, julio 02, 2009

Promo... cuentos

Hago un receso. Ya han pasado todas las distribuidoras y cada montoncito de revistas ocupa su sitio en la exposición permanente. Estaba a media faena cuando he recibido una llamada telefónica. Lo típico; dos noticias: una buena y otra mala. Las noticias; primera: alguien inteligente considera que soy un tío inteligente; segunda: de todos modos, próximamente me van a dar por culo. Juzgue el lector cuál es la buena y cuál la mala.

Entramos en faena. Sé que me pongo pesado hablando de lo mal que voy de tiempo pero lo cierto es que no hay bombardeo al que no me apunte. Desde meses ha, echo de menos un lugar que me diga qué promociones "regalan" hoy los periódicos. Me ofrecieron el medio y yo ofrecí mantener la base de datos. El medio ya está y ahora resulta que no tengo tiempo para cumplir lo prometido. Ayer hice un esfuerzo y empecé por introducir las promociones más recientes. Fui a parar a la web de El País. Cine Western. Inicio el 28 de junio; sucesivas entregas, jueves y viernes al módico precio de 1 euro. Inconscientemente hice scroll en la página y lo vi.

PREGUNTAS FRECUENTES
Fui al kiosco y compré el periódico, tengo el cupón pero no pude adquirir la entrega de la colección de Cine del Oeste porque estaba agotada: Puede ir al punto de venta con el cupón y decirle que le solicite la entrega como una reposición por agotados [éste es el cuento]* y poder beneficiarse del cupón.
Si nos lo solicita a nosotros el precio sería más alto. Le recomendamos, que si lo hace a través del punto de venta, realice la petición en la fecha más próxima posible a la de comercialización de la entrega.
* La acotación es mía

¡Díjole!
La primera entrega llevaba por título El rostro impenetrable. ¡Coño, perdón, claro! ¡Como que lo tienen de cemento armao! Si el que suscribe, de profesión quiosquero, pide una película atrasada después de haber devuelto los excedentes, aunque incorpore 500 cupones, Marina Press o El País le cobrará la película y el diario, diario que, por supuesto, no mandan y que si pidiésemos, nos lo cobrarían al doble del precio de portada (¡Anda, Haddock, a ver si tienes argumentos para explicar por qué Marina se puede pasar el precio de portada por el forro y un quiosquero no!). Podría quedarme las películas sobrantes por si aparece un cliente hipotético pero, según última normativa distribuida por la Asociación Profesional de Vendedores de Prensa, número mata número menos dos, en cuyo caso corro el riesgo de tragarme los sobrantes. Y, además, no me sale de…, no tengo por qué mantener un inmovilizado material (¡toma ya!). Si lo que El País pretende es echarnos encima a los clientes, en este quiosco ha pinchado en hueso. Entre Quiosquera y yo le mandamos en su día 10 ó 15 clientes a que le pidiesen la garantía del reloj que regaló cierto domingo. Y después de cuatro años y dos meses (justos) tenemos entre nuestros clientes la suficiente credibilidad para que se acuerden de otras madres cuando una firma editorial cualquiera los putea

miércoles, julio 01, 2009

Miércoles al sol

Me cachis en la mar…
Son casi las dos de la tarde y apenas acabo de finalizar la apertura y coloque de los paquetes de revistas. Y eso que esta mañana Salva se cayó del catre y ha venido a ayudarme a abrir el quiosco.
Aunque quizás sea mejor empezar por el principio…

Anoche andaba algo excitado. Intenté cuadrar la factura de la distribuidora del Señor Conde y se me disparó la adrenalina; la diferencia se aproximaba peligrosamente a los 400 €. Nada de importancia; como el miércoles fue San Juan, no hubo recogida, y como la recogida se retrasó 24 horas, el abono se demora una semana… Minucias. Lo cierto es que el Tranquilium no me hizo efecto y, entre los nervios y la subida de la temperatura, me entró el mal de San Vito cuando me metí en la cama. Acabé poniéndole los cuernos a Quiosquera y fui a acostarme con la Calor junto a la puerta que da a la terracilla. El escarceo duró hasta pasadas las 12 y, aun así, no he dormido bien. Como consecuencia, desperté una hora más tarde de lo que debía. He recuperado bastante tiempo a base de no afeitarme ni desayunar ni ná de ná (me duché anoche, ¿vale?) y salía del garaje con sólo 5 minutos de retraso respecto al horario previsto. Entonces sonó el móvil. Salva estaba ya junto al quiosco y llamaba para asegurarse que no me había quedado pínfano. Me ha ayudado a abrir, a colocar la prensa y parte de las revistas de SGEL e, incluso, me ha permitido un desayuno ligero. Cuando se ha ido, cerca de las 9, sólo me quedaba por poner la gurrifalla de SGEL y en ello me he empleado. SADE llega más tarde.
Por un momento me ha dado la sensación de un suceso ya vivido. Parecía como si estuviese entrando los albaranes del día anterior…
· Tendencias, número 144: 2 ejemplares. Stock resultante: 4.
· Rutas del Mundo, número 218: 1 ejemplar. Stock resultante: 2.
· Integral, número 355: 1 ejemplar. Stock resultante: 4. ¡Quieto, parao! Recuerdo que ayer vendí una al Doctor Midí y no pueden quedar tantas. Visualización del histórico: día 26, 2 ejemplares; día 29, 2 ejemplares; día 1, 1 ejemplar…
¿Para qué seguir? La cuestión es que los quiosqueros estemos entretenidos y nos quede el mínimo de tiempo para pensar. Pensar es perjudicial tanto para el pensante activo como para el pasivo.

Claro que, en total, eran dos o tres paquetitos de nada. Salva se los hubiera ventilado en un santiamén pero yo, además de ser más lento de reflejos y otras cosas, soy más puñetero y voy sacando punta a cada esfuerzo que hubiera podido ahorrarme si todos fuéramos un pelín más considerados. Y luego está Murphy… La gente pasa junto al quiosco y, por lo general, ni mira, pero basta que uno tenga la atención puesta en cualquier otra cosa para que la clientela tapone la acera y, además de volverme loco intentando despejar rápidamente el panorama, impida el paso a capacitados y discapacitados (no tengo noticia de que el ayuntamiento piense multar por esto).

Menos mal que, de tanto en tanto, pasa algo que ayuda a animar a este quiosquero y su blog. Hoy, Mía “regala” unas chanclas veraniegas por sólo 2 reales (50 cts.) y hemos sostenido 14 conversaciones del tipo:
- ¿Tiene del número 38?
- No lo sé, señora, es talla única.
- …
- ¿Cree que me estarán bien?
- Eche la revista al suelo y ponga el pie encima…

Sobre las 11 se ha parado una pareja.
- Mira, cariño, unas chanclas.
- Eso no valdrá nada.
- Bueno, con que me duren hoy; es que los zapatos me llevan muerta (la frase correcta debería haber sido “me están matando”).
La señora ha destripado el envoltorio y ha intentado calzarse la primera chancla, la cual se resistía y no acababa de colocarse en su sitio.
- A ver si ahora le van a quedar pequeñas... –he dicho por decir algo-.
- No se preocupe que ésta entra. Es que tengo los pies hinchados. ¿No ve? Me llega hasta los tobillos. ¿A usted no se le hinchan por el calor?
- A mí se me hinchan por el calor y por estar mucho rato de pie, pero se me hinchan hasta más arriba.
- ¿Ve? ¡Ya está! Venimos del norte y para ver la ciudad hay que ir cómoda –me he acordado de lo fresquito que se ha de dormir en el norte mientras yo he pasado aquí la noche del loro-. ¿Me daría una bolsita para llevar los zapatos?
¡Faltaría más!

El inglés ha sido más simpático. Llegó, eligió Hola y Lecturas y me largó 10 € mientras que, con un español fluido y por señas, me decía.
- ¿Plástic beg, plis?
- Plis no me queda pero plástic beg sí.
- Zenquiu güery mach.
Y se ha ido tan contento a practicar el idioma leyendo los problemas de corazón de las famosas.

A los dos últimos no los he entendido.

Ella.
- ¿Tiene tarjetas para recargar móviles?
- No, pero le puedo añadir a su móvil el saldo que necesite.
- ¿Cuánto es el mínimo que puedo recargar?
- Cinco euros.
Ha hecho un mohín y se ha dado el dos. Cuando tenía tarjetas, la más barata era de 15€.

El.
- Usted no vende tabaco, ¿verdad?
- Sí, sí vendo.
- ¿Hay algún estanco cerca?
- Un poco más abajo.
- ¡Venga, hasta luego, gracias!